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No hay "buenos" entre quienes combaten en Siria
Lun, 05/03/2018 - 09:18

Farid Kahhat

Las buenas noticias que trae el fallido atentado a Times Square
Farid Kahhat

Peruano, doctor en Relaciones Internacionales, Teoría Política y Política Comparada en la Universidad de Texas, Austin. Fue comentarista en temas internacionales de CNN en español, y actualmente es profesor del Departamento de Ciencias Sociales de la PUCP (Perú) y analista internacional.

Según algunas fuentes, el número de guerras civiles a nivel mundial disminuyó un 75%, entre 1992 y 2012. Durante ese período, disminuyó también el número de muertes relacionadas con los combates. Según el reporte anual "Tendencias en Conflictos Armados" de 2016, sin embargo, el 2013 marca un punto de inflexión: desde ese año tanto el número de conflictos armados como de muertes relacionadas con los combates crecen a nivel mundial.

Pero el mismo reporte pone esa información en perspectiva. De un lado, indica que las cifras de conflictos armados y de muertes relacionadas con los combates siguen siendo bastante menores a las que se produjeron durante la Guerra Fría. De otro lado, distingue entre guerras y conflictos armados, y define a las guerras como conflictos armados que provocan cuando menos mil muertes relacionadas con los combates. Esa distinción es importante porque las guerras de todo tipo provocan no menos del 95% del total de muertes relacionadas con los combates en el mundo. Y entre 2012 y 2014, la mitad de las muertes producidas por conflictos armados a nivel mundial tuvieron lugar en un solo país: Siria.

Por eso, según el reporte del 2017, a medida que las muertes relacionadas con los combates en Siria comenzaron a disminuir, también lo hicieron esas cifras a nivel mundial. Aunque 2016 fue el quinto año más violento desde el fin de la Guerra Fría, se produjeron ese año una disminución en el número de muertes relacionadas con los combates, como en el número de conflictos armados respecto a 2015.

El estudio advierte, sin embargo, de una tendencia a la internacionalización de los conflictos armados que explicaría el elevado número de bajas durante la guerra en Siria. Operan en el espacio territorial de ese país fuerzas militares de Irán, Israel, Rusia, Turquía y de la coalición liderada por los Estados Unidos, además de grupos irregulares armados provenientes del exterior (como Hezbolá).

Ahora bien, la mayoría de esos actores alegan haber intervenido en Siria para combatir una amenaza a la seguridad global: el autodenominado “Estado Islámico”, también conocido por su acrónimo en árabe como “Daesh”. Pero el Estado que esa organización pretendía erigir en territorio sirio (entre otros) ha desaparecido y, sin embargo, los combates en Siria, lejos de disminuir, han recrudecido. Según el Observatorio Sirio de Derechos Humanos, los bombardeos del régimen de Bashar Al Assad provocaron la muerte de unas 500 personas sólo en la parte oriental de la ciudad de Guta, en una semana.

Como decíamos hace unos meses en esta columna, “como suele ocurrir ante la victoria de una coalición a la que sólo une el enemigo común, se acerca el momento de dirimir quién entre los victoriosos habrá de controlar los territorios, recursos y personas que abandone Daesh”: esa es la lógica de los múltiples conflictos focalizados que presenciamos ahora. Es decir, cada contendiente pelea para conseguir sus propios fines sin mayor consideración, por lo que ello implique para la población civil.

Cuando el periodista Anand Gopal preguntó a civiles en Afganistán cuáles eran sus preferencias entre los bandos en pugna, la respuesta de una madre dio nombre al libro que escribió sobre la guerra en ese país: “No hay hombres buenos entre los vivos”. Lo mismo podría decirse sobre los contendientes que martirizan hoy a Siria.

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