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Etnicidad y política en Kenia y Tanzania
Lun, 06/11/2017 - 08:47

Farid Kahhat

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Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Las tres últimas elecciones presidenciales en Kenia se han visto lastradas por la violencia y por cuestionamientos a su legitimidad. Ello se explica en parte porque, antes que a estratos sociales o tendencias políticas, los principales candidatos en esas elecciones (Uhuru Kenyatta y Raila Odinga) representaban a grupos étnicos (una coalición que incluye a los Kikuyu, la principal etnia del país, en el caso de Kenyatta, y una coalición que incluye a la segunda etnia del país, los Luo, en el caso de Odinga). A su vez, la elección se concibe como un juego de suma cero por el poder. Es decir, los grupos étnicos cuyo candidato resulte vencedor tendrán un acceso privilegiado a los recursos públicos, a expensas de aquellos cuyo candidato resulte derrotado.

Esa es la razón por la cual la politización de la etnicidad no es una consecuencia natural y necesaria de las divisiones culturales dentro de una sociedad. Las diferencias étnicas conducen hacia conflictos políticos sólo cuando determinados actores (el colonialismo británico entre 1920 y 1963, y las principales coaliciones políticas desde entonces) apelan a esas diferencias como fuente de respaldo en presencia de conflictos distributivos (es decir, cuando la práctica política hace coincidir las desigualdades socio-económicas con las diferencias étnicas). El estudio de Edward Miguel titulado “¿Tribu o Nación? Construcción Nacional y Bienes Públicos en Kenia y Tanzania” explica ese proceso. El estudio compara distritos contiguos pero divididos por una frontera internacional: algunos de esos distritos se ubican en Kenia y otros en Tanzania. Dado que esos distritos comparten una serie de características medulares (distribución étnica, dotación de recursos, legado histórico e instituciones coloniales) cabe presumir que las diferencias que se encuentren entre ellos en materia de provisión de bienes públicos, deriva de un factor estrictamente político: la frontera internacional que los separa y la diferencia entre las instituciones políticas que se desarrollaron en ambos lados de esa frontera tras la independencia.

Miguel atribuye esta diferencia fundamental a la existencia en Tanzania de una política consistente de construcción de una identidad nacional (que, sin embargo, coexiste con las identidades locales), por oposición a la politización (por acción deliberada de actores políticos) de las diferencias étnicas en Kenia. A diferencia de Kenia, en el caso de Tanzania se produjo desde el fomento de una lengua nacional (el Swahili) y la homologación de los programas educativos, hasta el diseño de instituciones locales que propician la cooperación entre grupos étnicos, pasando por el intento de crear una nueva ciudad capital como sede del gobierno nacional.

En otras palabras, la trayectoria histórica e institucional de ambos países fue similar hasta la independencia, momento a partir del cual adoptan caminos divergentes. Unos cuarenta años después, el estudio comparativo de Miguel constata que en Tanzania tanto las comunidades étnicamente homogéneas como aquellas que son étnicamente heterogéneas son capaces de proveer bienes públicos con eficiencia comparable. A poca distancia, del lado keniano de la frontera, las comunidades étnicamente homogéneas desarrollaron una mayor capacidad para proveer bienes públicos que las comunidades étnicamente heterogéneas. Por ejemplo, en Kenia las comunidades que se encontraban en un nivel medio de diversidad étnica tenían un gasto escolar un 25% menor que las comunidades étnicamente homogéneas. En Tanzania en cambio, el grado de diversidad étnica no hacía virtualmente ninguna diferencia en los niveles de gasto escolar.

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