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Chespirito en el inconsciente colectivo: sin querer queriendo
Viernes, Noviembre 28, 2014 - 17:02

A pesar de las intrigas telenovelescas y a pesar de las palabras-que-sacan-palabras, Gómez Bolaños y todos sus personajes, en compañía de todos los actores que le dieron vida a sus creaciones, se han ganado un espacio merecido en la cultura popular de la región.

Polémico como todos los talentosos, Roberto Gómez Bolaños -Chespirito- convivió siempre con el genio y las sombras. La vecindad del Chavo, ese lugar que tenía canción bucólica y todo, un buen día estalló como una nefasta hoguera de vanidades.

Ácidas, y muchas veces vacías, discusiones entre los actores que antes potenciaban una serie infantil que se ha ganado a varias generaciones latinoamericanas durante décadas, le pusieron una cuota de innecesaria niebla a lo que había sido un panorama despejado y con sol.

Sin embargo, a pesar de las peleas, a pesar de las intrigas telenovelescas y a pesar de las palabras-que-sacan-palabras, Gómez Bolaños y todos sus personajes, en compañía de todos los actores que le dieron vida a sus creaciones, se han ganado un espacio merecido en la cultura popular de la región.

Probablemente, hasta sin querer queriendo.

Una profesora de lenguaje español en una universidad sudamericana, sin embargo, estimulaba en los 80 a sus alumnos a ver los programas de Chespirito. "Es muy atractivo cómo juega con el lenguaje y cómo explora, de manera divertida, con todas las posibilidades que ofrece el idioma", planteaba la académica.

Quizás haya un poco de esa dinámica en el secreto del éxito de Chespirito. No por nada, su apodo viene porque alguien lo consideró una versión más "chaparrita" de Shakespeare. No es algo menor. Para llegar a "Hamlet", el dramaturgo inglés vivió de muchos entremeses.

Probablemente la ambición del guionista mexicano no era llegar a ser como el autor de "Romeo y Julieta", pero lo que hizo en un medio masivo como la televisión es algo difícil de igualar. Aunque algunos ribetes pueden mirarse con ciertos grados de crítica o desdén (quizás hoy, por ejemplo, no se le levantaría la mano a un niño con tanta facilidad o tal vez lo que le ocurría al señor Barriga tenga cara de bullying), lo cierto es que el humor de sus espacios siempre tuvo niveles de inteligencia superiores al promedio existente en la TV.

Y lo hacía jugando con las mismas reglas simples de todos los que ocupan ese espacio. Llegar aún a audiencias masivas y variadas, considerando que El Chavo y El Chapulín Colorado nunca más se volvieron a grabar, es un fenómeno que no debe pasar por alto. Y debería ser materia de estudio para los actuales ejecutivos televisivos, que siguen buscándole la cuadratura al círculo.

Roberto Gómez Bolaños jugó desde el antihéroe, desde la mirada del humilde, interpretó una perspectiva cercana y común. Con ripios, con errores, su aporte a la historia de la televisión no se va con su muerte. Ni siquiera se fue con el espectáculo pobre que dieron junto a los otros miembros del grupo en sus contínuas disputas.

El aporte que hizo supera su figura. Lo engrandece, pero también lo contextualiza. La gracia de Chespirito es que pocos contaron con su astucia y, sin querer queriendo, se instaló con gracia en el inconsciente de todo un continente que hoy llora su partida.

Autores

Claudio Pereda Madrid