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Autos en Santiago colapsan infraestructura urbana
Martes, Septiembre 23, 2014 - 16:25

La capital chilena aumenta su parque automotriz a razón de 500 autos nuevos cada día. Expertos subrayan que eso genera incapacidad urbana que también se expresa en lo social.

Se dice que en 1541, Pedro de Valdivia quiso fundar Santiago cerca de lo que hoy se conoce como Melipilla, pero le torcieron la mano. Inés de Suárez quedó “encandilada” con la vista de la cordillera y optó por algo más “céntrico”.

Nunca imaginaron sí que el humo de una fogata picunche, que podía apreciarse a distancia, sería siglos más tarde el principal componente de algo totalmente desconocido en esa época: el smog.

Y es que las estimaciones lo dicen todo: la motorización de Santiago va a pasar de 1,6 millones de vehículos en 2012 a 2,7 millones o más en 2025. Así lo señalan diversos estudios sectoriales y de centros de investigación.  Sólo pensar en ese aumento deja las cosas claras sin ser un experto: la capital colapsa.

Entre una infraestructura insuficiente para el aumento del parque automotriz y en medio de un complejo ambiente contaminado, la capital chilena exhibe un perfil poco grato.

Para el arquitecto y secretario ejecutivo de la Corporación Sur, Alfredo Rodríguez, “la ciudad -mirada de cerca- aparece distanciada, Santiago es una ciudad esencialmente fracturada”.

En una investigación realizada por la citada entidad, se señala que Santiago vive una paradoja intensa: al borde del colapso en lo físico y amenazada de perderse como espacio público.

En ese doble riesgo, según la organización de estudios, Santiago no ofrece respuestas adecuadas ni como un espacio ni como sociedad política. “No se trata de realidades separadas, ya que una ciudad si no ofrece alternativas en esta doble esfera genera una permanente sensación de inseguridad”, dice la investigación.

La fuente de las paradojas

Y es que Santiago se encuentra en la cornisa de los desafíos. Por una parte, debido a su situación geográfica, es incapaz de eliminar en forma expedita y natural los agentes contaminantes. Encajonada por cordones cordilleranos, Santiago es un verdadero hoyo en la tierra.

Ante eso, la solución aparece casi imposible: disminuir las emisiones contaminantes. Sin considerar el “aporte” industrial a este tema, y sólo observando el intenso aumento de la motorización, es encontrarse con otro hoyo, pero esta vez en el alma de la urbe.

Por eso,  la quinta versión del Foro Santiago 2041, efectuado en julio, dejó como principal conclusión que se hace imprescindible  la intensa integración del sentir ciudadano en la construcción de políticas públicas que transformen a Santiago en una ciudad sustentable.

Boyd Cohen, profesor de la Universidad del Desarrollo, subrayó que “el 80% del gasto energético y emisiones se produce en las ciudades, por lo que deben ser capaces de desarrollar estrategias que eviten el efecto invernadero”.

Se trata de un tema vital para los habitantes urbanos. Según IBM, un promedio de tres millones de usuarios de Twitter en la capital están hablando sobre los problemas de la ciudad en las redes sociales.

El foro – que propone llegar a los 500 años de la fundación de Santiago como una urbe completamente desarrollada- subrayó que los ciudadanos hoy quieren ser escuchados y es necesario hacerlo para desarrollar políticas que ataquen los problemas que les afectan directamente.

Sin embargo, el auto es para el santiaguino la fuente de las paradojas. El ciudadano habla y opina de los desafíos de la urbe. Pero no se baja de los automóviles.

Y quienes lo hacen, deben sufrir con la improvisación de un sistema de transporte público que –a casi cinco años de su instauración- aún sigue siendo fuente de problemas y no proveedor de soluciones.

Para muchos, ha sido esa incapacidad del sistema público lo que ha estimulado el aumento del parque automotriz.

La joya que no se abandona…

Jorge Ossandón, ingeniero en tránsito de la Utem, señala que la forma en que se relaciona el santiaguino con los autos es “compleja y emocional”. Dice que, en promedio, más de 500 automóviles diarios se suman a la calle, desarrollándose expansiones temporales y espaciales de los tacos.

“Cada sector tiene los suyos propios, pero también cada día se forman nuevos espacios y nuevos horarios. Hoy es difícil programarse. El aumento del parque automotriz y la falta de respuestas en la infraestructura vial generan una verdadera caja de Pandora para los automovilistas”, apunta.

En el año 2013 se vendieron casi 400.000 vehículos livianos (automóviles y SUV, todoterreno ligeros), aumentando en casi 12% respecto al período anterior. Si bien, durante el primer semestre de este año la Asociación Nacional Automotriz de Chile (Anac) acusa una baja en el ritmo de venta (esperándose una caída del 10%), más de la mitad del parque automotriz tiene menos de una década de antigüedad.

“Eso quiere decir que la compra de autos ha sido continua y permanente. La actual baja probablemente sea algo estacional y en ningún caso va a implicar que las calles sean más transitables que antes. Santiago ya está colapsado”, apunta el experto Ossandón.

Para el analista, lo que es peor es que el automovilista está extendiendo su vida al vehículo. “Hay estudios que indican que al 2030 la velocidad de tránsito en los autos por Santiago disminuirá un 20%, mientras que del sistema público un 10%.

A ello se suman otros que indican que la demora entre 30 minutos y una hora en un taco es considerada aceptable por el 80% de los usuarios. Así las cosas, los santiaguinos ven el uso de su auto como parte de sus existencias”, indica.

Como un televisor a principios de los años 60, el auto hoy es para el santiaguino una joya difícil de abandonar.

Cada auto, un fragmento urbano

Si el auto es la joyita del santiaguino, entonces hay que integrarlo a la vida diaria. ¿Se pierde una hora en un taco? No importa, se aprovecha de enviar mensajes, ver el correo electrónico, llamar a alguien por teléfono hasta incluso leer. Y lo mejor: conversar con la familia.

Si el desayuno es una experiencia vertiginosa, el tránsito en el auto es la instancia propicia para dialogar. La psicóloga de la Universidad de Las Américas, Ximena Peña, apunta a que esa dinámica profundiza aún más la fragmentación de Santiago.

“Los estudios indican que casi la tercera parte de los automovilistas no comparten el viaje con extraños, ni con vecinos ni con compañeros de trabajo. O sea, la separación que ya implica la actual disposición urbana se sigue marcando con el uso del auto”, destaca.

La situación es más compleja si se considera que más del 50% de los usuarios de grandes autopistas lo hacen solos. Es decir, sin acompañantes. “Hay en esa experiencia algo más intenso. Los espacios de intimidad que no dan ni el trabajo ni la casa, los estaría entregando el uso del automóvil”, comenta la psicóloga.

 

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