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Venta de esclavos en pleno siglo XXI
Jue, 07/12/2017 - 10:38

Esther Shabot

Amos Oz, más allá de la literatura
Esther Shabot

Esther Shabot Askenazi es licenciada en Sociología de la UNAM (1980, México), con estudios de maestría en Sociología en la UNAM y con especialización en Estudios Judaicos en la Universidad Iberoamericana (1982-1985). De 1983 a 1986 fue colaboradora semanal del periódico "El Nacional", tratando asuntos del Oriente Medio. Desde 1986 hasta la fecha es editorialista semanal en el periódico Excélsior, donde trata asuntos internacionales.

Difícil de creer, pero lamentablemente cierto. Nuestro mundo de avances tecnológicos sorprendentes y comunicación instantánea es, al mismo tiempo, sede de una de las prácticas más crueles e inaceptables que fueron de uso común en otros tiempos. Porque las subastas de esclavos al mejor postor no son cosa de películas que recrean las ignominias del pasado, sino una realidad que no ha desaparecido.

El 24 de noviembre, cantantes de rap y activistas de derechos humanos de diversas procedencias que acababan de visitar Libia, denunciaron en la Plaza del Obelisco de Dakar, la venta de esclavos que se practica en el país en el que el coronel Gadhafi gobernó con mano de hierro. Y no se trataba de la primera vez en que ese tema salía a la luz —ya se había presentado antes un reportaje al respecto en CNN—, sólo que la indignación suscitada por la denuncia hecha por esa cadena noticiosa fue una llamarada de petate que pronto se extinguió entre el cúmulo de noticias que se traslapan continuamente.

¿Quiénes son las personas vendidas como mercancías comunes? Básicamente gente procedente de África occidental que busca encontrar refugio en Europa y llega a Libia como parte de su ruta obligada para cruzar el Mediterráneo, a pesar del riesgo de ser tragados por el mar. Ahí se les captura y se les expone en una subasta pública en la que los precios por persona oscilan alrededor de los 500 dólares.

La fortaleza física y buena salud son, por supuesto, cualidades que pueden elevar el precio, porque, a fin de cuentas, lo importante es su productividad y capacidad de desempeñar las tareas asignadas.

Hasta ahora, las voces que se han alzado en protesta de manera consistente son, sobre todo, las de los líderes de los países de donde provienen las personas puestas a la venta.

El presidente de Guinea, Alpha Conde, quien actualmente encabeza la Unión Africana, junto con los líderes políticos de Senegal, Níger y Burkina Faso, han llamado a una investigación internacional para poner fin a esa práctica y enjuiciar a los responsables. De igual modo, el secretario general de la ONU, António Guterres, ha declarado que las subastas de seres humanos deben ser investigadas en calidad de crímenes contra la humanidad. Pero uno de los problemas principales en este caso es que Libia es actualmente un Estado fallido con dos gobiernos que se disputan la legitimidad. En tal situación, la rendición de cuentas se complica porque el caos resultante del activismo de las diversas milicias armadas lo hace casi imposible. Sin embargo, el escándalo ha sido tan grave, que el tema fue tratado como una prioridad en la reunión cumbre del quinto foro euroafricano que hace pocos días se llevó a cabo en Abiyán, capital económica de Costa de Marfil. Ahí, los líderes de nueve países europeos y africanos, junto con los representantes de la Unión Africana, la Unión Europea y la ONU, acordaron llevar a cabo operativos de evacuación de urgencia para las víctimas de la trata de seres humanos en Libia. El anuncio fue hecho por el presidente francés, Macron, en la misma reunión en que el presidente de Libia reconocido por la ONU, Fayez al Sarraj, estaba presente. Se habló también de la necesidad de luchar contra los traficantes y sus métodos de financiación.

Lo que aún no está claro es cuál será el destino de los evacuados de Libia. Se habla de repatriación, pero también hay información acerca de que Ruanda, país donde en 1994 se llevó a cabo un genocidio de dimensiones espeluznantes, presuntamente se ha ofrecido a recibir 50 mil de estos migrantes.

Por lo pronto, todo parece indicar que el sueño de cientos de miles de africanos de llegar a Europa para escapar de la guerra, la inseguridad y la miseria se vuelve cada vez más inalcanzable.

*Esta columna fue publicada originalmente en Excélsior.com.mx.

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