Pasar al contenido principal

ES / EN

Smart city en América Latina
Martes, Diciembre 27, 2011 - 14:43

Gildo Seisdedos, Club de Innovación Urbana de IE Business School

El pasado mes de noviembre en Barcelona la primera edición del Smart City World Expo, una iniciativa con la que pretende posicionarse como punto de encuentro de referencia global en torno a este concepto (smart city) que está generando a su alrededor tanto ruido y actividad.

Al hilo de aquellos intensos días de ver viejos amigos y debatir sobre el panorama que se abre ante las ciudades, allá van algunas reflexiones que nos ha suscitado este catalizador.

Ojalá nos hubieran dado un euro por cada vez que alguien ha formulado la pregunta ¿qué es una smart city? Seríamos millonarios. El concepto es difuso y es tratado con displicencia pero hay que reconocer que funciona. Todas las empresas dicen que llevan años haciendo algo que antes tenía otro nombre pero que ahora se llama smart city. Y la inteligencia en las ciudades parece estar excelentemente repartida pues, parafraseando a Descartes, cada una piensa estar tan bien provisto de ella que aun las más difíciles de contentar en cualquier otra cosa no suelen desear más de la que tienen.

El concepto smart city expresa de manera muy gráfica la necesidad imperiosa de mejorar la gestión de nuestras ciudades y se apoya en el enorme margen de mejora existente. Smart city implica eficiencia: es una forma elegante de decir ciudad low cost y, quizás en este hecho, radica la explosiva popularidad del término.

Otro interesante matiz del nuevo debate tras el término smart city es que las ciudades inteligentes no están asociadas a escala. Así cuando hablamos de ciudades creativas (la moda anterior), los ejemplos están muy vinculados a ciudades de gran tamaño, a grandes nodos dentro de un sistema jerárquico global. En cambio, cuando hablamos de smart cities las mejores prácticas se sitúan en ciudades intermedias, más periféricas y con economías más basadas en la especialización. Parece que los mejores exponentes de smart cities creen aquello de que small is beautiful.

¿Cuán inteligentes son las ciudades en América Latina? Puede extraerse dos lecturas de una mirada a la región: también lo pequeño es interesante ya que frente al poderío jerárquico de Sao Paulo o Ciudad de México, surgen smart cities como Santiago de Chile, Rio de Janeiro, Buenos Aires, Panamá, Lima, Monterrey o Bogotá.

Y la segunda (y quizás complementario del primer punto) es que los exponentes de ciudades inteligentes van de la mano de la calidad de vida. Quizás sea esta una consecuencia del propio concepto de inteligencia que, más allá de la idea de competitividad de ahí la correlación que podemos encontrar entre los índices que miden esta variable y las mejores prácticas regionales. Llama la atención por ejemplo, la caída de ciudades periféricas mexicanas frente al auge de ciudades como Medellín o Bogotá que han sido capaces de afrontar exitosamente conflictos mediante innovación urbana basada en cultura ciudadana o proyectos capaces de devolver la autoestima a la ciudadanía.

Porque ¿qué es realmente una smart city? La respuesta obvia es que es una ciudad más inteligente, mejor gestionada. Pero, ¿en qué se traduce esto? Pues a la vista de lo debatido, se traduce en actuar principalmente la eficiencia energética en general y la movilidad en particular que son el caballo de batalla de muchas de las iniciativas presentadas. No cabe duda que avanzar en estos dos temas (smart grid, coche eléctrico, etc.) es algo fundamental para calidad de vida y sostenibilidad urbana.

Pero, smart city es un concepto más amplio, con vocación trasversal ya que implica una nueva forma de gestión, un estilo de gobernanza diferente en el que la información se obtiene y comparte de manera abierta (open government) y empleando toda la potencialidad que las tics ponen a nuestro alcance. Un camino de ida y vuelta. De ida porque permite mejorar las políticas urbanas impulsadas desde arriba con mayor información y control en tiempo real de las demandas ciudadanas, llegando a prever el comportamiento de los ciudadanos al mejor estilo Gran Hermano. Pero también de vuelta ya que permite dar una dimensión interactiva a la gobernanza y dotar a la participación ciudadana de un nuevo contenido, más democrático, de verdadera implicación en la definición de las políticas públicas.

Autores

Gildo Seisdedos