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¿Por qué diversificar la matriz energética en Chile?
Mié, 10/11/2010 - 10:02

Arturo Brandt

La huella del agua
Arturo Brandt

Arturo Brandt es abogado de Universidad Diego Portales (Chile). LLM Magíster en Leyes de Derecho Ambiental en Vermont Law School, Vermont, Estados Unidos. Actualmente es Senior Broker y representante para América Latina en TFS Green y Consultor Ambiental en Grupo Vial Abogados. Posee más de 13 años de experiencia en Chile, Estados Unidos y Alemania, realizando consultoría detallada y liderazgo de equipos multidisciplinarios y originadores de proyectos de reducción de emisiones de gases de efecto invernadero en América Latina.

Chile posee hoy una matriz energética de aproximadamente 15.460 MW instalados, de los cuales 593 MW corresponden generación a partir de energías renovables no convencionales (ERNC).

De los 593 MW, 251,8 MW corresponden a mini centrales hidroeléctricas (menores a 20MW), 165 de generación eólica y 169,1 a centrales a biomasa o biogás. No existe generación solar, mareomotriz o geotérmica conectada a grandes sistemas eléctricos (SIC o SING).

El mundo y avanza, sin retorno, hacia el desarrollo de economías bajas en carbono, lo que implica necesariamente que Chile debe adecuar su matriz energética hacia tal circunstancia. De lo contrario, corre el peligro de que sus exportaciones se vean dañadas debido a su huella de carbono, hecho que se ve incrementado por la distancia en que se encuentra Chile con relación a sus principales socios comerciales.

El 48% de las exportaciones de Chile, en 2009, estuvieron dirigidas a países que están en proceso de implementación de límites a la huella de carbono de sus productos, lo que hace pensar que esa norma será aplicada a los exportadores, a fin de igualar el nivel de la exigencia interna de los países desarrollados.

La economía chilena es una economía altamente eficiente y conectada a través de tratados internacionales con las principales economías del mundo, de modo tal que no puede ignorar las exigencias de los mercados internacionales en relación a la huella de carbono de sus productos.

Se señala, por parte de quienes se oponen a la existencia de límites internos de limitación de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI), que Chile solo es responsable de 0,25% de las emisiones de GEI mundiales, pero olvidan mencionar que las emisiones de CO2 de Chile, durante el período 1990-2005, han aumentado 70%. El mundo, en dicho período de tiempo, ha aumentado las emisiones de CO2 en 24%.

De continuar el actual nivel de emisiones de CO2, Chile, entre el período comprendido entre 2005 y 2030, verá aumentadas sus emisiones de CO2 en 395%. Como punto de comparación, otras economías emergentes en América Latina como Colombia y Perú, aumentarán sus emisiones de CO2 en 160 y 128%, respectivamente.

La generación de ERNC no solo es positiva en términos de las disminuciones de GEI, sino que constituyen un importante incentivo a la economía del país, baste para ello señalar que las ERNC constituyen un mercado de US$200 billones por año (lo mismo que se gasta en el mundo en subsidiar el consumo de combustibles fósiles); en Alemania, por ejemplo, las ERNC generan más empleo que la industria automotriz.

Chile, de esta forma podría posicionarse como proveedor de  servicios para América Latina en este mercado emergente y creciente. Por eso no puede dar la espalda al mundo y simplemente ignorar la realidad.

Por suerte, el actual gobierno ha fijado como meta para el 2020 que 20% de la matriz energética provenga de fuentes renovables no convencionales, lo que ciertamente va en línea con las exigencias del mundo desarrollado al cual Chile quiere pertenecer.

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