Pasar al contenido principal

ES / EN

Paradoja chilena: indicadores económicos mejoran; popularidad del gobierno no
Mié, 30/01/2013 - 22:51

Carlos Tromben

Disparen contra el banquero
Carlos Tromben

Carlos Tromben es editor ejecutivo de la edición internacional de AméricaEconomía.

Es curioso lo que pasa en Chile. Mes a mes las cifras macroeconómicas mejoran, los indicadores de empleo, inflación y crecimiento superan las proyecciones de los expertos, y, sin embargo, la popularidad del gobierno permanece anclada en un terco y escuálido 30%. ¿Cómo explicar este desacople? Más aún, diversas encuestas muestran una población más feliz que frustrada, más optimista que recelosa del futuro. El logro individual y la frustración colectiva parecen empatados.

Cualquiera que visite la capital chilena notará una población no solo bien alimentada, sino además proclive a gastar en ocio y entretención. Notará también la convivencia, en cada esquina, de distintos acentos hispanoamericanos. Son los inmigrantes venezolanos, cubanos, colombianos, españoles que llegan y siguen llegando a Chile atraídos por las señales de un mercado laboral vibrante. La más aburrida y convencional de las capitales latinoamericanas se ha transformado, en parte gracias a ellos, en una metrópoli cosmopolita y hasta cierto punto hedonista, donde la salsa convive con la electrónica, el rock pesado y la gastronomía fusión.

¿Qué explica, entonces, que el gobierno de Sebastián Piñera no remonte en las encuestas y los candidatos de su propia coalición a relevarlo parezcan condados a una derrota rotunda?

Chile es hoy tierra fértil para sociólogos y antropólogos, donde la labor de los economistas parece más bien la de una dueña de casa cuya prole da por sentado que la despensa está llena y quiere siempre más. Más y mejor. Más libertad, más bienes de consumo, pero también más protección y respeto: una relación precio/calidad de los servicios públicos, en particular la salud y la educación, a la altura de lo que sus propios gobernantes han prometido y lo que las cifras macroeconómicas les animan a exigir.

¿Acaso Chile es un país que tocó techo en cuanto al modelo y su gestión ortodoxa, donde la subjetividad de los ciudadanos se ha volcado hacia otro tipo de demandas? La estabilidad de precios o la creación de empleos (precarios muchos de ellos, hay que reconocerlo), no se capitalizan políticamente debido a las desigualdades, pero también a la falta de narrativa y liderazgo del presidente de la república y a la dramática falta de renovación de la clase política.

Un par de datos: el sistema electoral mantiene, desde hace al menos una década, un virtual empate en el parlamento entre las dos principales coaliciones políticas, la Concertación (centroizquerda) y la Alianza (centroderecha). Si la Concertación gana las próximas elecciones presidenciales, la posibilidad de que el país caiga en un sistema puntofijista como el que llevó a Venezuela  hacia el populismo chavista no es menor. Le falta aire al sistema político, y sus actores no tienen el menor apuro en abrir las válvulas para descomprimir la tensión larvada, como demostró el reciente rechazo a la reforma del sistema electoral. No existe, en el horizonte político chileno, ni un caudillo populista como el comandante venezolano, ni un líder intrasistémico que redima los logros innegables del modelo, proyectándolos más allá de su horizonte actual de posibilidades. 

La ex presidenta Michelle Bachelet, según las encuestas, debiera ganar cómodamente las próximas elecciones en base a un mix de atributos marcados por la empatía, un rasgo ausente de manera dramática en el presidente en ejercicio. Bachelet abraza y mira al ciudadano y a la ciudadana de a pie con una fuerza comparable a la de Barack Obama. No en vano Steven Spielberg la convocó para la promoción de su película sobre Abraham Lincoln. Sin embargo, ¿será ella la líder capaz de desactivar los conflictos étnicos que desangran el sur del país, de abrir el juego hacia las minorías sexuales, de mejorar los pobres  indicadores de productividad, innovación, educación y desigualdad del país? Un gran signo de interrogación, alimentado por la opacidad de sus lugartenientes.

Pese a ser una potencia exportadora de alimentos, la balanza comercial alimenticia del país es negativa. Pese a tener bajos índices delictuales, sus ciudadanos viven en el temor (en parte debido a 20 años de propaganda derechista). Cualquier falla en el suministro de electricidad o de agua activa toda clase de teorías conspirativas. Chile está sano y enfermo a la vez. Como el patito feo del cuento de Andersen, los chilenos se miran en un espejo distorsionado. Se odian y se miran el ombligo; piden, exigen, imploran la llegada  de un líder a la altura de sus logros.

Países
Autores