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La innovación alimenta al mundo
Mar, 04/07/2017 - 11:09

Héctor Casanueva

Europa y las migraciones: una paradoja
Héctor Casanueva

Héctor Casanueva es profesor e investigador en Historia y Prospectiva de la Universidad de Alcalá de Henares, director del Consejo Chileno de Prospectiva y Estrategia y ex embajador de Chile.

El Indice Global de Innovación (GII por sus siglas en inglés) 2017, acaba de ser presentado en Ginebra por la Organización Mundial de la Propiedad Intelectual (OMPI), con datos de 127 países, construidos con base en 81 variables sobre institucionalidad, capital humano e investigación, infraestructura, desarrollo de los mercados, desarrollo empresarial, producción de conocimientos y tecnología y producción creativa, factores que inciden en la capacidad innovadora de sus economías.

El GII dedica esta edición fundamentalmente a la innovación en la agricultura. Este es un tema fundamental, si consideramos el desafío demográfico –un incremento de mas de 2.000 millones de personas al 2050- que requiere aumentar la producción de alimentos a escala global por lo menos un 70%, los que además deben ser seguros, accesibles, nutritivos e inocuos.

El informe introduce por primera vez, además del ranking y datos por países y economías, una clasificación basada en “clusters de actividad de invención”, identificados dentro de los países, o grupos de países, como los lugares en los que se concentra la invención con todos sus componentes. Se elaboró con datos obtenidos del sistema del Patent Cooperation Treaty (PCT), un acuerdo operado por la OMPI, vigente desde 1978, que reúne a 142 miembros que dan cuenta del 98% de los registros de patentes a nivel regional y nacional en el mundo, con 2.7 millones de referencias de inventores.

En materia de crecimiento económico, si bien los pronósticos de crecimiento mundial han mejorado, pues para este año se espera una cifra en torno al 3,5 y para 2018 del 3,6, esta recuperación no está asegurada en el mediano plazo, por amenazas políticas, la aparición nuevamente de tendencias proteccionistas, y otras de orden estructural vinculadas al cambio tecnológico al que muchas economías no logran adaptarse aún, incluso en países desarrollados. Para asegurar el crecimiento en esta era de la “cuarta revolución industrial” y nuevos factores de competitividad, la innovación es fundamental. A este respecto, la conclusión que puede extraerse del informe, es bastante obvia: existe una total correlación entre innovación y desarrollo económico, que se potencian recíprocamente. A más innovación, más crecimiento, y a más crecimiento, más posibilidades de fomentar la I+D+i. De los primeros 25 lugares del GII, 24 son ocupados por economías desarrolladas. Y un importante dato: China, como economía de ingresos medios, se sitúa por primera vez dentro de este grupo, consecuente con el salto que ha dado en las TICs e innovación.

El ejemplo de China es claro: siendo una economía que hace 30 años estaba fuera de estas clasificaciones, la aplicación de políticas de investigación, educación superior, ciencia y tecnología, fomentando la innovación, han dado resultados evidentes en crecimiento que la sitúan ahora entre los 25 primeros lugares.

En el caso de América latina, hay señales interesantes en algunos países como Chile, México, el Brasil y Argentina, aunque nuestra región comienza a figurar recién en el lugar 46 (Chile), con algunos países situados en torno al lugar 100 entre las 127 economías evaluadas. Pero en el ranking que presenta los primeros 100 clusters, debemos notar que no hay países o regiones latinoamericanas en dicha clasificación.

En cuanto a la agricultura y la alimentación, la mayor parte del GII está dedicada a este sector, presentando trabajos que cubren desde los aspectos científico-tecnológicos hasta experiencias concretas y una panorámica en cirrtos países y regiones, entre ellas América latina. Según el informe, la agricultura y la producción de alimentos están desafiados en el mediano y largo plazo por tres factores: el crecimiento demográfico, la disminución de tierras cultivables y la falta de agua. A ello se agrega el cambio en los hábitos alimentarios tanto en los países desarrollados como en desarrollo. Esta combinación de factores debería ser encarada mediante la “agricultura digital”, que el informe define como el despliegue de tecnologías computacionales y de la información en la agricultura, claves para la innovación, como una nueva vía de desarrollo de la agricultura de precisión. Se definen cinco áreas de actuación: optimización de los recursos en las regiones agrícolas actualmente productivas; intensificación de la producción en zonas que disponen de buenos recursos agrícolas básicos pero que actualmente producen poco (por ejemplo, África occidental y Europa sudoriental); expansión de los sistemas de producción locales y ambientales controlados, como las granjas urbanas, los invernaderos y los sistemas de cultivo en interiores; mejoramiento de la genética de los cultivos y de los animales, para una menor incidencia de enfermedades e insectos; y mayor eficiencia con menores pérdidas en la cadena de suministro de alimentos.

Para promover la innovación y optimizar la producción agrícola, hay que considerar que tanto las inversiones como la preparación de los trabajadores son claves, al igual que ocurre en la industria manufacturera, sólo que en la agricultura las soluciones digitales son mas complejas y menos escalables. Según el GII, la penetración de las tecnologías digitales de punta está avanzando rápidamente en la industria agrícola de las economías desarrolladas, y está teniendo un impacto cada vez mayor en los países en desarrollo. Características únicas de la agricultura, como son recursos variables y altamente localizados, problemas de conectividad en áreas rurales, brechas en educación e investigación, falta de empresas de apoyo y otros, hacen que la agricultura digital requiera una especial atención de las políticas públicas, ya que “es una vía primaria hacia un desarrollo sustentable del suministro de alimentos”.

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