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Los retos de reconstruir a la Mosul liberada
Lun, 03/07/2017 - 10:23

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

Las huestes del Estado Islámico o ISIS, que durante tres años reinaron en la ciudad de Mosul, la tercera más importante de Irak, han sido expulsadas finalmente. Esto significa un golpe mortal para el proyecto del Califato Islámico que pretendió establecer esta organización islamista radical, cuyas bases territoriales de operación fueron justamente la ciudad iraquí de Mosul y la entidad siria de Raqqa. Y aunque es cierto que a pesar de las recientes derrotas sufridas por ISIS en esas entidades no se elimina su actividad terrorista, diseminada ahora por el mundo a partir de sus células dispersas que continúan planeando “limpiar a la humanidad de la plaga de los infieles”, es un hecho que para los habitantes de Mosul en particular termina una larga pesadilla de tres años, por más que ahora enfrenten el duro reto de reconstruir su vida y su ciudad en todos sentidos.

El gobierno iraquí ha revelado que cuenta con un plan multimillonario de diez años destinado a la reconstrucción del país, plan en el que Mosul figura en primer plano, ya que se trata de la tercera ciudad en importancia económica, política y demográfica de Irak, después de Bagdad y Basora, además de que ahí fue precisamente donde la destrucción de infraestructura y la huida de la población fue más intensa que en ninguna otra parte. La pretensión del gobierno encabezado por Haider Al Abadi es la de conseguir los recursos necesarios mediante créditos proporcionados por el Banco Mundial, así como por inversiones de diversas procedencias. Pero, además, se ha diseñado un proyecto consistente en programas culturales y religiosos que desde las escuelas, las mezquitas y las iglesias promuevan valores de coexistencia, tolerancia y moderación, a fin de neutralizar los estragos y la herencia de odios dejada por el fanatismo del ISIS.

Uno de los éxodos más notables de Mosul durante el reinado del ISIS fue el de la población cristiana que fue acosada y diezmada cruelmente por los islamistas fanáticos. De ahí que la inmensa mayoría de los cristianos huyó hacia el Kurdistán iraquí, o a Bagdad, mientras que algunos lograron asilarse fuera de su país, sobre todo en Europa y Estados Unidos. Ahora, liberada Mosul, se plantea el regreso de muchos de esos miles y miles de exiliados que aspiran a retornar a sus hogares y recuperar sus propiedades. Pero tal como lo expresara el patriarca caldeo de Bagdad, Louis Raphael Sako, existen muchos temores y una gran desconfianza para emprender el camino de vuelta. Temen a sus vecinos sunnitas que bajo la influencia del ISIS se han radicalizado y podrían ejercer venganza sobre aquellos a quienes siguen viendo como enemigos. Además, temen de los artefactos explosivos plantados en la ciudad y dudan de la capacidad del gobierno central para protegerlos. Necesitan recibir cierta seguridad de recuperar sus trabajos y de que van a ser protegidos de la violencia sectaria que ha sido la norma no sólo desde la aparición del ISIS, sino aun desde mucho antes de ello. Y aunque la juventud de Mosul emprendió una iniciativa ciudadana consistente en limpiar y restaurar iglesias y monasterios arrasados para alentar así a los cristianos a volver, no se vislumbra que en el corto plazo esté recuperada la dosis de confianza necesaria para el retorno de los exiliados. La estela de destrucción y de horrorosas escenas de violencia y asesinatos masivos no será fácil de borrar de la memoria de quienes fueron víctimas de una de las persecuciones de carácter religioso más espeluznantes de nuestro tiempo.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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