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Los desafíos de Michelle Bachelet para un nuevo gobierno
Lun, 16/12/2013 - 13:27

Pamela Figueroa Rubio

Bachelet y la incertidumbre del triunfo en primera o segunda vuelta
Pamela Figueroa Rubio

Pamela Figueroa Rubio es Directora de la Escuela de Ciencia Política de la Universidad Central de Chile y docente a nivel de postgrado en el Instituto de Asuntos Públicos de la Universidad de Chile, así como en la Academia Nacional de Estudios Políticos y Estratégicos (ANEPE), dependiente del Ministerio de Defensa de Chile. Es Master of Arts en Estudios Latinoamericanos por Georgetown University, y Doctoranda en el Instituto IDEA, Universidad de Santiago de Chile. Sus áreas de especialización son política latinoamericana, relaciones internacionales y seguridad. Durante la administración de la presidenta Michelle Bachelet (2006-2010) se desempeñó en el Ministerio del Interior como jefa de la División de Gobierno Interior.

Michelle Bachelet ganó las elecciones presidenciales en Chile con un contundente 62% de las preferencias. Con una larga trayectoria, esta mujer socialista, médico pediatra, ex ministra, ex presidenta y quien lideró un pionero programa de ONU Mujeres, vuelve a la presidencia de Chile con más experiencia y un amplio respaldo ciudadano. Sin duda su trayectoria y liderazgo serán fundamentales para esta nueva etapa en la política chilena.

Chile es un país que se ha caracterizado por su estabilidad y por la calidad de sus instituciones democráticas. Desde los inicios del período republicano Chile fue construyendo instituciones políticas sólidas, y un sistema de partidos con un significativo arraigo social. Si bien la democracia en sus inicios fue de carácter oligárquico –como lo fue en gran parte de América Latina- los cambios sociales y económicos del país desafiaron al sistema político a ser cada vez más inclusivo. La primera mitad del siglo XX vio la expresión de diversos movimientos sociales y el surgimiento de partidos políticos que representaban a los grupos sociales emergentes, y así fue como Chile implementó cambios por la vía democrática y de una manera gradual.

En la década de los 90, y luego de 17 años de autoritarismo, Chile emprende un nuevo ciclo democrático. La transición y consolidación democráticas fueron lideradas por gobiernos de coalición de centro-izquierda, la “Concertación de Partidos por la Democracia”, que tuvo cuatro gobiernos continuos y una amplia agenda de políticas públicas centradas en la disminución de la pobreza y la modernización del país. Michelle Bachelet fue la última presidenta de este exitoso ciclo de gobiernos, y a pesar de un gran apoyo de los chilenos al fin de su mandato, en marzo de 2010 Bachelet entrega la banda presidencial al líder de la coalición de derecha, Sebastian Piñera Echenique.

El triunfo de Michelle Bachelet impresiona no sólo por el alto respaldo ciudadano, sino también por su reelección. Es la primera presidenta en elegirse para un nuevo período en este nuevo ciclo democrático, a lo que se suma haber sido la primera presidenta mujer en toda la historia de Chile. Muchos se preguntan a qué se debe su éxito. El liderazgo de Michelle Bachelet fue poco tradicional desde sus inicios. Durante el gobierno del presidente Ricardo Lagos, Bachelet ocupó las carteras de Salud y Defensa, donde destaca por su empatía y transparencia. A pesar de su larga trayectoria como militante socialista, su liderazgo no viene desde los partidos si no de la ciudadanía. La significativa presencia en las encuestas la levantó como carta presidencial, respaldada por la Concertación de Partidos por la Democracia. Luego de su primer gobierno (2006-2010), Michelle Bachelet toma un nuevo camino, el de liderar el programa de la Organización de Naciones Unidas para promover los derechos de las mujeres en todo el mundo. Esto le permitió colaborar en una organización de amplio prestigio, y a la vez conocer de cerca otras realidades. Al mismo tiempo se alejó de la contingencia política chilena, en un contexto de un gobierno de derecha que fue muy crítico a su gestión. 

