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¿Cómo es la vida de un estudiante de intercambio en Berlín?
Viernes, Agosto 5, 2016 - 11:37

Cada año una gran cantidad de estudiantes de todo el mundo empacan sus maletas rumbo a Alemania. Su historia, cultura, vida y educación son sus mayores atractivos. ¿Cómo se vive? Tres mexicanos te lo cuentan a continuación.

Cada año miles de estudiantes mexicanos cursan un semestre en universidades alemanas. ¿Cuáles son sus mayores retos? ¿Qué consejos tienen? Antonio, Yuruen y Martha comparten aquí sus experiencias de intercambio.

El verano en Berlín. Primeras impresiones.

La intermitencia entre días fríos y días calurosos muestra dos caras igualmente encantadoras de Berlín, o al menos en el optimismo de una foránea como yo, eso es lo que se aprecia. Aún en los días lluviosos, caminar por alguna calle mientras bebes un café rico y barato (de preferencia comprado en alguno de los establecimientos a las afueras del metro), es un placer sencillo que he descubierto gracias a los días más fríos. Si a ese café se le agrega un buttercroissantrecién horneado, de esos que sólo he podido probar aquí en Berlín, y cuyo encanto radica, además de en su frescura, en su cubierta crujiente e interior suave, se pueden imaginar el deleite del que hablo.

Sin embargo, viniendo de un país cálido como México, me he sentido especialmente cómoda con los días soleados y calurosos, mismos que por su escasez, son sumamente apreciados por los berlineses.

Desde que llegué a esta ciudad en abril, cada persona que conocí me aseguró que tenía suerte porque venía en la mejor época del año. En principio, me mantuve escéptica, ya que las lluvias y las bajas temperaturas –que en los peores días alcanzaron los 0 grados– me hicieron desear haber traído entre mi equipaje más chamarras.

Afortunadamente, ya bien entrado junio, el verano tan prometido por fin se siente. Los parques están más llenos, la ciudad cada vez más verde y, claro, la ropa cada vez más corta.

Para disfrutar en plenitud los días calurosos, los picnics al aire libre y los chapuzones en los lagos son planes obligados para los habitantes de Berlín. Eso es algo que me ha encantado de los amigos que he hecho aquí, no tienen exigencias complejas para divertirse: sólo requieren de un día soleado, algunos alimentos para compartir (cosas simples, de acuerdo a las posibilidades de cada quién), y unas cuantas mantas para recostarse en uno de los parques que están distribuidos por la ciudad. Eso es todo. El aire fresco y la seguridad son comodidades que ya están garantizadas, así que espero que sus beneficiarios sean conscientes del privilegio que gozan, pues me consta que en otras regiones del mundo (pienso en una ciudad en particular…) respirar aire no contaminado y sentirse seguro son placeres extravagantes.

Por ello, me da gusto ver que la gente en Berlín aprovecha–y cuida– sus espacios, sus numerosos ríos y lagos, sus bastos y bien cuidados parques. Tanto es así, que las pláticas y juegos grupales en estas reuniones al aire libre se extienden por horas, generalmente hasta que se mete el sol, cosa que en estas fechas ocurre casi a las 11 la noche.

En tal caso, me alegra decir que a poco más de dos meses de vivir aquí estoy a punto de terminar mis quehaceres escolares, lista para gozar a tiempo completo del verde verano berlinés.

Anne Frank

Muy cerca de Alexanderplatz y la famosa torre de television de la RDA, entre las plazas y tiendas de la Ronsethaler Strasse, se encuentra un espacio tranquilo y silencioso, dedicado a la reflexión sobre las discriminaciones raciales, sexuales, de clase o cualquier otro tipo que nos aquejan como sociedad.

Se trata del Anne Frank Zentrum, fundado en 1994. Se respira un cierto aire meditabundo tan pronto se camina por el callejón que alberga el centro. Sobre uno de las paredes observamos un mural con el rostro alegre de Anne, cuando tenía 12 años.

En la visita al sitio se puede conocer sobre la historia de Anne Frank y su familia, así como los horrores por los que pasaron muchas personas durante el holocausto en Europa. La muestra se conecta con el presente, pues diversos jóvenes berlineses, de multiples procedencias étnicas, comentan sobre sus sueños y metas, sobre las discriminaciones y problemas que hoy les aquejan,sobre el legado de Anne.

