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Negociación Israel-Palestina, al borde del colapso
Dom, 06/04/2014 - 14:11

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

Esta semana fue catastrófica en el ámbito de las negociaciones entre israelíes y palestinos, promovidas por la administración de Estados Unidos. Desde julio pasado y gracias a los esfuerzos especiales del secretario de Estado, John Kerry, las partes en conflicto empezaron a dialogar después de años de no hacerlo. Al inicio de las pláticas, se acordó que éstas tendrían un límite de nueve meses para ofrecer resultados, y el calendario marca que, en cerca de tres semanas, ese plazo vencerá. Kerry pretendía la consecución de un acuerdo marco entre las partes, que fuera un principio sólido capaz de encauzar el proceso que, eventualmente, condujera a acuerdos definitivos. Pero por lo visto, nada indica que ese acuerdo marco esté a punto de nacer, más bien, lo ocurrido estos últimos días presagia un fracaso lamentable en los objetivos centrales marcados al inicio de las negociaciones.

En la sesión del jueves pasado, en la que el enviado estadounidense Martin Indyk fungió como mediador oficial, las recriminaciones mutuas, las discrepancias y las amenazas que las partes en conflicto manifestaron llevaron las cosas al borde del derrumbe. Después de meses de estar enfrascados en la discusión de las demandas básicas de las partes -de Israel, su reconocimiento por la Autoridad Palestina de ser el Estado del pueblo judío, y de los palestinos, la suspensión de construcción de asentamientos judíos en Cisjordania y Jerusalén Oriental-, la resistencia de ambos a ceder condujo a un exacerbamiento de las tensiones y a la exasperación de los estadounidenses, que manifestaron su intención de retirarse del proceso.

Desde antes, el deterioro en el clima negociador era evidente. La escalada en las tensiones ha sido producto tanto de los desacuerdos acerca de los puntos básicos mencionados, como de la negativa israelí a proceder a la cuarta etapa de liberación de presos palestinos, que se tenía programada para la semana pasada. Por añadidura, la representación palestina anunció que en vista de la gravedad de la situación, solicitaría su incorporación a 15 convenciones internacionales, lo que le permitiría, entre otras cosas, acusar a Israel de crímenes de guerra en esos foros. Como consecuencia, ese mismo día, la funcionaria del departamento de Estado de la administración de Obama, Marie Harf, declaró que su país estaba muy cerca de abandonar los esfuerzos de pacificación en vista de la ausencia de progreso.

Sin embargo, tal parece que los norteamericanos no han tomado aún la decisión definitiva de “tirar la toalla” y el día de hoy se estaría celebrando una ronda más de pláticas con objeto de salvar la situación. Para el gobierno de Obama, hay demasiado invertido en este proceso y su abandono le significaría un revés grave en su ya de por sí cuestionada política exterior de cara al Oriente Medio. Su reciente exhorto a los liderazgos israelí y palestino, de que deben hacer una reconsideración seria de su compromiso a dar pasos difíciles en aras de la paz y de la promoción de la fórmula de “dos estados para dos pueblos”, habla de la importancia de este tema para la política exterior de Washington.

Dado este panorama y a menos que ocurriera un milagro, el éxito en la negociación se vislumbra como una quimera, ya que lo acontecido a lo largo de los ocho meses pasados, desde el inicio de las pláticas, así lo demuestra. En ese sentido, es evidente que crece el desencanto de todos aquellos que apostaron por la conciliación y el avance hacia a la pacificación a través del diálogo negociador, al mismo tiempo que los sectores extremistas e intransigentes celebran este aparente fracaso por constituir de hecho un magnífico impulsor de sus políticas y proyectos belicosos.

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