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De mejor amigo del hombre a peligro para la naturaleza
Lunes, Mayo 28, 2018 - 16:13

Los perros vagos son un riesgo para las personas y los animales. Millones de ellos erran en países latinoamericanos como Chile.

Los perros asilvestrados viven de lo que cazan. En la Reserva Cabo de Hornos atrapan aves que anidan en el suelo e incluso atacan guanacos.

Desde México a Tierra del Fuego, hay poblaciones de perros que circulan sin ley ni dueño por Latinoamérica. Aunque no existen censos que acrediten el número exacto, aproximaciones de organizaciones y autoridades indican que Ciudad de México es una de las urbes más afectadas. Se estima que habría un millón 200 mil perros vagabundos.

En Chile en tanto, estudios de la Universidad Católica indican que en este país habría tres perros por cada diez personas, en vez de la cifra recomendada de uno cada diez. Esto facilita que no reciban el cuidado adecuado y terminen en la calle.

Víctimas de la falta de responsabilidad de quienes alguna vez fueron sus dueños, mal alimentados, sin vacunas, se reproducen sin restricción y son un peligro por la transmisión de enfermedades, ataques y suciedad.

Buscan comida en basurales, pero si están en zonas rurales también cazan. Es lo que ha observado la bióloga alemana Elke Schüttler en la Reserva de la Biosfera Cabo de Hornos, una de las 24 últimas ecorregiones silvestres del Planeta, ubicada en el extremo sur de Chile.

Un ternero atacado y devorado por un perro. Los canes de la calle y asilvestrados son una amenaza para animales domésticos y especies nativas, que se convierten en sus presas.

Como parte de un proyecto de varias instituciones, la investigadora de la Universidad de Magallanes estudió el comportamiento de los perros en esta reserva, donde la mayor actividad humana se concentra en Puerto Williams, un pequeño pueblo de 2 mil 800 habitantes en la Isla Navarino. Allí reside una población cultural y étnica mixta, con indígenas yaganes, personal de  la Armada, pescadores, colonizadores, ganaderos y operadores turísticos.

Parte de la (in)cultura

"Es un pueblo sumergido en un bosque todavía muy prístino. Tenemos grandes desafíos por el rápido desarrollo de la infraestructura y la conectividad”, indica Elke Schüttler a DW, pues se prevé que aumentará la población y con ello, las mascotas.

El estudio, basado en encuestas, salidas a terreno, seguimiento de perros con collares GPS y análisis de la dieta, permite entender mejor el impacto de los canes en la naturaleza. El 31 por ciento de los perros del pueblo y el 60 por ciento de los de áreas rurales circulan libremente de día e incluso noche. Más de la mitad de los habitantes de la isla ha experimentado problemas con perros en las calles en los últimos años. El análisis de las fecas revela que cazan principalmente animales domésticos o de cría, castores –una especie invasora– y aves.

"No es como en grandes ciudades, donde están en muy malas condiciones, prácticamente abandonados. Aquí casi todos tienen dueño, pero es parte de la cultura local que el perro, cuando tiene cierto tamaño, esté afuera. Tampoco tenemos muchos cercos y en muchos casos la mascota está en la calle”, dice Elke Schüttler.

Esto ha traído más de un problema, como mordeduras a niños y ataques a animales domésticos, como caballos, vacas y sus crías, que también circulan libremente. "Ha habido ataques de jaurías de perros en la calles a terneros que mueren frente a los vecinos”, relata la investigadora.

En Puerto Williams, la nieve no es impedimento para que los perros estén en la calle. Para evitarlo, la investigadora alemana recomienda fortalecer el vínculo de la familia con la mascota.

¿Los nuevos lobos?

"Como estamos en un área silvestre, donde a 500 metros hay acceso al bosque, los perros pueden buscar allí su alimento”, señala Elke Schüttler. Algunos se adentran en la naturaleza para vivir allí, lo que se conoce como perros asilvestrados, pues tienen una vida como carnívoros silvestres.

Aún no es posible saber de cuántos se trata, pero hay numerosos testimonios de avistamientos y fotos de perros a 20 kilómetros del pueblo, al otro lado de la isla. "En mis excursiones he visto grupos de perros que tienen un comportamiento distinto al perro con dueño. Aunque no se pierde todo el proceso de domesticación, sí forman jaurías, con estrategias de caza en conjunto, tal como los lobos. También evitan el contacto con el ser humano, como cualquier animal silvestre”.

En esta isla no hay carnívoros terrestres nativos, por lo que estos perros son una amenaza para las especies locales. Las aves no están adaptadas a la presencia de depredadores y como algunas de ellas anidan en el suelo, están más indefensas. "Aquí tenemos la población de guanacos más australes, que están en estado muy vulnerable, y también han sido atacados por perros”.

En la vecina ciudad argentina de Ushuaia, al otro lado del Canal Beagle, en Tierra del Fuego, perros asilvestrados incluso han atacado a turistas. En Navarino, en Chile, los circuitos turísticos son a veces de hasta cinco días, en condiciones aisladas, sin conexión por teléfono. "Aquí es cosa de tiempo que pase algo así. Un turista que sale solo podría ser atacado por una manada de perros hambrientos. Hay quienes llevan perros del pueblo como compañía y si va una hembra en celo también podría atraer a perros asilvestrados”.

Llamado a la conciencia

A nivel mundial, el perro ha contribuido a la extinción de 11 vertebrados y es una potencial amenaza para al menos 188 especies, según un estudio de la Universidad de Deakin, Australia. "En general no es visto como un carnívoro, sino como una mascota. Se visibiliza poco lo que puede impactar a la vida silvestre y al ecosistema”, advierte Elke Schüttler.

Algunas conductas humanas no hacen más que profundizar el problema: todavía hay perros que son abandonados y si nadie lleva comida para el perro en una excursión de varios días al aire libre, lo obligan a cazar su propio alimento. En ese sentido, la reciente ley chilena de tenencia responsable de mascotas representa un avance. Schüttler dice que es necesario también un cambio cultural: estimular mejores relaciones con las mascotas y promover que sean vistas como parte de la familia. Si el perro anda deambulando por la calle deja de cumplir sus funciones, como acompañar al dueño, jugar con los niños o cuidar la casa. 

También recomienda no permitir llevar mascotas a zonas extremas o a islas completamente silvestres, donde pueden cazar especies vulnerables, como ocurrió en Cabo de Hornos con una población de pingüinos. Como medidas de control, fomentar aún más la esterilización y castración y promover la adopción de cachorros sin hogar evitará que más perros vivan en la calle, con riesgo para ellos y para el ecosistema. "Tener en perspectiva el posible impacto de las mascotas en la vida salvaje es esencial para garantizar el futuro de esta área silvestre”, agrega la investigadora.

Autores

Victoria Danemann/ Deutsche Welle