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Digitalmente hablando, ¿tiene UD. un testamento?
Domingo, Mayo 18, 2014 - 21:43

Nuestros activos digitales van en aumento y la gran mayoría de nosotros no tiene un plan sobre qué hacer con ellos pensando cuando nos toque fallecer. Más allá de la pérdida de la 'memoria digital', hay formas de anticiparse y de hasta lucrar con la 'muerte digital'.

Jack Guttentag, profesor emérito de Finanzas de Wharton, no es el tipo de persona especialmente morbosa, pero ha pensado bastante en lo que desea que suceda con su legado personal y profesional después de su muerte. Guttentag, de 90 años, dirige la empresa digital The Mortgage Profesor [El Profesor Hipoteca], que proporciona servicios de consultoría sobre cuestiones relacionadas con préstamos para la adquisición de vivienda.

"No pretendo morirme de forma inmediata —mi plan de negocios es de cinco años— pero tengo que tratar este asunto como si me quedara poco tiempo", dice. "No es fácil".

Guttentag dejó a su mujer las instrucciones por escrito de qué debería hacer después de su muerte: vender su web en común acuerdo con sus dos socios y su abogado. A lo largo de los años, ha recibido ofertas por su empresa, pero dice que nunca tuvo la intención de deshacerse de ella o de trabajar para otra persona. (Él espera que el valor de su negocio, que incluye varias marcas registradas y URLs conectadas al negocio, aumente con el tiempo). En su mesa, Guttentag tiene una carpeta de documentos con una cantidad de papeles donde constan las identidades de los usuarios, números de PIN y contraseñas de varios servicios online. Él digitalizó también prácticamente todas las fotos que se hizo a lo largo de los años. Están en un archivo de su ordenador y también en Dropbox, lugar para almacenar datos en la nube. Él no digitalizó, sin embargo, las fotos de familia heredadas de otros familiares. "Mi hijo digitalizó algunas para la presentación que preparó con motivo de mi 90 aniversario, pero la mayor parte de ellas están en una caja en mi oficina y me apuntan con un dedo acusador", dice Guttentag.

En una época en que las personas pasan cada vez más tiempo en línea —creando, en ese proceso, un legado de datos que las sobrevivirá— la inevitabilidad de la muerte establece nuevos desafíos. No existen sólo consumidores que, al igual que Guttentag, quieren organizar su legado virtual antes de morir; hay también abogados patrimonialistas que actúan en los primeros momentos del proceso para determinar lo que constituye propiedad digital; empresas de tecnología que insisten en la oferta de nuevos servicios que lidian con el resto de la oferta digital y empresas de medios sociales que desarrollan plataformas para la perpetuación de la memoria de los fallecidos. "Las normas están evolucionando", observa Andrea Matwyshyn, profesora de Estudios jurídicos y de Ética en los negocios de Wharton. "El debate se calentará en los próximos años: el cliente adquirirá más know-how y se sofisticará; las empresas empezarán a dinamizar sus estrategias y la industria jurídica formalizará la planificación de la herencia digital".

La muerte en la era digital

Según un informe de la empresa digital de investigaciones eMarketer, en EE.UU., los adultos pasaron más de cinco horas al día en Internet el año pasado, frente a cuatro horas y 31 minutos en 2012, y tres horas y 50 minutos en 2011. Las webs de medios sociales ocupan gran parte de ese tiempo online: datos de la empresa de investigaciones Ipsos Open Thinking Exchange muestran que los americanos entre 18 y 64 años que usan las redes sociales dicen que pasan una media de 3,2 horas al día en ellas. Cerca de 3/4 de los adultos americanos conectados usan las webs de redes sociales, y cerca de un 42% de los adultos online usan varias redes sociales diferentes, informa el Pew Research Center.

"Somos cada vez más dependientes de la comunicación digital y de los medios sociales", observa Matwyshyn. "Para mucha gente, su persona digital es igualmente —y, en algunos casos, más— importante que su identidad física".

Y, sin embargo, pocas personas han planeado lo que sucederá con su persona digital y sus bienes online después de su muerte. En 2012, el Gobierno federal añadió un "testamento de medios sociales" a su lista de recomendaciones de finanzas personales. La recomendación es que se escriba un testamento online que se responsabilizará del cierre de las direcciones de correo, blogs y otras cuentas virtuales. Esa persona se encargaría también de los deseos del fallecido respecto a los perfiles de los medios sociales, ya sea su deseo cancelar completamente todos los perfiles o mantenerlos como recuerdo accesible a la visita de amigos y familiares.

