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Conchita Wurst, el fenómeno de la barba
Martes, Mayo 20, 2014 - 08:19

Con su polémico triunfo en el festival Eurovisión, Conchita Wurst se transformó en fenómeno. Una apariencia de mujer pero con barba, es la presentación de Tom Neuwirth, artista homosexual que recibe flores de Elton John y saludos de Lady Gaga.

La euforia desatada en Austria y el resto de Europa por el triunfo de Conchita Wurst es resultado de un cóctel con varios ingredientes. Por un lado, supone un bombazo de imagen para un país en el que los triunfos internacionales no suelen abundar más allá del esquí alpino. Por otro, la victoria ha llegado de la voz de una dama barbuda, el 'alter ego' de un cantante homosexual llamado Tom Neuwirth, que ha logrado trasladar el debate sobre la homosexualidad y del ser diferente en general, desde el escenario hasta la escena política.

Nacido en la región de Alta Austria en 1988, Tom es hijo de los propietarios de un restaurante rural que siempre le han mostrado total y absoluto apoyo en cuanto a su homosexualidad. Su carrera hacia la fama comenzó con apenas 17 años en un programa busca talentos en la ORF, la televisión pública austríaca.

No ganó ese certamen pero su segunda plaza le dio suficiente relevancia para crear dos años más tarde, en 2007 una "boy band" que sin embargo desapareció poco tiempo después. En 2011 lo intentó de nuevo, pero esta vez con la osada estética de una mujer barbuda y bajo la figura artística de "Conchita Wurst", una mujer cuyo ficticio currículo dice que nació, en una fecha indeterminada, en algún lugar del altiplano de Colombia.

El escenario para el estreno del nuevo personaje fue "Die große Chance" (La gran oportunidad), otro concurso de la ORF, que terminó en el sexto lugar. Con la atención creada con esa aparición, Conchita se presentó ese mismo año a la selección para el representante austríaco para la gala de Eurovisión de 2012. Conchita, de nuevo, quedó segunda.

Pero a la tercera fue la vencida. Sin concurso ni voto popular, la ORF apostó por Conchita y la eligió para ir a la edición de 2014 del certamen europeo. Esta decisión generó polémica y unas 30.000 personas mostraron su vehemente y ofensivo rechazo a la candidata barbuda en una página propia de la red social Facebook.

Pero a pesar de todo el viento en contra, Conchita logró pasar a la final de Eurovisión que se celebró el pasado 10 de mayo en Copenhague. Cantó "Rise like a Phoenix". Y ganó Eurovisión para Austria, 48 años después del primer y hasta ahora único triunfo austríaco en este concurso.

A partir de ahí, el estrellato: Mensajes de admiración de divas como Cher y Lady Gaga, flores de Elton John, apariciones en la BBC y en la RTL alemana, el canal privado más grande de Europa. Y en casa, la histeria: Miles de personas recibieron a Conchita en el aeropuerto de Viena a su regreso de Dinamarca. Su rueda de prensa tras el triunfo fue retransmitida en directo a todo el país.

Su equivoca estética de barba y zapatos de tacón aparece cada día en portadas de diarios, montajes en redes sociales y a su éxito han dedicado atención desde los programas de variedades a los más serios debates políticos en la televisión austríaca.

La Reina de Austria

Encumbrada al título de "reina de Austria" por la prensa más populista, su imagen ha sido usada desde para parodiar un conocido cuadro de la Emperatriz Sisi, en la que la hermosa reina aparece con la ya famosa barba "à la Conchita". Y su desnudo integral, de espaldas eso sí, empleado en un proyecto artístico en defensa de la tolerancia, ha causado furor en internet.

Pero aunque no pueda evitar que su apariencia sea provocadora, Conchita describe su barba más como una coraza que como un deseo de escandalizar. "Creé a esta dama barbuda solo para mostrar a todo el mundo que tenemos una sola vida, así que mejor haz que sea fabulosa. Esa es mi propia verdad. Siento este personaje artístico y me siento más confortable en el escenario", relató la semana pasada en el mítico 'talk show' de Graham Norton en la BBC.

