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¿Nos estamos tomando la economía en serio en Chile?
Mié, 12/07/2017 - 09:54

Rodrigo Barcia

¿Nos estamos tomando la economía en serio en Chile?
Rodrigo Barcia

Rodrigo Barcia es profesor e investigador de la Universidad Finis Terrae (Chile), Doctor en Derecho y Magíster en Economía y Dirección Internacional de Empresas.

La vida de muchos economistas ilustres es admirable. De entre ellos, uno de los más destacados, sin lugar a dudas, fue Alfred Marshall. A él le debemos la elaboración de la curva de la oferta y demanda, como mecanismo de toma de decisiones económicas. No es del caso analizar los aportes de este insigne economista, pero él, como tantos otros, lejos de la creencia popular, se ocuparon de la pobreza y de crear mecanismos para mejorar la vida de las personas. Se cuenta que la preocupación de Marshall en esta área, era tanta, que tenía un cuadro de un mendigo colgado en frente de su despacho para de esa forma no olvidar nunca cuál debería ser la principal preocupación de un economista: el mejoramiento de la situación de los más desposeídos. Para los concomistas, la fórmula del éxito pareciera ser sencilla y consiste en que a medida de que las sociedades sean prosperas y tenga políticas sociales eficientes, todos tendremos una mejor vida, incluyendo, sobre todo, a los más necesitados.

Es así como en estos últimos años los dirigentes en Chile, de los más variados partidos, pero sobre todo de izquierda, han comenzado a ignorar las proyecciones que nos enseña la "Economía" sobre las decisiones públicas y sus repercusiones en el mercado y los ciudadanos. No sabemos muy bien si ello es mero voluntarismo, ignorancia o si se debe a una agenda estatista o simplemente es consecuencia de un populismo galopante.  Sin duda, esto ha conducido a un empeoramiento de la calidad de vida, afectando gravemente al futuro del país. Un claro ejemplo de ello es el sistema de transporte público de la capital de Chile, el Transantiago, proyecto de buses que ha deteriorado fuertemente la calidad de vida de los santiaguinos.

El problema del Transantiago fue de implementación y teoría económica en el nivel más elemental. Cuando se implementó, significó el reemplazo de camiones adaptados como buses por modernas máquinas, con alta tecnología, mejora de infraestructura, mejores conductores, etc. Todo ello impactaba fuertemente en los costos del transporte. Como nos diría Marshall, si usted quiere mantener la frecuencia en el transporte público, subiendo fuertemente la calidad del servicio en un sistema de mercado, ello se debe ver reflejado en una subida sustancial de los precios.

Por el contrario, el gobierno de la presidenta Michelle Bachelet decidió mantener los precios del pasaje, ante lo cual los licitantes tuvieron que ofrecer menos buses. Así, por ejemplo, en un recorrido que mantenía los CL$350 por pasaje de la época, sólo era posible licitar 30 buses y no 60 como era los que se necesitaban para mantener la frecuencia (en cuyo caso el costo del pasaje aumenaba a CL$700). La frecuencia o el desabastecimiento fueron la consecuencia lógica de la mala regulación, algo totalmente previsible.

Otro ejemplo, más actual, tiene relación con la nueva Ley de Estacionamientos y la gratuidad horaria en los espacios que ofrece el retail. Por lógica de mercado, la gratuidad ofrecida se tiene que ver representada en un aumento de costos y de precio.

Imaginemos que un retail construye más de 3.000 estacionamientos subterráneos y que la constructora pretende recuperar la inversión a 20 años, con una tasa de interés de retorno de x%. Pues bien si ahora se exige que los 30 primeros minutos sean "gratis", ¿adivine usted quién paga esos 30 minutos? Naturalmente lo harán los que estén más de 30 minutos, porque deberán pagar el estacionamiento de los que lo hagan "gratis". Es así como los precios aumentarán de manera considerable, pues habrá que suplir la pérdida que significa entregar "tiempo gratis".

Nótese, que de imponerse una gratuidad total, los consumidores seguiremos pagando la cuenta del estacionamiento, pero esta vez lo haremos a través de las tasas que los locatarios deberán pagar por los estacionamientos a la administración del retail. Eso sí que con menores garantías que si las pagásemos directamente, y haciendo que los que no utilizan auto también paguen por los estacionamientos. Cuando compremos un producto en el retail estaremos pagando el estacionamiento, como pagamos cualquier servicio adicional del mall (así sucede con los sanitarios, la limpieza, etc.). Y ello es así porque de esta manera opera la lógica de precios.

Este no es un tema menor por cuanto las lógicas anti mercado, en definitiva, llevan a que la iniciativa privada se vaya desincentivando y que socialmente seamos cada día más pobres, y que el Estado, aunque parezca paradójico, cuente con menos recursos de impuestos para generar igualdad de oportunidades. Es imperioso que la sociedad comience a castigar electoralmente a estas políticas anti mercado. Por tanto, si detecta alguno de estos comportamientos, por favor, no reelija a los que promueven semejantes políticas públicas, pues como explicaba Marshall, estarán atentando contra la calidad de vida de los más desfavorecidos.

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