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La inminente caída de la dictadura de Mugabe en Zimbabue
Vie, 17/11/2017 - 12:21

José E. Mosquera

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José E. Mosquera

José E. Mosquera es periodista y escritor colombiano. Es columnista de los diarios El Tiempo, El Espectador, Portafolio, El Colombiano, El Mundo, La República, La Patria, El Liberal, El Universal y La Tarde (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa, La Estrella de Panamá y El Panamá América (Panamá), El Heraldo (Honduras), Tal Cual (Venezuela) y El Nuevo Diario (República Dominicana), entre otras publicaciones nacionales y extranjera.

La noticia que hoy sacude al mundo político en África es la inminente caída de la dictadura de Robert Mugabe, en Zimbabue, un dictador que llevaba 37 años en el poder y a sus 93 años, pretendía seguir gobernando en este país situado en el sur del continente, con 16 millones de habitantes.

Se sabe que desde el martes las Fuerzas Armadas se tomaron las principales instituciones del Estado y que lo mantienen bajo arresto domiciliario en su capital, Harare.

La crisis política se desató la semana pasada cuando Mugabe destituyó a su vicepresidente, Emmerson Mnangagwa. Esta destitución provocó la intervención de las Fuerzas Armadas y las reacciones de los partidos políticos, que exigieron la inminente restitución en su cargo. Ahora se espera que en las próximas horas el vicepresidente asuma el poder y se comience a vivir una nueva era política en Zimbabue.

Con la inminente caída de esta dictadura, resulta interesante hacer un comentario sobre el Libro Cenando con Mugabe, escrito por la fallecida sudafricana Heidi Holland. En él, condensa una historia reveladora sobre la vida del llamado” libertador de Zimbabue” (antigua Rodesia), donde describe a Robert Mugabe como un personaje paranoico, enigmático y calculador, que con el trascursos de los años pasó de ser un héroe nacional idolatrado a un tirano despiadado, odiado y temido por los 16 millones de zimbabuenses.

En 1980, cuando Mugabe asumió el poder en Zimbabue, a este país se le conocía como “el granero de África” por su prosperidad agrícola y con una de las economía más prósperas de África. Una nación que, además de ser autosuficiente en materia de producción agrícola y pecuaria, era exportador de sus excedentes a otros países africanos y a Europa y que, además, donaba millones de toneladas de alimentos para combatir las hambrunas a los países del denominado Cuerno de África.

Luego de su dictadura de 37 años, el balance es un completo desastre: Zimbabue es un Estado quebrado y en ruinas, con una de las inflaciones más altas del mundo. La reforma agraria que impulsó a la fuerza terminó destruyendo al sector y actualmente casi el 90% de los productos alimenticios deben importarse. Más de 8 millones de personas pasan hambre.

Holland hace una radiografía sobre la vida de Mugabe, examinándola desde su niñez y muestra cómo este personaje es un reflejo claro de los grandes problemas que aquejan a las naciones africanas. El relato muestra cómo este hombre salió de la más espantosa pobreza para convertirse en un héroe, un ídolo guerrillero y uno de los líderes más eruditos de África, pero terminó siendo uno de los dictadores más terribles en la historia del continente.

Un líder que logró derrotar al régimen de la supremacía blanca y durante los primeros diez años de gobierno, a pesar de las medidas represivas y de la creación de un régimen de partido único, fue considerado uno de los caudillos más progresistas en el continente africano en la era postcolonial.

Un hombre que inicialmente fue idolatrado por el pueblo, pero que bien pronto se desencantó de él, debido a la creciente pobreza, la desventura y las violaciones a los derechos humanos.

Mugabe fue un dictador que no hizo otra cosa que perpetuar la corrupción del colonialismo, utilizó el factor tribal y la tortura para asesinar, aniquilar, encarcelar, exiliar y proscribir a los opositores del régimen.

Holland demuestra cómo, ante el fracaso de su política de distribución de tierras-- la que fue una de las promesas de la campaña libertadora --estructuró una política con tinte racial de invasiones de las tierras de los agricultores blancos por los veteranos de guerra y seguidores del partido de gobierno, con lo que destruyó la prosperidad agrícola y precipitó el colapso de la economía del país.

Puso en marcha un racismo idéntico al de la era colonial, donde una minoría de su círculo íntimo se convirtió ilícitamente en la nueva elite del país. Una élite que discrimina y segrega a blancos y negros como en los peores períodos de la Rodesia colonial.

La escritora Heidi Holland en su texto hace un interesante paralelismo entre el racismo de Ian Smith, el último gobernante colonial y el de Mugabe. Sustenta que ambos dictadores tienen en común ser antidemocráticos, autoritarios, represivos, beligerantes y racistas. La única diferencia entre ellos es que Smith lo hizo defendiendo la supremacía blanca y Mugabe la hegemonía negra.

En conclusión, Mugabe sostuvo su régimen sobre las mismas estrategias despóticas que utilizaban los colonizadores que él tanto rechazó.

Un libro que describe la grandeza y la decadencia de un gobernante que a los 93 años sigue embriagado por el poder y se considera un iluminado irremplazable en su país.

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