En ese programa, que compartió con la estrella de Hollywood Kirsten Dunst, confesó que crecer como homosexual en un pequeño pueblo austríaco "no es lo más divertido del mundo". "A lo largo de los años traté de encajar y me cambié a mi misma de todas las maneras imaginables. Simplemente quería ser parte del juego. Y entonces me di cuenta de que yo creo el juego", explicó. Aunque asegura no tener planeado su futuro artístico inmediato, tiene claro que su meta está en lo más alto: triunfar en la música y ganar un Grammy.

De momento, asegura que quiere ser prudente y recapacitar para "decidir sabiamente". Pero más allá de su carrera profesional, Conchita ha abierto otra batalla. Desde el momento en que subió a recoger su trofeo de Eurovisión, dejó claro que su victoria era un mensaje de tolerancia y de respeto hacia las diferencias. Un mensaje que en Austria se está usando para avanzar en materia de derechos para los homosexuales. El canciller federal, el socialdemócrata Werner Faymann, recibió a Conchita con todos los honores y le confirmó oficialmente como una heroína nacional.

"Las austríacas y los austríacos están orgullosos de lo que usted ha logrado en Eurovisión", proclamó Faymann en una recepción ofrecida a Conchita el domingo pasado. El canciller aseguró que, aparte de sus cualidad artísticas, Conchita transmite un "mensaje que se llama tolerancia; un mensaje que se llama amor y alegría de vivir".

Para que no quedaran dudas de a quién y qué se reconoce, el político socialdemócrata, incluyó la barba en su agradecimiento: "Gracias por esa imagen, ese carisma, esas palabras". Y es que tras la buena voz y la llamativa estética, el mensaje de tolerancia que Conchita asegura querer transmitir, se ha colado de lleno en la política austríaca.

Un cambio de imagen

El partido socialdemócrata (SPÖ) ha aprovechado el tirón mediático y también social para pedir que se apliquen reformas legales para los homosexuales que se lleva años debatiendo en los despachos pero aún no en el Parlamento. Tanto están insistiendo los socialistas, que el Partido Popular austríaco (ÖVP), su socio en el gobierno, le ha acusado de querer aprovecharse de la situación.

Para el colectivo homosexual, el SPÖ no está haciendo más que recuperar un tema que siempre ha estado en su agenda, aprovechando el triunfo de Conchita para intentar mover las posturas más conservadoras de los populares. Todo en un país en el que la unión civil de parejas del mismo sexo sólo es posible desde 2010, pero aun no cuenta con los mismos derechos que el matrimonio convencional. "El SPÖ intenta usar esa opinión pública, esa señal, esa apertura hacia la tolerancia y en contra de la discriminación, para presionar un poco a su socio de coalición para traer reformas", opina Christian Högl.

Por eso, el presidente de Hosi, la asociación de homosexuales más antigua de Austria, insiste en que la pelota está en el tejado del ÖVP, un partido que lleva 30 años formando parte del Gobierno y sin cuyo visto bueno no podrá avanzarse en estos asuntos. La aparición el año pasado de un nuevo partido liberal, los Neos, con posturas más abiertas hacia derechos de los homosexuales, puede aumentar la presión sobre el ÖVP, en el que ya dos ministros se han pronunciado contrarios a mantener políticas discriminatorias.

Con todo Högl, no cree que a corto plazo vayan a producirse grandes avances legales pero sí se muestra optimista en que el tema se mantenga en la agenda política y "no desaparezca en un cajón". Que un fenómeno como el de Conchita haya salido justo de un país como Austria, con fama bien merecida, de conservador y tradicional, ha contribuido también a multiplicar su efecto. Un cambio de imagen que puede venir bien para atraer a más visitantes, como reconoce la propia Oficina de Turismo de Austria, que lleva tiempo tratando de vender un país que no sólo sea música clásica y las reliquias de los Habsburgo.

Así, el triunfo de Conchita es una "prueba viviente" de esa Austria abierta al mundo y moderna. Conchita ha servido para lanzar una imagen más amable de esta nación centroeuropea, más que ninguna campaña de mercadotécnica habría logrado transmitir de igual manera.

(EFE/REPORTAJES)

Autores

Antonio Sánchez Solís