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Uno, dos, tres acuerdos de libre comercio: ¿una nueva era para el comercio global?
Lunes, Abril 2, 2012 - 17:34

Algunas voces optimistas en el segmento del comercio de EE.UU. dicen que 2011, algún día, tal vez sea considerado un año de grandes cambios para la política comercial del país.

Universia Knowledge Wharton. Casi cinco años después de que el gobierno Bush negociara por primera vez acuerdos de libre comercio con Corea del Sur, Colombia y Panamá, el Senado americano aprobó por fin, en el último trimestre del año pasado, las versiones revisadas de esos pactos que entrarán en vigor a lo largo de 2012.

Las empresas globales respiraron aliviadas, aunque no esperaran un resultado muy diferente. Los especialistas, sin embargo, saludaron las nuevas oportunidades que los acuerdos abrirán para los exportadores americanos en 2012. Al igual que otros acuerdos de libre comercio firmados por EE.UU., los nuevos pactos no acabarán sólo con las tarifas que elevan los precios de muchas exportaciones americanas a esos países; también eliminarán las barreras no tarifarias que hacen que los productos americanos sean más difíciles o más caros de exportar. Igualmente importante es el hecho de que los pactos aumentarán las oportunidades comerciales para los exportadores americanos mediante la exigencia de una protección más rigurosa de la propiedad intelectual en esos mercados extranjeros.

Al igual que otros acuerdos, las cláusulas serán de doble dirección, abriendo mercados y bajando los costes de las exportaciones de esos países a EE.UU.

Algunas voces optimistas en el segmento del comercio de EE.UU. dicen que 2011, algún día, tal vez sea considerado un año de grandes cambios para la política comercial del país. Aunque el equipo de Obama haya necesitado varios años para conseguir la aprobación de los tres acuerdos de libre comercio (ALC) del gobierno Bush que estaban a la deriva, Stephen Lande -presidente de la empresa de servicios de consultoría Manchester Trade de Washington, D.C.- dice que Obama "merece reconocimiento" por garantizar la aprobación de los acuerdos. El presidente envió al Congreso a Ron Kirk, representante del sector de comercio de EE.UU., para que tratara de los intereses de los sindicatos de los trabajadores americanos y de los fabricantes de automóviles en la discusión de los acuerdos. Los ALC "fueron aprobados por el Congreso de manera correcta", dice Lande. "El sistema político funcionó bien, y no se produjo la reacción contraria que tuvo lugar después del Nafta [Acuerdo de libre comercio de América del Norte]".

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Aunque el Nafta haya creado muchos empleos en el área de exportación en EE.UU., muchos otros puestos de trabajo fueron eliminados a favor de México. Muchos críticos del acuerdo en EE.UU. estaban convencidos de que el Nafta había también depreciado los salarios de forma intencional en el país, para que los fabricantes americanos pudieran competir con la mano de obra más barata de México. Además, dicen, el Nafta no cumplió la promesa hecha por los que lo apoyaron de que reduciría el flujo de inmigración ilegal y de drogas procedente de México.

Pero Rob Mulligan, vicepresidente senior del Consejo Internacional de Negocios de EE.UU., dice que el clima político actual del país es más favorable a futuros acuerdos comerciales que en cualquiera otro momento en muchos años. El Acuerdo de Libre Comercio con América Central (Cafta), negociado por EE.UU. y cinco países centroamericanos (Costa Rica, El Salvador, Guatemala, Honduras y Nicaragua) y República Dominicana, en 2006, fue aprobado por sólo dos votos, dice Mulligan, "mientras que esos tres acuerdos de comercio fueron aprobados por muchos votos de más". Por ejemplo, la votación del tratado con Corea del Sur, el 12 de octubre de 2011, fue aprobada con un margen de 83 a 15 votos en el Senado y de 278 a 151 en la Cámara de los diputados.