La mayor parte de las empresas de tecnología y de medios sociales tiene políticas para el contenido online después de la muerte del usuario. A fin de cuentas, nuestro legado digital —las imágenes que colgamos, los correos que escribimos y las actualizaciones de estatus que enviamos— no nos pertenecen solo a nosotros. Ellos pertenecen, por lo menos en parte, a empresas como Twitter y Yahoo, que almacenan informaciones en sus servidores. "Las empresas están en una situación delicada", observa Matwyshyn. "De un lado, hay limitaciones de recursos, porque están lidiando con un número grande de solicitudes especiales, lo que exige un proceso caro y tiempo. Por otro lado, tratar la familia del usuario fallecido con la sensibilidad que la pérdida de un ser querido requiere es lo ético y correcto que hay que hacer. Existe también una oportunidad de negocio para la construcción de una imagen que comunique credibilidad a la comunidad del fallecido".

El año pasado, por ejemplo, Google lanzó un recurso de gestión de cuenta inactiva que permite al usuario decidir el destino de sus cuentas cuando fallezca. Twitter, por su parte, desactivará la cuenta del usuario fallecido mediante solicitud del albacea o de un miembro directo de la familia en cuanto reciba una copia del certificado de defunción. Facebook quita la cuenta mediante solicitud de un albacea o permite que los archivos sean transformados en un lugar de recuerdo, de manera que los amigos puedan continuar colgando comentarios, fotos y links en el perfil del fallecido.

Flickr, que pertenece a Yahoo, funciona en conformidad con las condiciones de servicio de su matriz, que contempla que la identidad del usuario y el contenido de una cuenta terminan con la muerte de la persona. YouTube, que pertenece a Google, opera en conformidad con las directrices de Google. Instagram, por su parte, informa en su web: "En caso de muerte del usuario de Instagram, por favor pónganse en contacto con nosotros".

(Crédito imagen: fantasyartdesign.com)

Los usuarios podrán, por ejemplo, poner un recuerdo en la página de un tío fallecido el día de su aniversario o "visitar" a un amigo en el aniversario de su muerte. "En el pasado, nosotros nos reuníamos en torno a la tumba de un fallecido, pero hoy tenemos nuevas formas de comunicación a través de los medios sociales", dice David Bell, profesor de Marketing de Wharton.

"Las formas de luto varían de persona a persona y de cultura a cultura", dice Bell. Pero de ahora en adelante surgirán nuevas costumbres de decoro y decencia, así como diferentes plataformas y herramientas para que las personas presenten sus respetos. Las familias podrán conservar para siempre todas esas cosas.

"Pero los lugares del recuerdo online son entidades delicadas. ¿Quién tiene la custodia de esos perfiles? ¿Quién tiene acceso a ellos? ¿Quién tiene el derecho de decidir lo que se debe incluir y qué factores están involucrados en esas decisiones? Jed Brubaker, candidato al doctorado en informática de la Universidad de California, en Irvine, estudia identidad digital, medios sociales y computación centrada en humanos, y también ha profundizado en cuestiones de herencias familiares digitales. "Cuando se habla en sitios como Tumblr, Twitter, Facebook, Instagram y otros medios sociales casi públicos y accesibles a mucha gente, hay una cuestión que todavía no se ha respondido", dice, y se pregunta: "¿Nuestros 'sitios' digitales son siempre considerados 'propiedad'"? ¿Si no lo son, qué serían entonces? "Son comunicación", dice Brubaker. "Estamos hablando sobre contenido en una página de Facebook o de Twitter. Comunicación que, históricamente, era algo efímero, pero que ahora perdura. Permanece, hay registros, los datos dejan rastro”.

Transformar en dinero el testamento digital

Buena parte de nuestros activos digitales —tales como fotos o el muro de Facebook— tienen poca importancia más allá de su valor sentimental. Pero incluso éstos requieren una planificación cuidadosa para su desmantelamiento, según explica Gerry W. Beyer, profesor de la Facultad de Derecho de Tejas Tech University. En los viejos tiempos, dice, las personas dejaban álbumes de recortes, recuerdos, álbumes de fotos y archivos mohosos de recortes de periódicos. "Ahora, sin embargo, muchos de nosotros no tenemos bienes físicos de ese tipo para dejar a los demás. Por lo tanto, todo eso va a desaparecer".

Está claro que hay muchas maneras de transformar esos activos digitales en objetos físicos. Es posible, por ejemplo, que una persona descargue sus correos y haga una copia de seguridad de los archivos en un disco, o los transfiera a un CD o pendrive. Se pueden incluso imprimir para sacarlos del mundo digital. ¿Pero, cuántas personas lo hacen? Por ejemplo, cuando Beyer hace una conferencia, él pregunta al público: "¿Cuántos de los presentes tienen fotos importantes que no hayan impreso?" Prácticamente todo el mundo levanta la mano, dice. "Si no tienen planes de cuidar esas fotos, sus personas queridas podrían no acceder nunca a ellas [...] Si da importancia a lo que va a suceder con sus bienes digitales después que morir —sus fotos, las películas de la familia, sus correos—, entonces es necesario hacer planes".