Tras recorrer el lugar y conocer de forma más cercana la historia y las reflexiones que Anne Frank logró plasmar en su famoso diario, es inevitable pensar que, de haber sovrevivido, a ella le esperaba una exitosa carrera. Hubiera sido una gran escritora y filósofa, no hay duda alguna.Sorprende la lucidez de su pensamiento, su manera tan crítica y nítida de observar su realidad, dehablar sobre sus sueños y miedos, de mostrar sus ideas y sentimientos.

¿Dónde estaría Anne hoy en día? Probablemente tendria una amplia y reconocida obra literaria, entre felicitaciones y premios. ¿Cuántas muchas vidas, sueños y personas con esa luz como la de Anne se habran perdido por las cruentas guerras? Es trágico imaginarlo. Tengamos siempre presente todas las palabras que aquella talentosa y curiosa niña logró dejarnos en su diario. 

Lo público es político y lo político es público.

No cabe duda que la riqueza cultural en Berlín es intensa y extensa: los cientos de museos y galerías que esta ciudad alberga permiten conocer una cantidad estratosférica de exposiciones y artistas que cualquier persona interesada – y que tenga el suficiente dinero para pagar todas las entradas – podría pasar meses enteros recorriendo las salas de estos espacios.

No obstante, quienes están en la capital alemana también pueden disfrutar de otras expresiones artísticas y gráficas, sin gastar un solo euro, gracias al arduo trabajo de artistas que utilizan las calles, los postes y los muros para exponer sus trabajos.

De todo el material que se puede observar, en lo personal me ha encantado encontrar carteles, grafitis, murales, esculturas, esténciles, señalizaciones y estampas que expresan, entre otras cosas, demandas políticas y de género. Por lo que a continuación les comparto algunas imágenes de lo que pueden ver cuando vayan caminando por las bellas y politizadas calles de Berlín. 

Objetos y memorias en el mercado de Leopoldplatz

De las cosas que más he disfrutado de la estancia en Berlín es cuando la mirada se comienza a detener en los pequeños detalles e instantes; aquellos que se nos escapan cuando visitamos rápidamente una ciudad, con el tiempo contado para apenas ver los sitios más emblemáticos. La cotidianeidad trae siempre sorpresas e imágenes nuevas e inesperadas.

Es un poco lo que sentí cuando descubrimos el mercado de pulgas —o como he aprendido que le dicen aquí, Flohmarkt— que todos los sábados se sitúa en la plaza de Leopoldplatz, en el barrio de Wedding. Tras una caminata común y corriente, de pronto nos hallábamos inmersos en un mar de gente que vendía e intercambiaba productos usados de todo tipo: ropa, artículos de casa y de cocina, muebles, alfombras, discos, películas, libros, pinturas, fotografías o juguetes. La tranquilidad usual con la que observaba la plaza, de pronto había dado lugar a un cúmulo de personas y objetos que interactuaban entre sí, en el transcurso de la tarde.

Conforme he conocido la ciudad, me he enterado también que Wedding es uno de los barrios más diversos y multiculturales de Berlín, ya que buena parte de su población está compuesta por migrantes. Sin duda este rasgo le da un toque especial a lo que se observa en el mercado: viejas cartas y libros escritas en alemán, turco o ruso;  alfombras y objetos de casa con caligrafías cirílicas o árabes; fotografías de tiempos de la posguerra con firmas de lugares tan diversos como Milán, Zaragoza o Teherán. Al caminar los pasillos del Flohmarkt parecía también que me perdía en un océano de idiomas y culturas, como si me encontrara en la vieja torre de Babel.

Me emociona muchísimo observar este tipo de plazas y dinámicas. En primer lugar porque me alegra ver a gente de distintas procedencias conviviendo pacíficamente, en un sitio tan cotidiano como un mercado y en una sencillísima interacción como la venta o intercambio de algún producto usado. Porque también me percaté que este espacio da lugar a nuevas relaciones y pláticas, pues en las pequeñas mesitas y cafés que rodean el mercadillo se comienzan a entrelazar amistades, complicidades y risas. Y eso es algo lindo de ver, en un mundo agobiado por agudos problemas de racismo y discriminación. Es notar un cierto halo de esperanza hacia una convivencia más respetuosa, entre personas de múltiples procedencias.

