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Perú: The Rule of Law
Mié, 06/02/2013 - 01:06

Alfredo Bullard

¿Petroperú compite en igualdad de condiciones?
Alfredo Bullard

Alfredo Bullard es un reconocido arbitrador latinoamericano y autor de "Derecho y economía: El análisis económico de las instituciones legales". Es socio del estudio Bullard Falla y Ezcurra Abogados.

El idioma es un claro indicador de la cultura y un condicionante importante de lo que hacemos. Que un término no puede ser traducido de un idioma a otro indica que en el idioma donde el término no existe, no solo hemos perdido una palabra, sino su significado.

Ello pasa con términos como ‘enforcement’, ‘accountability’ o ‘Rule of Law’. No es de extrañar, por ello, que en los países hispanohablantes lo que esos términos significan tenga menos vigencia que en los anglohablantes.

‘Enforcement’, que significaría algo así como “hacer cumplir las leyes, reglas y compromisos”, no tiene un equivalente en español que indique con la misma fuerza e intensidad la necesidad de que las personas cumplan con lo que están obligados a hacer.

‘Accountability’, traducido con el impreciso e insípido término “rendición de cuentas”, significa que los agentes, en especial los estatales, estén sujetos a controles que limiten el uso ilegítimo y abusivo del poder que se les entrega, algo que en nuestro país brilla por su ausencia.

Y ‘Rule of Law’, que significa la conciencia que deberíamos tener los ciudadanos de que hay un ordenamiento de reglas que está vigente, que es predecible, y que se aplica con justicia e igualdad a todos, es traducido como “Estado de derecho”, término que ni por asomo transmite el mismo sentido de vigencia en la conciencia y psicología de los individuos de que la Ley y el Derecho son una realidad.

Estudios del Banco Mundial señalan que, eliminado el efecto de la existencia de recursos naturales, la existencia de una Rule of Law explica más de la mitad de diferencia en el nivel de crecimiento entre los países desarrollados y los países en vías de desarrollo. Reglas predecibles y creíbles generan la confianza para la inversión y la interacción que crea riqueza y oportunidades.

Esto se refleja en todos los aspectos de nuestras vidas. Cuando en el Perú vemos un patrullero por el espejo retrovisor que nos hace señas para que nos detengamos, los peruanos no tememos a la ley. Tememos a la extorsión. El policía no persigue que la ley se cumpla. Quiere dinero y usará la ley, o su arbitraria interpretación de la misma, para esquilmarnos. Y lo más curioso es que una inmensa mayoría de peruanos caerá en el juego. Ni el policía ni el ciudadano creen ni cumplen la ley. La ley no es ‘enforceable’, el policía no es ‘accountable’ y ninguno de los involucrados tienen en su conciencia nada parecido a ‘the Rule of Law’.

En ese contexto, no es extraño que no tengamos confianza en el futuro, porque el destino está regido por la arbitrariedad antes que por la razón.

Milton Friedman decía que él siempre aconsejaba tres cosas a los países que vivían una transición del socialismo: “Privatizar, privatizar y privatizar”. Pero luego de diez años de repetir la frase, reconoció que se había equivocado. “Seguramente el Estado de derecho (Rule of Law) sea más importante que la privatización”.

El pánico que experimentamos cada cinco años cuando hay elecciones y pensamos que Alan García o Humala destruirán nuestro desarrollo se deriva de no entender qué significan esos tres términos. Y al no hacerlo no hemos podido construir un país en el que existan las instituciones que representan los valores y convicciones suficientes para darnos tranquilidad. Sin Rule of Law cada elección es una lotería donde la única regla es la inexistencia de reglas.

Vemos las elecciones como el patrullero por el espejo retrovisor. Quien se acerca no es confiable. El Derecho no está presente para protegernos de la arbitrariedad. El deseo y el instinto desplaza a la razón. El futuro se vuelve un juego de azar. En ese contexto, la fuerza de la ley ha sido reemplazada por la ley de la fuerza. Y parafraseando a Locke, allí donde la ley termina, comienza la tiranía.

*Esta columna fue publicada con anterioridad en el centro de estudios públicos ElCato.org.

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