Hay ciertos activos digitales cuyo valor monetario no se agota hoy ni en el futuro: nombres de dominios, por ejemplo, o un blog que genera retornos financieros, entre otros. Avatares o propiedades virtuales de juegos online como World of Warcraft o Second Life también tienen valor cuantificable, observa Beyer.

Los activos digitales —bibliotecas personales de música de iTunes y libros de Kindle, por ejemplo— ocupan, sin embargo, una clase diferente. Si el individuo tiene, por ejemplo, una colección enorme de libros digitales, la transferencia de los derechos de uso es limitada y monitorizada de cerca. "Técnicamente, no es dueño de esas cosas", dice Beyer. "Es preciso tener una licencia para usarlas. La licencia expira con usted. Sin embargo, si esos activos se poseen de forma fiduciaria, sus beneficiarios podrán continuar disfrutando de ellos".

Millas de vuelo o puntos en hoteles, que también forman parte de su perfil digital, presentan también algunas dificultades. Esos activos están administrados por un contrato con la empresa, según explica Matwyshyn, de Wharton. La mayoría de los contratos especifican que las millas y los puntos son personales y que no pueden ser compartidos, a menos que haya permiso explícito de la empresa. 'Es posible que las compañías aéreas y los hoteles estén dispuestos a aceptar transferencias, sin embargo ellos tienen el derecho unilateral de decir: "Siento mucho su pérdida, pero esos puntos ya no valen", dice.

Un número cada vez mayor de empresas está descubriendo medios de monetizar las huellas digitales de los fallecidos. A fin de cuentas, sólo porque la mayor parte de nuestro contenido digital sea de carácter sentimental, eso no significa que no tenga valor económico. "Todo lo contrario", dice Pinar Yildrim, profesora de Marketing de Wharton. "Digamos que sube unas fotos hoy y, cien años después, mucho tiempo después de su muerte, su tataranieto quiere revelarlas. Ahí se presenta una oportunidad para una empresa cualquiera que quiera justificar su inversión en almacenaje de contenido digital". Algunas empresas, entre ellas E-Z Safe, Estate++ y SecureSafe funcionan como repositorios de sus cuentas digitales. Son una especie de caja fuerte virtual donde están guardados sus nombres de usuario y contraseñas. Cuando muere, esas informaciones pasan a la persona o personas indicadas por usted.

"Con la muerte de un ser querido, muchas veces un miembro de la familia o amigo necesita tener acceso a su material digital, sus medios sociales, correos o desea simplemente pagar algunas cuentas de una cuenta online", dice Beyer, de Tejas Tech, especialista nacional en cuestiones de herencias y de fondo patrimonial. "Pero, sin planificación, puede ser necesario semanas, meses y hasta años para que se le conceda el acceso".

Otras empresas cooperan con los esfuerzos de localización de los activos digitales de los fallecidos. Webcease, por ejemplo, ayuda a las personas a encontrar fotos de valor sentimental en webs como Snapfish o Shutterfly; millas acumuladas o puntos en hoteles, programas de fidelidad de hoteles o compañías aéreas; interacciones personales en webs sociales y profesionales como Facebook y LinkedIn, y cuentas personales en webs como Amazon, PayPal, Netflix o eBay. "Se trata, básicamente, de empresas de investigaciones que indagan por todo Internet en busca de lo solicitado", dice Beyer.

Otras empresas de ese mercado se especializan en ayudar a los miembros de las familias a tener acceso a los ordenadores y cuentas de personas que murieron, según explica John Sileo, especialista de Denver en la lucha del robo de identidad y privacidad. "Digamos que su cónyuge, padre o madre ha muerto, y necesita entrar en la cuenta de uno de ellos, sin embargo la empresa no lo permitirá porque no estaba incluido en la cuenta en cuestión, o no tenía poder para hacerlo. Una opción sería pedir ayuda a un "hacker ético", que entraría en cuentas en las cuáles tiene el derecho legítimo de entrar, dice Sileo. "Hay mucha gente ganando dinero haciendo ese tipo de cosas entre bastidores".

Estos son precisamente los escenarios que Guttentag, el nonagenario "Profesor de Hipoteca", pretende evitar. Por eso es por lo que él está esforzándose al máximo en organizar su herencia digital ahora. "No quiero dejarle un lío a mi esposa y que mis hijos tengan que limpiar mis cosas después de mi muerte", dice. "Si sucediera mañana, ese compromiso no se cumpliría del todo debido a asuntos pendientes con los que tengo que lidiar. Pero 2014 es el año".

Autores

UniversiaKnowledge@Wharton