Hoy Bachelet vuelve al gobierno en un país distinto. La mayoría de los líderes políticos, sociales y de opinión, coinciden que Chile ha cambiado y que se inicia un nuevo ciclo. El año 2011 el país fue testigo del despertar de movimientos sociales y ciudadanos que exigían cambios estructurales para construir una sociedad más inclusiva e igualitaria. Miles de estudiantes salieron a las calles a exigir una educación pública, gratuita y de calidad, reviviendo con más fuerza lo que fueron las movilizaciones estudiantiles del 2006. Los chilenos también se movilizaron por la defensa del medio ambiente y los pueblos originarios; y exigieron el respeto de derechos civiles, como ha sido el debate público por el matrimonio igualitario. Los logros que ha tenido Chile durante las últimas décadas en términos de crecimiento económico y democratización política abren hoy un nuevo ciclo de demandas ciudadanas.

Una sociedad más empoderada que no se siente totalmente representada por el sistema político actual.
Un acierto de Michelle Bachelet, y que explica también su éxito, es la correcta lectura de este nuevo Chile que se expresa en un programa de gobierno de grandes transformaciones. El programa de gobierno tiene un claro énfasis en la disminución de las desigualdades y en la re-significación de la política.

Tres ejes lo definen: reforma a la educación, reforma tributaria y nueva constitución. Es una apuesta por cambios transformadores, en un marco institucional y de medidas graduales. Es un programa que además ha sido conocido desde que ella acepta ser candidata y que ha sido refrendado por los partidos políticos que la apoyan y por los ciudadanos en distintas instancias democráticas. Recordemos que Michelle Bachelet se impuso en las primarias legales de su coalición en julio de 2013, en la primera vuelta de la elección presidencial el 17 de noviembre y finalmente gana en segunda vuelta el 15 de diciembre con un 62,16% de los votos. Bachelet cuenta con un amplio respaldo para su programa y con mayorías en el parlamento para implementar al menos, la reforma tributaria y la reforma a la educación. Una nueva constitución requiere de un mayor consenso y por tanto el mecanismo de implementación de esta propuesta deberá definirse en los próximos meses.

Las altas expectativas de un nuevo gobierno de Bachelet conviven con una baja participación electoral. Uno de los temas recurrentes durante las últimas semanas fue la incertidumbre sobre las tasas de participación. Desde el año 2012 Chile implementó un sistema de voto voluntario, como respuesta a las demandas de cambio al sistema político. Este sistema se implementó en las elecciones municipales de 2012 y en las presidenciales y parlamentarias de 2013. Estos procesos han demostrado que sólo la mitad de los chilenos concurrieron a votar pudiendo elegir hacerlo o no; y en la definición presidencial del 15 de diciembre uno de cada dos chilenos con derecho a voto no participó.

Hay distintos análisis con respecto a las causas de la baja participación, pero claramente no se debe sólo al mecanismo, y se requieren diversas medidas que apunten a re-encantar a los ciudadanos con la actividad política. Las medidas de Bachelet buscan también rescatar la buena política, la de proyectos colectivos y mayor participación. Por eso se hace necesaria una nueva constitución, que sea legítima en su origen y que garantice mayor inclusión.

Michelle Bachelet tiene el respaldo ciudadano y mayoría en ambas cámaras. Su principal desafío será avanzar en la implementación de un programa de gobierno transformador manteniendo una coalición mayoritaria y sumando el respaldo de independientes. Deberá hacerlo además con una ciudadanía movilizada y expectante, y con una oposición política que pasa por uno de sus momentos más críticos.

Bachelet ya demostró que sabe gobernar, y eso le da una base sólida para empezar un nuevo ciclo. Pero hoy Chile es un país más dinámico, más exigente y a la vez apático; lo que requerirá de un liderazgo dialogante y renovada fuerza política.

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