Obama y Kirk no sólo modificaron los acuerdos con Corea del Sur y con Colombia, para que tomaran en cuenta las graves preocupaciones sacadas a relucir por los sindicatos de los trabajadores de EE.UU., también defendieron de forma vehemente ante el público el hecho de que esos acuerdos contribuirían a que el gobierno pudiera alcanzar el objetivo oficial del Proyecto Nacional de Exportación -es decir, doblar las exportaciones de 2010 a 2014-, además de crear un número significativo de nuevos empleos.

Los optimistas dicen que uno de los legados más duraderos del gobierno Obama podrá ser la conquista de un amplio consenso político de que el libre comercio es parte de la solución para el lento crecimiento económico, y no parte del problema. Si así fuera, el apoyo a futuros acuerdos de libre comercio continuaría en el próximo gobierno, sea el presidente reelegido o no. Aunque Obama haya criticado el Nafta durante la campaña presidencial de 2008, y haya tardado en conseguir la aprobación de los tres nuevos tratados, Felipe Monteiro, profesor de Gestión de Wharton, cree que el presidente también se ha vuelto "bastante pragmático" respecto a las cuestiones comerciales. "No creo que haya ninguna interpretación ideológica" en lo que concierne al comercio, dice, añadiendo que su expectativa es que EE.UU. insista en su agenda de renovación de acuerdo.

 

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Exportando más, invirtiendo más. Pero no todos están convencidos de que los oponentes del libre comercio se hayan dejado convencer por los argumentos del presidente. Brian A. Pomper, socio de la oficina internacional de abogados Akin Gump Strauss Hauer & Feld, en Washington, D.C., destaca que el apoyo a esos tres nuevos pactos entre los republicanos fue fundamental para su victoria, y no el apoyo de los demócratas. A pesar de la fuerte insistencia del presidente y de Kirk, "los votos demócratas fueron una gran decepción", dice Pomper, demócrata favorable al libre comercio.

Menos de un tercio de la Cámara de los diputados -un total de 59- votó a favor del acuerdo con Corea, frente a 130 demócratas que votaron en contra, dice Pomper. A pesar de todos los cambios introducidos en el acuerdo con Colombia, cuyas cláusulas de derecho laboral entran en vigor de forma inmediata, sólo 31 diputados demócratas votaron de forma favorable, frente a 158 votos demócratas contrarios. La votación muestra que los sindicatos de trabajadores de EE.UU. fueron "implacables" en su oposición al acuerdo con Colombia, dice Pomper.

Dejando de lado la votación, Mulligan dice que los tres nuevos acuerdos fueron una "gran hazaña" que tendrá un impacto importante sobre los exportadores americanos de diversos sectores. Gracias, por ejemplo, al acuerdo con Corea del Sur, cerca de un 95% del comercio bilateral de bienes industriales y de consumo quedará libre de impuestos en los próximos cinco años, y se eliminarán buena parte de las tarifas restantes en diez años. Los coreanos compraron US$ 34.000 millones de productos americanos en 2010, el sexto mayor total del mundo. De enero a septiembre de 2011, EE.UU. exportó US$32.500 millones de productos a Corea, frente a US$28.800 millones hace un año.

Colombia, que importó US$11.000 millones de productos de EE.UU., y Panamá, que importó US$6.000 millones, se quedaron muy atrás de Corea en volumen y en importancia económica, pero se trata también de mercados en crecimiento con perspectivas financieras futuras positivas. "En general, las empresas americanas exportarán más e invertirán mucho más en esos mercados" como consecuencia de los acuerdos, dice Mulligan.

En la mejor de las hipótesis, muchos exportadores americanos podrían compensar parte del terreno que perdieron el año pasado, cuando Canadá y la Unión Europea (UE) introdujeron ALC propios con Corea y Colombia, mientras EE.UU. asistía a todo impasible. Desde que el acuerdo de la UE con Corea entró en vigor en julio de 2011, las exportaciones europeas a Corea del Sur aumentaron a un ritmo mucho más rápido que las exportaciones americanas.

