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EE.UU.: ¿Es una buena inversión ir a la universidad?
Miércoles, Febrero 15, 2012 - 15:05

La combinación de tres factores, crisis, desempleo y escalada de precios de matrícula universitaria comienza a estimular el cuestionamiento sobre la educación universitaria. La interrogante a responder es si, al fin y al cabo, pagar el precio de ir a la universidad es un buen negocio.

La importancia de la enseñanza superior está bajo sospecha. Aunque el número de estudiantes norteamericanos matriculados en las facultades de EE.UU. sea mayor que nunca, la combinación de una serie de factores como el aumento de los costos, el crecimiento de la deuda estudiantil y la disminución de las perspectivas de empleo, ha llevado a un número cada vez mayor de críticos a preguntarse si el estudiante que invierte en un curso superior está haciendo un buen negocio.

Peter Thiel, uno de los fundadores de PayPal, es uno de los principales críticos de ese tipo de inversión. Para él, la enseñanza superior se ha convertido en una burbuja peligrosa. Thiel, graduado en derecho en la Universidad de Stanford, decidió poner en práctica lo que piensa: está concediendo una beca de dos años por valor de US$ 100.000 a 20 emprendedores jóvenes para que desarrollen sus ideas de negocios en vez de ir a la universidad. Al igual que otras burbujas, la de la enseñanza superior "se caracteriza por unos costos descontrolados en que las personas pagan cada vez más por algo cuya calidad no ha mejorado", dijo Thiel el 12 de octubre con ocasión de un debate en Chicago patrocinado por la web Intelligence Squared U.S.

Los defensores de la enseñanza superior contraatacan diciendo que este tipo de formación nunca ha sido tan importante como ahora, ya que los empleadores exigen un nivel de estudios y entrenamiento avanzado a los trabajadores que forman parte de una economía que hoy en día es global y está dirigida por la tecnología. "China e India están formando personas en nivel superior", observa Vivek Wadhwa, investigador de la Universidad de Duke, la Facultad de Derecho de Harvard y de Berkeley. "Si EE.UU. decide bajar el grado de exigencia escolar en el país, mientras en el resto de naciones del mundo el nivel de educación es cada vez más elevado, seremos una futura nación del tercer mundo", evalúa Wadhwa, fundador de dos empresas de software.

Poca gente pone en duda el valor económico de una enseñanza, como mínimo, superior al bachillerato, ya que la renta tiende a subir de forma acentuada con la adquisición de estudios de nivel superior. Lo que queda por saber es quién se beneficiará de una experiencia de cuatro años proporcionada por la enseñanza superior, y cuáles serían las alternativas factibles. "No hay un camino único hasta la línea de llegada", observa Eric Bradlow, profesor de Márketing de Wharton. "El sistema educativo debería propiciar numerosas oportunidades".

El debate tiene como telón de fondo los rápidos cambios derivados de la automatización incesante, de la subcontratación en el extranjero del empleo y, a veces, por los datos dispares sobre el impacto de tales cambios. A continuación un análisis de los principales elementos de ambos lados de la discusión sobre la importancia, o no, de hacer estudios universitarios:

El precio de los estudios ha estado subiendo de forma increíble. Los gastos de matrícula y asociados a la educación en las facultades y universidades americanas subieron un 439% en dólares actuales (sin tener en cuenta la inflación) de 1982 a 2007, según un informe de 2008 del Centro Nacional de Políticas Públicas y Educación Superior de San José, en California. El valor superó el aumento del 251% de los costos en salud en el mismo periodo, y fue cerca de tres veces mayor que el crecimiento de la renta familiar media.

Aunque el valor de US$ 50.000 o más cobrado por las facultades y universidades privadas de élite haya merecido ocupar los titulares de los medios de comunicación, los aumentos más fuertes tuvieron lugar en las escuelas públicas que acogen a cerca de ¾ de los universitarios americanos. Los problemas de dinero de los Estados contribuyen a ese aumento al haber reducido el presupuesto destinado a la educación y haber hecho que los alumnos se tengan que hacer cargo de una mayor parte de la cuenta educativa. Los gastos y tasas de matriculación, por ejemplo, se han duplicado en la Universidad de California desde 2005, lo que generó protestas por parte de los estudiantes en el campus de Berkeley.

Con el aumento de los costos, creció también el volumen de la deuda. De media, los universitarios que se graduaron en 2009 acumularon US$ 24.000 en créditos educativos, un aumento del 6% respecto al año anterior, según datos del Instituto de Acceso & Éxito Universitario de Oakland, California. El presidente Barack Obama dijo que usará su autoridad ejecutiva en la elaboración de un proyecto que permita disminuir el valor de los préstamos de muchos de los contratantes, además de ofrecer opciones adicionales para la consolidación y la reducción del periodo de tiempo después del que la deuda restante es perdonada.

