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Colombiana es la primera afrolatina en graduarse de Maestría en Salud Global de Harvard
Martes, Junio 18, 2019 - 15:00

Cuando Gloria Prado se puso el reto, no sabía hablar inglés y tenía siete meses de embarazo. Quiere ejercer a nivel nacional para mejorar el sistema de salud de Colombia.

Hace dos semanas la doctora Gloria Prado Pino estaba en Boston (Estados Unidos), recibiendo su diploma de Maestría en Ciencias Médicas en Salud Global de la Escuela de Medicina de la Universidad de Harvard. Se trataba de un título único, pues también la convertía en la primera mujer afrolatina en graduarse de este programa. La primera colombiana y la primera chocoana. Hoy, días después, está en Medellín terminando de arreglar unos papeles y viajará a Quibdó (Chocó), su ciudad natal, pasado mañana. Lo que ha vivido Gloria en estos días resume, de alguna manera, lo que fue su vida por unos tres años. Una vida de estudiante, de académica, de madre y de líder de una familia. (Le puede interesar: Nueve perfiles de científicas colombianas)

La primera vez que la doctora Prado recuerda haber querido ser médica fue cuando tenía 15 años. Su tía, una tía a la que le tenía muchísimo cariño, pues la cuidó junto a su padre mientras su mamá hacia un posgrado en Biología en la Universidad Javeriana, en Bogotá, iba a tener hijos. Eran gemelos. Se trataba de un embarazo anhelado, pues tras varios intentos e incluso tratamientos de fertilidad la tía de Gloria había podido quedar embarazada, convertirse en madre.

Gloria lo recuerda con claridad: “Mi hermana y yo estábamos muy emocionadas y salimos al hospital departamental, al San Francisco de Asís, a conocer a nuestros primos. Una de las enfermeras nos ve y nos dice, ‘estas son las madrinas’, y nos da a los bebés. Pero nos damos cuenta que la piel no es normal, que tenían un color raro…y ahí fue cuando reaccionamos, ya estaban muertos”.

Más allá de esta escena, a Gloria le quedó grabado ver cómo había pocos insumos para tratar a su tía. En Quibdó ningún hospital los tenía y fue solo tras hacer una “vaca” entre la familia que consiguieron la plata para llevársela en avión, de urgencias, a Medellín. Al hospital San Vicente.

La tía sobrevivió, pero la sensación de querer hacer algo, de ayudar a personas que se encontraran en situaciones tan criticas como la de su tía nunca abandonó a Gloria. Al graduarse del colegio viajó a Bogotá para explorar programas de Medicina. Pasó a la Universidad del Rosario, pero luego se cambió a la Fundación Universitaria Juan N Corpas. El internado, cuenta, lo hizo en Armenia, en el San Juan de Dios, y el año rural la llevó de vuelta a su ciudad, a Quibdó. 

Allí Gloria trabajó como doctora de una unidad móvil que recorría lugares de Quibdó que ni ella conocía. “Zonas apartadas, ribereñas, resguardos indígenas donde no había un centro de salud. Y desde entonces empecé a tener una sensación de inconformidad, de estar viviendo en una injusticia social, donde en mi despertamento no existían las cosas que era normal ver en Medellín o en Bogotá”.

Tras graduarse entró a un trabajo bastante peculiar. Como en Quibdó, ni en Chocó, existía en ese entonces una unidad de cuidados intensivos o críticos, tenían que recurrir a la telemedicina. A distancia, y por teléfono, los expertos de la Fundación Cardiovascular de Bucaramanga le iban diciendo a Gloria, y a sus colegas, cómo tratar a los pacientes. “Cómo entubar o poner un catéter, sin tener los insumos o estar preparados”. Más adelante volvió a Bogotá a trabajar en la unidad de cuidados intensivos del Hospital el Tunal, y en el 2014, cuando por primera vez se habló en el Chocó de crear las dos primeras unidades de cuidados intensivos, la llamaron a ella para que coordinara una.

“Pero ahí es donde empiezan mis verdaderas frustraciones. Veía y vivía situaciones similares a las que pasaron con mi tía, pero después de tantos años.. Y cada turno era una historia diferente, una lucha, una pelea con el sistema de salud. Me preguntaba si era suficiente, cómo hago más…y sentí, por vez primera, que mi misión como médica no estaba solo en lo clínico, sino que quería poder saber cómo tomar decisiones a nivel público. Así pensé en hacer una maestría en salud pública”. 

El camino (inesperado) a Harvard

Con su entonces esposo aplicaron a un programa de becas de Colciencias para estudiar en el exterior. Como la hermana menor de Gloria estaba haciendo un doctorado en ingeniería aeroespacial en la Universidad de Purdue, en Indiana (Estados Unidos), ella también pensó en estudiar en la Escuela de Salud Pública de allá. (Le puede interesar: Colombiano gana premio a mejor investigación científica de Harvard )

Ganó la convocatoria de Colciencias pero, en sus palabras, tenía varios dilemas. “No sabía inglés y, en solo un año, que era el tiempo que nos daba Colciencias para poder tomar la beca, tenía que demostrar que la universidad me había aceptado incondicionalmente. Es decir, con un buen nivel de inglés”. Además, su esposo, con el que tenía una niña de siete años, no había pasado a la convocatoria. “Y me entero que estoy embarazada”.

