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Los conflictos separatistas en el mundo
Lun, 02/03/2015 - 10:47

José E. Mosquera

La interconexión eléctrica Colombia-Centroamérica
José E. Mosquera

José E. Mosquera es periodista y escritor colombiano. Es columnista de los diarios El Tiempo, El Espectador, Portafolio, El Colombiano, El Mundo, La República, La Patria, El Liberal, El Universal y La Tarde (Colombia), La Nación (Costa Rica), La Prensa, La Estrella de Panamá y El Panamá América (Panamá), El Heraldo (Honduras), Tal Cual (Venezuela) y El Nuevo Diario (República Dominicana), entre otras publicaciones nacionales y extranjera.

Mal contados, existen más de 60 conflictos separatistas en el mundo. Unos por motivos tribales, lingüísticos, étnicos y religiosos; otros por discriminaciones y marginaciones en los repartos de los poderes políticos. Algunos por inequidades en las distribuciones de las riquezas y los usufructos nacionales de las explotaciones de los recursos naturales; otros por razones nacionalistas e intereses económicos, geopolíticos y geoestratégicos de grupos de ciudadanos inconformes de ciertas potencias y empresas multinacionales.

La mayoría de esos brotes secesionistas se concentran en Europa, Asia, África, y en menor intensidad en nuestro continente. Unos son alzamientos pacíficos, otros armados y algunos son señalados como eslabones del terrorismo. En nuestro continente los casos más relevantes son en México con Chiapas, Canadá con Quebec. En Europa, España afronta los movimientos separatistas del país Vasco, Cataluña y Andalucía. Italia tiene líos en Lombardía, Véneto, Cerdeña y Sicilia, y Francia en Córcega.

Inglaterra encaró el referéndum separatista de Escocia donde salió "victoriosa". Rumania sortea el movimiento separatista de la minoría húngara en la región de Transilvania. En Bélgica, los flamencos exigen su autonomía, y en Moldavia la región de Dniéster pide a grito su independencia.

En Asia, Irak y Siria afrontan el surgimiento del Estado Islámico. Ambos países no sólo afrontan los desafíos militares que implica combatir militarmente a este grupo de fundamentalistas sunitas, sino la amenaza que encarna para sus existencias como Estados. El territorio que controlan son las zonas petroleras más estratégicas y preponderantes dentro del mapa petrolero mundial y, por ende, clave para los intereses estratégicos de las potencias en la región.

China enfronta una ola de separatismos en el Tíbet, Xinjiangy de los Uigur. Pakistán enfrenta agitaciones separatistas en Cachemira y Beluchistán. India combate brotes secesionistas en Misorata, Assan, Nagaland y Cachemira. Indonesia lidia con reclamaciones independentistas en Aceh y Papúa Oriental. Tailandia sortea las luchas separatistas de las provincias de Pattani, Yala y Narathiwat. Ucrania afrontó la separación de Crimea y ahora enfrenta movimientos separatistas en las regiones de Donetsk y Lugansk, que amenazan en desintegrarla en más de tres países.

Entre tanto, Filipinas encara las luchas islamistas por crear un nuevo Estado en Mindanao y Turquía afronta con crudeza el movimiento separatista de los kurdos.

La desintegración de la Unión Soviética desencadenó el resurgimiento de varios movimientos separatistas que el régimen socialista había proscrito, pero luego de su caída se revivieron. Por eso en Rusia las regiones de Chechenia e Ingushetia se revelaron buscando su autodeterminación. Idéntica situación se vive en Georgia, donde los territorios de Abjasia, dominados por una mayoría musulmana, desean su anexión a Rusia y los de Osetia del sur su anexión a Osetia del Norte, amén de otros separatismos que han surgido en las otras ex repúblicas soviéticas.

En África, existen más de 35 movimientos separatistas, entre los cuales destacan las luchas secesionistas en Nigeria de grupos fundamentalistas como Boko Haram, en Malí y en Niger los Tuareg; los Diola en Senegal y en Marruecos, el del Sahara Occidental. Igualmente se presentan problemas de movimientos secesionistas en Mauritania, Argelia, Sudán, Sierra Leona, Angola, Kenia, Somalia, Togo, Ruanda, La República Democrática del Congo, Uganda, Etiopia, Burundi, Liberia, Mauritania y Nigeria, entre otros.

En África, las fiebres separatistas tienen multiplicidades de causas. Unas relacionadas con la manera en que las potencias coloniales delimitaron sus dominios, unificando territorialmente a etnias que habían tenido ancestrales disputas. Por eso después de la independencia, los países heredaron semilleros de rencillas y endémicas discordias tribales y étnicas que han originado diversidades de rebeliones separatistas.

Otras causas están ligadas al tribalismo, la etnicidad y la religión, tres elementos trascendentales en la política africana, debido a que tienen mayores fuerzas de cohesión política en las poblaciones que las nacionalidades. En un continente donde los grupos tribales que compiten entre sí por el control de la tierra y los recursos naturales estructuran sus organizaciones políticas, basadas en connotaciones tribales, étnicas y religiosas.

En consecuencia, encontramos tribus cuyos líderes controlan durante décadas los poderes políticos y económicos en determinados países y los líderes de otras, relegados de los mismos. Eso es lo que ha sucedidos en países africanos como Malí, donde la etnia bambara, predominante en el sur y en los alrededores de Bamako, la capital, ha controlado desde la independencia el poder político y económico. Mientras que los tuareg, mayoritariamente en el sur, donde se concentran las principales riquezas del país, han sido relegados y discriminados de los círculos del poder.

En conclusión: las manipulaciones políticas de lo étnico y lo religioso han jugado y juegan roles determinantes en los alzamientos separatistas. Por eso cada vez más proliferan los movimientos políticos tribales y étnicos con ropajes religiosos que luchan por las secesiones de sus feudos en contra de los poderes centrales en sus países.

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