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Disfonía espasmódica, el mal que te hace perder el control de la voz
Martes, Mayo 30, 2017 - 10:16

Este trastorno neurológico afecta a cuatro de cada 100 mil personas, especialmente a las mujeres, provocando serios problemas.

Perder la voz parcial o totalmente puede ser producto de una irritación, una inflamación o una infección en las cuerdas vocales, aunque también puede ser resultado de una alteración neurológica llamada disfonía espasmódica, un trastorno crónico caracterizado por el movimiento involuntario de uno o más músculos de la laringe, lo que afecta negativamente el habla.
 
La también llamada disfonía laríngea alterna lapsos de afonía, en los que no se produce ningún sonido, con periodos de relativa normalidad en el funcionamiento de las cuerdas vocales, aunque los signos característicos de este trastorno son la voz quebrada y la emisión de un sonido tenso, forzado o entrecortado al hablar.
 
El Instituto Nacional de la Sordera y Otros Trastornos de la Comunicación clasifica la disfonía espasmódica como un trastorno inusual, que tiene una prevalencia aproximada de cuatro casos por cada 100 mil personas.
 
Esta condición puede afectar a cualquier ser humano y la aparición de los primeros síntomas ocurre entre los 30 y 50 años de edad, siendo un problema más frecuente en las mujeres que en los hombres.
 
Descrita pero no descubierta
 
Este trastorno de la voz fue descrito por primera vez en 1871 por Traube, y cuatro años más tarde por Schnitzler, que lo bautizó como disfonía espástica. Durante aquel tiempo se le asoció con condiciones específicas como el tartamudeo y décadas más tarde fue calificado como una condición psicológica.
 
Hoy la ciencia ha confirmado que esta es una condición de naturaleza física, aunque ciertamente un alto nivel de estrés puede agudizar significativamente la condición de la persona afectada.
 
El origen exacto de la disfonía espasmódica no está del todo claro, aunque se le clasifica como un trastorno del sistema nervioso central y se le relaciona con el daño de una parte del cerebro llamada ganglio basal, parte de las estructuras profundas encargadas del control de nuestros movimientos.
 
También se ha señalado que esta condición podría tener un rasgo hereditario o estar íntimamente relacionada con otros trastornos del movimiento muscular involuntario, como la tortícolis o la discinesia tardía.
 
 
Características y variedades
 
Básicamente los síntomas de la disfonía espasmódica son una voz ahogada, forzada y estrangulada, con un inicio y final brusco que provoca quiebres en la fonación. Son igualmente característicos, un volumen bajo y una tonalidad monótona.
 
Las personas afectadas con este trastorno pueden experimentar síntomas leves y, en ocasiones, esporádicos, aunque con el tiempo estos tienden a empeorar y a presentarse con mayor frecuencia. Otro elemento interesante es que, en muchos casos, estos pueden mermar e incluso desaparecer cuando el paciente ríe o canta.
 
Por otra parte, este trastorno se ha clasificado en tres grandes grupos. El primero de estos se denomina disfonía espasmódica aductora, alteración determinada por la presencia de espasmos o movimientos de las laringe involuntarios y repentinos que provocan que las cuerdas vocales choquen una contra la otra y se endurezcan, lo que dificulta la producción de sonidos.
 
Al segundo grupo corresponden los casos de disfonía espasmódica abductora, que se producen cuando los espasmos provocan que las cuerdas vocales se abran impidiendo la necesaria vibración, así como el escape del aire durante el habla. En estos casos, los sonidos que se emiten al hablar son débiles, bajos y susurrantes.
 
Finalmente está la disfonía espasmódica mixta, en la que los movimientos involuntarios pueden provocar un excesivo cierre glótico o una tensión excesiva del músculo laríngeo. Las personas diagnosticadas dentro de este grupo emiten una voz estrangulada, áspera y anormalmente baja.
 
Botox y terapia
 
La disfonía espasmódica es una condición para la que no existe cura, aunque se han desarrollado diversas opciones de tratamiento que permiten mejorar considerablemente la calidad de la voz.
 
Una de las recomendaciones más frecuentes en estos casos es el uso de inyecciones de toxina botulínica, mejor conocida como Botox, en dosis muy pequeñas que pueden aplicarse en una o ambas cuerdas vocales. El objetivo es debilitar los músculos laríngeos para que se produzca una voz más suave y menos forzada.
 
Ahora bien, cuando lo que se busca es que el paciente acepte el trastorno y aprenda las técnicas necesarias para sobrellevarlo con éxito, se recomienda además de la atención psicológica profesional, la asistencia de un patólogo del habla y el lenguaje para optimizar la producción de la voz y ofrecer al afectado una mayor seguridad en si mismo.

Autores

Belén González/ Diario Las Américas