Escenario de empleo sombrío

Además de tener que soportar una deuda enorme, los graduados tienen que enfrentarse al mercado de trabajo más duro desde hace años. Datos obtenidos por el Centro de Estudios del Mercado de Trabajo de la Universidad Northwestern muestran una caída en el porcentaje de graduados con menos de 25 años que consiguieron empleo: en 2000, ese porcentaje era del 81%; de octubre de 2010 a marzo de 2011, el valor registrado fue del 74,4%. El porcentaje de graduados recientes con un empleo que exige poseer un título de enseñanza superior cayó más aún, del 59,7% en 2000, a un 45,9%, señal de que algunos graduados acabaron trabajando como camareros o aparcacoches.

Mientras tanto, la automatización y la subcontratación de empleos de EEUU en otros países están modificando el lugar de trabajo. El programa Excel, de Microsoft, realiza hoy en día tareas que exigían antiguamente la contratación de programadores por parte de las empresas, observa Peter Cappelli, profesor de management y director del Centro de Recursos Humanos en la Universidad de Wharton. La tecnología ha facilitado el desplazamiento al exterior de posiciones ocupadas por trabajadores de cuello blanco. Es común que los radiólogos de Bangalore, en India, hagan la lectura de los rayos X hospitalarios, añade Cappelli, mientras que trabajadores de Filipinas se ocupen de las tareas administrativas de bancos americanos.

Este tipo de tendencias se están acelerando. "El volumen de empleos subcontratados en el exterior va a seguir creciendo", evalúa Alan Blinder, economista de la Universidad de Princeton. Los graduados que probablemente más sufrirán serán aquellos "que se vieron obligados a cursar la enseñanza superior", y que acabaron en empleos del área de programación que pueden ser fácilmente subcontratados, dice Blinder. Esas personas se verán forzadas a competir con gente que gana poco en otros países, lo que "deprecia el retorno" de la inversión hecha en la facultad. Ese tipo de alumno ganaría más si usara sus habilidades en un curso de electricista, carpintero o fontanero, dice Blinder. "Sin embargo, si alguien me preguntara si sería mejor mandar más o menos jóvenes a la universidad", añade, "yo diría que más es mejor, pero no un 100%".

El consuelo es que la renta tiende a aumentar cuando aumenta el nivel de estudios. "Las evidencias empíricas son claras en ese aspecto", observa Anthony Carnevale, director del Centro Educativo y de Fuerza de Trabajo de la Universidad de Georgetown. "Un diploma universitario hoy en día vale cerca de US$ 1,2 millones más que un diploma de bachillerato" en términos de renta media a lo largo de la vida, dice Carnevale, mientras que prácticamente cualquier estudio posterior al bachillerato puede elevar la renta. Un título superior de dos años (associate en inglés) en arte vale cerca de US$ 425.000 más que un diploma de bachillerato, por ejemplo, e incluso los que no llegaron a terminar la carrera tienen posibilidades de ganar US$ 240.000 más que quienes dejaron de estudiar en bachillerato.

Está claro que esas estimaciones admiten incontables variaciones. Un ingeniero del área de petróleo sin ninguna especialización gana, de media, US$ 120.000 al año, es decir, más de tres veces la renta media de US$ 36.000 de una persona que enseña en cursos anteriores a la educación básica después de hacer un postgrado en el área de educación infantil. "El área en que se hace un postgrado es muy importante", dice Carnevale.

Hay personas que se titulan en la enseñanza superior y ganan menos que otras que sólo tienen un diploma de bachillerato. Un electricista que no fue a la facultad llega a ganar, de media, US$ 1,8 millones a lo largo de su vida, según datos de la Universidad de Georgetown, comparado con US$  1,5 millones de un agente inmobiliario con título universitario.

La educación superior trae beneficios adicionales, dicen los defensores de la educación universitaria. "En la facultad", observa Wadhwa, "la persona aprende diversas disciplinas: márketing, matemáticas, entre otras cosas. Estas amplían los horizontes del individuo y le dan una base para que él desarrolle otros conocimientos".

Eso será fundamental en una economía cambiante, dice Cappelli. "El problema básico es la incertidumbre respecto al mercado de trabajo en el futuro. Eso refuerza la importancia de aprender, de adaptarse y de adquirir nuevos conocimientos, lo que parece apuntar hacia la necesidad de cursar la enseñanza superior".

Convertirse en un emprendedor

Thiel dijo en Chicago que, al principio, sólo contrataba gente formada en universidades punteras para las plazas disponibles en PayPal. Después, cambió de opinión. "Vi tanta gente con talento en Silicon Valley que no había hecho ninguna carrera superior y a la que le había ido tan bien. Ellas eran más creativas en algunos aspectos y no tenían que soportar las deudas enormes del crédito educativo. Eso parece haber inspirado, en parte, la concesión de becas de postgrado de Thiel Fellowship, permitiendo que jóvenes emprendedores desarrollen sus ideas empresariales en vez de ir a la universidad.