A su vez, fue inevitable recordar México. Esta dinámica azarosa, convulsa, diversa que sentí en Leopoldplatz, es algo que con mayor frecuencia observo en los mercados de la Ciudad de México, y que no había notado que ocurriera de manera tan marcada en Berlín. Vinieron a mi mente los tianguis donde por igual se ofrecen frutas y verduras frescas, ropa nueva y usada, dulces y botanas o remedios caseros para enfermedades y malestares. Todo esto entre un cierto ambiente de fiesta, donde se puede observar a una pareja bailando salsa en el centro del mercado, mientras una señora anuncia con voz estruendosa las baratas de su local, a la vez que una familia desayuna quesadillas en el puesto de la esquina y los niños juegan con sus trompos y pelotas. Me sentí muy cómodo en la dinámica del Flohmarkt: recordé lo agradable que resulta para mí visitar los mercados y convivir ahí con la gente.

Finalmente, la cuestión de que en el Flohmarkt se intercambian productos usados, me puso un tanto nostálgico y reflexivo. Pienso en las historias que llevan consigo cada uno de los objetos. ¿A quién le habrá pertenecido esa vieja máquina de escribir? ¿Cuántas familias habrán compartido la cena con ese juego de tazas? ¿Quién pintó ese retrato y quién es la mujer ahí representada; a quién observa y de dónde viene? Luego, una caja repleta de fotos viejas, la gran mayoría en blanco y negro o sepia: la boda de los abuelos, el día en que un joven se graduó de la universidad, una chica sonriente conduciendo su bicicleta en una tarde calurosa. La gran mayoría de imágenes no tiene ninguna información, o solo datos vagos: un nombre perdido por aquí, una fecha o un mes por allá, una pequeña dedicatoria.

A la vez que reconstruyo en mi imaginación las historias, me pregunto qué habrá sido de todas esas mujeres y hombres, de aquellos instantes. Me queda claro entonces que todos estamos marcados por ese cúmulo de recuerdos, lugares y personas a las que queremos, y que lo mejor es disfrutar el día a día con ellas; esas situaciones tan simples como las tardes de café, los paseos en un día soleado o las pláticas y risas en casa durante una noche lluviosa. Instantes que en cierto momento atesoraremos en nuestras memorias, como esa cajita de fotografías en el Flohmarkt de Leopoldplatz. 

La distancia más drástica es la que marca un cambio en el calendario. Y así nos ocurrió: salimos el 5 de abril del aeropuerto de la Ciudad de México y llegamos a Berlín el miércoles 6 de abril por la noche. Nos sentíamos en el futuro: en México apenas mediodía y nosotras nos preparábamos ya para cenar. El cambio no sólo fue de tiempo sino también de espacio, contexto, gente, códigos culturales, idioma. Porque debemos decir que no sabemos ni una pizca de alemán -¿eso nos hace aventureras o irresponsables?-, lo que definitivamente ha marcado nuestra experiencia en Berlín.

Somos tres estudiantes de maestría en estudios de género, de intercambio en la Universidad Libre de Berlín. Martha, Antonio y Yuruen. Deutsche Welle publicó una convocatoria para que los estudiantes de intercambio de México escribieran un blog, en el marco del año dual Alemania-México. A nosotras nos pareció una genial idea para registrar y documentar desde tres distintas perspectivas la estancia, por lo que aquí estamos.

A poco más de un mes de nuestra llegada, estamos cruzando la línea de ser turistas en una nueva ciudad, para irnos metiendo cada vez más en la vida cotidiana en Berlín. Los primeros días y semanas procurábamos visitar las principales atracciones para un foráneo; teníamos que sacar el mapa de los transportes públicos para no perdernos; sin darnos cuenta, caminábamos y siempre bloqueábamos el carril de las bicicletas sobre las banquetas. Ya sabemos también que los domingos no abren los supermercados y siempre prevenimos nuestra despensa. Y aunque el idioma sigue siendo una barrera, la situación cada vez nos impone menos. Aunado al comienzo de clases en la Universidad, poco a poco hemos forjado una rutina.

En este tiempo -y seguramente en lo que resta de la estancia- muchas cosas nos han llamado la atención, como son las costumbres de las personas, las dinámicas y la historia de la ciudad, la forma en que están organizados los barrios, avenidas y calles. Nos resulta inevitable comparar y recordar todas estas impresiones con la vida en la Ciudad de México, nuestro referente más inmediato y personal, por lo frecuentemente
platicamos sobre las semejanzas y diferencias entre ambas ciudades y contextos.

Durante los siguientes meses publicaremos en este espacio, dos veces a la semana, sean breves textos y reflexiones, relatos fotográficos y audiovisuales o una conjunción de las tres cosas. Esperamos estos contenidos sean divertidos, interesantes y reflexivos para la gente que nos lea. 

¡Nos estamos viendo y leyendo! Bis bald!

Fotos: Pexels y Pixabay

Autores

Deutsche Welle