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Colombia: sin exportaciones no hay paraíso
Mar, 06/03/2018 - 09:39

José Roberto Concha

Dos años del TLC entre Colombia y Chile
José Roberto Concha

José Roberto Concha es el director del Consultorio de Comercio Exterior (Icecomex)  y jefe del departamento de mercadeo y negocios internacionales de la universidad Icesi (Colombia). Con un Master of Management y un Phd en Mercadeo de Tulane University en New Orleans, Estados Unidos. Trabajó durante 13 años como gerente de mercadeo en Miles Laboratorios y en Sucromiles, y por 16 años se desempeñó como gerente general de empresas del país y del exterior como Comolsa, Valores en Carvajal S.A., Offsetec en Quito, Ecuador y Zona franca Palmaseca. Dicta cátedras en negocios internacionales y mercadeo en la Universidad Icesi y dicta cursos en estas materias en Ecuador y Bolivia en los MBA de Espol y de la Universidad Católica, respectivamente.

El 2017 fue un año de repunte de las exportaciones colombianas: US$38 mil millones, es decir, 19% más con respecto al año anterior, lo cual nos alegra si además disminuimos el déficit en nuestra balanza comercial a US$6 mil millones.

Sin embargo, no hagamos fiesta con estos resultados. En 2012, Colombia llegó a exportar US$60.000 millones y tuvimos la agradable sensación de haber logrado una consolidación en nuestro comercio exterior; una balanza comercial positiva y un continuo crecimiento en ventas al exterior que venían desde 2012, cuando exportábamos la irrisoria cifra de US$12.000 millones.

Entonces, comparativamente, los resultados de 2017, cinco años después, son realmente preocupantes. Esto se torna más grave si nos comparamos con el vecindario latinoamericano. Nuestras exportaciones por habitante, en Latinoamérica, son ínfimas, y solo superamos levemente a Bolivia y estamos muy por debajo de Paraguay, República Dominicana y Ecuador.

Esto es una muestra de que nuestro país no ha tenido una vocación exportadora; siempre hemos volcado nuestra oferta al interior del país. Al menos el 40% de nuestro mercado y gran parte de las industrias están centralizadas en Bogotá, a 1.000 kilómetros de la costa y a 2.600 metros de altura. Las empresas se crean en el país para abastecer la demanda interna, y si hay excedentes, buscamos pequeños mercados externos.

Muy pocas industrias se establecen para satisfacer demandas externas, la industria de las flores es un buen ejemplo y una magnifica excepción a mi afirmación anterior; pero no hay muchas más. Si a lo anterior le adicionamos unos sistemas de controles aduaneros todavía difíciles, una mano de obra costosa, unas tarifas eléctricas poco competitivas, unos exagerados impuestos a la industria y una infraestructura inadecuada, pareciera ser que no va a ser fácil cambiar este comportamiento en el futuro inmediato.

Cinco años después de la crisis minero-energética no nos hemos recuperado, la enfermedad holandés hizo sus estragos y los industriales, a pesar de un mejor tipo de cambio, tratan de modernizar sus industrias, aumentar sus eficiencias y productividad pero no se ve un cambio drástico en la mentalidad exportadora que nos catapulte a conquistar nuevos mercados.

¿Qué hacer ante este sombrío espectáculo? Es necesario repensar las políticas de promoción de exportaciones, considerar que en el siglo XXI no basta con tener negociados 14 TLC; se deben impulsar las empresas en estas nuevas autopistas del comercio exterior, donde nuestros compañeros de la Alianza del Pacífico han encontrado muy buenos frutos.

No es necesario diagnosticar qué le impide a la industria internacionalizarse. Esto ya está dicho y estudiado. Se debe generar beneficios, facilitar el comercio exterior y disminuir cargas impositivas para que abastezcamos los mercados externos, que existen, que están allí, y donde Colombia tiene suficientes ventajas para participar como un muy buen jugador.

No hay que buscar modelos en países lejanos; miremos a nuestro vecino Perú que en 2017 exportó US$ 45.000 millones y tuvieron un superávit en su balanza comercial de más de US $6.000 millones. Observemos el crecimiento de la industria del salmón en Chile y del camarón en Ecuador. Ejemplos que nos obligan a revisar el modelo colombiano de exportaciones y no simplemente a generar envidia… y de la buena.