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Se abren tres nuevos capítulos en Oriente Medio
Dom, 08/06/2014 - 17:53

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

Egipto, Siria y la relación Israel-Palestina registraron la semana pasada sendos procesos de cambio, a partir de los cuales se establecen  escenarios distintos a los que en cada caso prevalecían. Egipto y Siria celebraron elecciones presidenciales, que muy poco tuvieron que ver con una real práctica democrática, mientras que, simultáneamente, se anunció que ha sido conformado un nuevo gobierno palestino de unidad nacional, integrado por la alianza entre Al-Fatah y Hamas.

Las elecciones en Egipto y Siria constituyeron, ambas, la crónica de un triunfo anunciado. En el primer caso, era evidente que tras el derrocamiento del presidente Mursi y la consecuente feroz represión contra la Hermandad Musulmana, el general Abdul Fatah Al-Sisi se consolidó como la única opción para ejercer el cargo presidencial. Y así fue, con una pobre asistencia a las urnas y la inexistencia de competidores reales que pudieran hacer la más mínima sombra a Al-Sisi, éste se alzó como ganador indiscutible con más de 88% de los votos a su favor. Las preguntas son ahora qué tanto este nuevo régimen encabezado por Al-Sisi podrá recuperar la estabilidad política y económica del país, después de las convulsiones sufridas durante los últimos tres años, y si no resultará que el país regresará a condiciones muy parecidas a las prevalecientes durante la larga era de Mubárak, con su carga de autoritarismo y ausencia de vida democrática real.

En cuanto a Siria, los comicios parecieron una broma de mal gusto. Envuelto el país en una atroz guerra civil y por tanto sin las condiciones mínimas para un ejercicio electoral verdaderamente significativo, el dictador Bashar al-Assad fue refrendado en el poder por siete años más. A su fortalecimiento militar en el aterrador campo de batalla en que se ha convertido su país, se suma ahora esta farsa que presuntamente le otorga una legitimidad renovada, siendo que las matanzas continúan en medio de un caos de bandas armadas de diversos signos y procedencias en confrontación con las huestes de Al-Assad. Ningún pronóstico optimista, pues, para este convulsionado país.

Por último, hace casi una semana se anunció el establecimiento de un gobierno de unidad nacional entre Al-Fatah, de Mahmoud Abbas, y el Hamas, que desde 2007 ha gobernado Gaza. Tras siete años de pugna abierta y de gobiernos separados para las dos porciones que conforman los territorios palestinos, ambos liderazgos han decidido dejar de lado sus diferencias y constituir un gabinete de tecnócratas encabezado por Rami Hamdallah, recién nombrado nuevo primer ministro. La idea es que este gobierno provisional conduzca a elecciones antes de fin de año. Al parecer, esta nueva unión se deriva de dos fuentes: por un lado, el fracaso de las negociaciones entre el gobierno israelí y el de Abbas, que condujo a éste a buscar otra alternativa, y por el otro, la debilidad creciente del Hamas, el cual ha dejado de recibir los apoyos de diversa índole antes provenientes de Irán, Siria y Egipto. Al haberse modificado las realidades de estas tres entidades en detrimento del Hamas, éste resultó afectado y, por tanto, propenso a llegar a acuerdos con Abbas como única forma de compensar su decadencia. Por lo pronto, la indignación de Israel y el amago de ejercer sanciones contra esta unión contrasta con las reacciones de Estados Unidos, la Unión Europea y el mundo árabe, los cuales están dispuestos a darle a esta nueva fórmula palestina una oportunidad de probar su seriedad y compromiso con el mantenimiento de la vía diplomática en la resolución del conflicto con Israel. Los próximos meses mostrarán si esto es o no posible. 

*Esta columna fue publicada originalmente en Excelsior.com.

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