Gloria es de esas personas a las que les gana más la valentía y el deseo que la duda. Se fue a vivir, en principio durante un año, junto a su hermana para aprender inglés. “Me fui con mi barrigota de siete meses y mi hija”, recuerda. Su esposo, mientras, se quedó en Quibdó.

Gastó sus ahorros y buscó clases gratis donde aprender el idioma. Mientras también funcionaba como madre. Presentó el examen de inglés TOEFL una vez. Dos veces, pero el puntaje no le dio para que la aceptaran incondicionalmente a Purdue. Se le pasó el año límite que le daba Colciencias.  

“Pero me dije no me rindo. Y lo que me motivó, más que todo, fue ver que mi hija era bilingüe, verla hablar con un inglés fluido en solo un año. Así que seguí estudiando y como el niño ya tenía un año, me era más fácil dejarlo en guarderías”, recuerda. “Si pasó en Purdue, pensé, ya miró a ver cómo me financió la maestría”. Pero por tercera vez presentó el TOEFL y el puntaje seguía. No mejoraba. 

La elección de Harvard

Tras un año en Estados Unidos, y ahora sin beca de Colciencias, Gloria exploró qué otras opciones de financiación existían y se encontró con Colfuturo. “Dentro de los requisitos para ganar el beneficio estaba que la universidad a la que aopliques esté en las 500 mejores en el ranking de Shangai, y Harvard era la primera”.  

Gloria recuerda haber aplicado con escepticismo, más por recomendación de una amiga, y puso sus expectativas en estudiar en la Universidad de San Diego en California. Harvard, comenta, “era algo de las películas”.

“Pero tres semanas después de aplicar recibo un correo de la Escuela de Harvard en la que me dicen que me quieren entrevistar. Y empiezo a prepararme. Fue bonito lo que viví, porque después de tantas frustraciones era como el final del esfuerzo”. Para preparar la entrevista su hija, ya de 8 años, actuaba como la doctora que entrevistaba y le hacía las preguntas a Gloria. “Me corregía bastante. Me decía, ´no mamá, eso no se pronuncia así´. Y volvíamos a empezar”.

La entrevista, finalmente, la agarró en Colombia, cuando venia de vacaciones. La hizo en Bogotá por recomendación de su mamá, quién temía que en Quibdó el internet no funcionara. La noche buena de ese año fue cuando recibió el correo definitivo: había sido aceptada en Harvard.

“Quiero ejercer a nivel nacional”

Ya siendo una adulta Gloria sigue con un recuerdo marcado, el de cuándo su madre se fue tres años a Bogotá a estudiar su posgrado, y los tuvo que dejar a ella y a sus dos hermanos en Quibdó. Pero es un buen recuerdo, comenta. “Lo que hizo mi mamá valió la pena, no solo para ella, sino para mis hermanos y yo. Sus estudios se han visto reflejados en las personas que somos hoy en día”. Es más, esto la motivó para tomar la que fue, quizás, la decisión más difícil en todo este camino: irse dos años a hacer su maestría en Harvard y dejar a sus hijos con su familia en Quibdó.

Esos dos años, cree Gloria, son en los que ha vivido un mayor crecimiento. “Si a un compañero le tomaba tres horas leer los artículos que nos dejaban, a mí me tomaba nueve horas. Era una carga académica pesada, pero que sentía que valía toda la pena”. Justo cuando iba a empezar el segundo semestre, la carga se volvió también emocional. Su esposo y ella empezaron a hablar de divorcio, y en enero de este año finalmente firmaron los papeles.

Pero en este trayecto de idas y venidas, recién aterrizada, y como lo dice ella, “sin empleo aún”, Gloria tiene algo claro: “Mis planes son ejercer a nivel nacional”. Sabe que limitarse al Chocó, que es donde realmente quiere hacer el cambio, es también ponerse una zancadilla cuando se tiene un sistema de salud tan centralista como el colombiano. Sabe que quiere llegar a los lugares donde se toman las decisiones grandes. 

Y es que sin darse cuenta, la doctora Prado ya generó un cambio también en su familia. “Para saber si tomé la decisión correcta utilizó más como marcador a la niña, que es muy madura y vivió conmigo todo el proceso. Cuando yo sentía ese remordimiento o esas crisis emocionales de querer regresar para verlos ella me decía: ´Mama estudie que está en la mejor escuela de medicina del mundo. Yo no necesito a nadie que me diga que debo hacer las tareas´”, comenta. “Además, veo algo que no tuve, y es un referente. Yo siempre dude de que podía entrar a Harvard, pero la veo a ella decir que cuando grande quiere ir allá o estudiar en las mejores universidades del mundo. Desde ya siento que he generado un impacto”.

Autores

ELESPECTADOR.COM