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La cultura de la corrupción y la autocomplacencia en Chile
Mié, 28/11/2018 - 13:27

Cristián Duarte

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Cristián Duarte

Cristián Duarte Barriga es gerente general de Transearch Chile.

Resulta curioso que cada vez que en Chile se toca el tema de la corrupción, políticos y autoridades de todos los signos se encojen de hombros y se refieren a esta como un problema importante, pero menor comparado con lo que ocurre en otros países.

Se repite de manera más o menos automática que Chile está muy lejos de lo que ocurre en países como Perú, Brasil o Argentina, donde presidentes, grandes empresarios, ex presidentes y autoridades de gran relevancia han ido a la cárcel o dejado sus cargos para enfrentar procesos judiciales en medio de escándalos relacionados con faltas graves a la probidad. Lo anterior, pese a que Chile cayó cinco puestos en tres años en el ranking internacional de la corrupción, ocupando la peor ubicación de su historia.

Cabe entonces preguntarse: ¿es que en Chile las penas o sanciones asociadas a la corrupción son muy leves, mientras en otros países son más duras? Para algunos pareciera que la corrupción es buen negocio y que vale la pena correr el riesgo porque, en la improbable situación de ser descubiertos, las consecuencias no son tan graves.

La cultura, como sabemos, es como un iceberg. La mayor parte de los comportamientos no se perciben fácilmente, pero están ahí. Esto es lo que pasa con la cultura de la corrupción y del encubrimiento, cuyo ejemplo más icónico es la Iglesia Católica. Básicamente, y en buen chileno, los que no forman parte del sistema de la corrupción hacen gala de la vieja costumbre chilena de "hacerse el leso" o mirar para el lado y dejar que otro levante su voz.

Entonces, es ingenuo pensar que frente al mal ejemplo que han dado quienes están en las altas esferas, todos los colaboradores de menor jerarquía se mantendrán inmunes y no seguirán los pasos de sus líderes, renunciando a su porción de la torta. Por el contrario, el mal ejemplo abre la puerta a la corrupción en otros niveles, en las cosas más simples y cotidianas, las que, en el mediano plazo, puede ser imposible contrarrestar.

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