Los escépticos cuestionan esa estrategia. "¿Cuál es la ventaja de pedir a los jóvenes que funden una empresa a los 18 años, en vez de hacerlo a los 22?", se pregunta Cappelli. "No le encuentro fundamento. El buen emprendedor es aquel que sabe lo que está haciendo, que entiende el sector en que actúa y sabe descifrar la competencia. Si la persona no cuenta con la educación adecuada, ya sea formal, o práctica, no es posible que tenga éxito".

Según Wadhwa, un estudio con cerca de 500 empresas de ingeniería y de tecnología en que participó, ilustra muy bien ese punto. Se constató que las empresas emergentes lanzadas por ex universitarios de 1995 a 2005 tuvieron un rendimiento superior a las empresas emergentes lanzadas en el mismo periodo por emprendedores con sólo un diploma de bachillerato. Las empresas creadas por ex alumnos de bachillerato tuvieron ventas menores, de media, que las ventas anuales y el número de empleados, de media, que las empresas emergentes en general.

Si partiéramos del principio de que la enseñanza es, de hecho, vital para el éxito de la economía global, hay países que parecen estar por delante de EE.UU. Este país aparece en el séptimo lugar de un total de 29 países avanzados en el porcentaje de jóvenes adultos matriculados en universidades; y en el décimo quinto lugar en el número de certificados y diplomas concedidos por cada 100 matriculados, según datos del Centro Nacional de Políticas y Educación Públicas.

La elevada tasa de abandono significa que muchos estudiantes americanos necesitan ahora pagar los abultados préstamos sin el beneficio de haber obtenido un diploma que los ayude a conseguir empleo. "Mucha gente que va a la facultad no tiene éxito", observa Richard Vedder, economista de la Universidad de Ohio y director del Centro de Accesibilidad y Productividad Universitaria de Washington, D.C. "Más del 40% de los alumnos no se gradúan en el plazo de seis años. Por lo tanto, hay un riesgo sustancial asociado al curso superior". Mucha gente que se ha graduado de bachillerato está acudiendo a los community colleges (ofrecen cursos de dos años de duración) en busca de entrenamiento vocacional y de una oportunidad para transferirse a las instituciones que ofrecen cursos de cuatro años de duración. Las matrículas en las escuelas con cursos de dos años pasaron de representar el 45% de todas las facultades y universidades públicas americanas, en 1990, hasta situarse en cerca de un 49% en 2009, según datos del Centro Nacional de Estadísticas de Educación (NCES).

Pero lo gastos de matrícula de los community colleges está sufriendo presiones, ya que los Estados están dejando de apoyarlos. "Esas instituciones están pasando por grandes dificultades", observa Laura Perna, profesora de la Graduate School of Education de la Universidad de Pensilvania. "Ellos tienen la tradición de cobrar barato para facilitar el mayor acceso posible. Con el aumento de lo que se cobra, tal vez no puedan aceptar a todos los que desean matricularse".

Entre otras escuelas que atraen a estudiantes destacan las instituciones con fines de lucro como las Universidades de DeVry, Kaplan y Phoenix. La matrícula en esas instituciones pasó del 1,5% de todos los alumnos matriculados en facultades y universidades, en 1990, a un 8,8% en 2009, según el NCES. Las instituciones con fines de lucro atraen sobre todo a familias y estudiantes de color de baja renta, resalta Perna, y están experimentando un "crecimiento fantástico en el número de matrículas". Ellas centran también la ira de los críticos que acusan a muchas de estas instituciones de tener tasas bajas de formados y de colocación, además de niveles exorbitantes de deuda estudiantil. En junio, el Gobierno Obama promulgó normas que exigen a las instituciones con fines lucrativos, cuyos alumnos obtuvieron préstamos federales, la demostración de que los graduados están en condiciones de satisfacer un cierto nivel de exigencias de pago.

Perspectivas

El debate acalorado en torno a la enseñanza superior, es decir, si se trata, o no, de una buena inversión, tendrá que salir a relucir en cualquier momento. Se discute si las escuelas, de dos o de cuatro años, estarían produciendo la gente suficiente para atender la futuras necesidades profesionales. Aunque el Centro Georgetown de Educación y Fuerza de Trabajo diga que EE.UU. tendrá un déficit de tres millones de personas con nivel superior en 2018, otros investigadores rebaten la metodología empleada en esa proyección y no prevén ninguna escasez en el futuro. Pocos, sin embargo, dudan de que algún tipo de educación post-secundaria sea vital para la economía actual. "Es nuestra obligación velar para que todos puedan estudiar", dice Perna. "Las diferentes trayectorias son todas preparatorias para la obtención de un trabajo significativo".

UniversiaKnowledge@Wharton

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