Una razón fundamental de eso, dice Doug Goudie, director de política internacional de comercio de la Asociación Nacional de Fabricantes, es que los exportadores americanos estaban operando en desventaja respecto a sus competidores europeos: los compradores surcoreanos de bienes europeos tenían un descuento del 10% respecto a los compradores de productos fabricados en EEUU gracias a la inexistencia de tarifas sobre las importaciones de Europa. "Nadie rechaza un descuento del 10%", dice Goudie. "Estamos intentando seguir el ritmo", añade Shaun Donnelly, vicepresidente de inversiones y de servicios financieros del Consejo Americano de Negocios Internacionales. "Me temo que esta vez haya que pagar un precio. Perdemos la oportunidad de entrar en Corea del Sur antes".

De igual manera, algunos exportadores de EE.UU. a Colombia se quedaron atrás respecto a los competidores de Canadá, cuyo acuerdo de libre comercio con Colombia entró en vigor en agosto de 2011.

Cruzando el Pacífico. En un futuro más lejano, los tres nuevos acuerdos hechos por EEUU pueden acabar en un segundo plano en virtud de un nuevo proyecto más ambicioso conocido como Asociación Transpacífico (TPP, en sus siglas en inglés). Según trabajadores del gobierno americano, los objetivos de la TPP —que necesitará dos años para ser negociada y aprobada por los países miembro— consisten en "ampliar el comercio y las inversiones" entre los nueve miembros de la Cuenca del Pacífico, incluido EE.UU., "promover la innovación, el crecimiento económico y el desarrollo", respaldar la creación de empleo y preservar los profesionales. Anunciado en noviembre de 2011, la TPP unirá bajo un mismo techo gigantesco países diversos con los cuales EE.UU. ya tienen acuerdos bilaterales de libre comercio en vigor —Australia, Chile, Perú y Singapur—, así como algunos países como Brunei, Malasia, Nueva Zelanda y Vietnam, que nunca habían negociado anteriormente acuerdos con EEUU. Colectivamente, esos países compraron US$84.200 millones de productos exportados por EEUU en 2010. La TPP sobrepasará por mucho en alcance no sólo a los acuerdos bilaterales previos de EE.UU., también los acuerdos regionales anteriores, como el Nafta y el Cafta. De momento, por lo menos, la TPP no incluirá Corea del Sur.

Según Mulligan, "la TPP ganó impulso, en parte, porque otros países se dieron cuenta de que EEUU toma en serio el comercio" después de que el Congreso aprobara los tres ALC. Mauro Guillén, profesor de Gestión de Wharton y director del Instituto Lauder de Administración y Estudios Internacionales, dice que "EE.UU. prefieren negociar acuerdos bilaterales o multilaterales. A los americanos no les gusta negociar [acuerdos con] bloques de países", como es el caso de Brasil, Argentina, Paraguay y Uruguay. Como la TPP facilitará el acceso de los exportadores de Chile, Colombia y Perú a los mercados en rápido crecimiento de la región Asia/Pacífico, la TPP será un "gran negocio" para los exportadores allí, dice Guillén, añadiendo que "todos los países que participan en los acuerdos tienen mucho que ganar con el comercio con EEUU".

La decisión del Gobierno Obama de apoyar el TPP multilateral muestra el interés cada vez mayor por la región del Pacífico —en rápido crecimiento— entre los gestores de políticas americanos en una época en que es incierta la situación financiera de los países de la Unión Europea de crecimiento lento. Aunque dos de los tres acuerdos de comercio más recientes de EE.UU. incluyan países latinoamericanos —Colombia y Panamá—, el acuerdo con Corea del Sur es, de lejos, el mayor en términos de impacto económico, siendo éste el mayor acuerdo de libre comercio bilateral de EE.UU. desde el Nafta, sancionado el 1 de enero de 1994.

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Una vez más, EE.UU. parece estar intentando seguir el ritmo. Según un informe reciente del Brookings Institution, el número de acuerdos de libre comercio (ALC) con países del Pacífico pasó de tres pactos sólo, en 2000, a 54, en 2009, aunque EEUU haya participado en sólo dos de esos acuerdos. Antes de que el Congreso aprobara el acuerdo con Corea el año pasado, EE.UU. no había cerrado ningún ALC en Asia desde el acuerdo bilateral con Singapur, en 2003.

Perjudicadas por la inexistencia de nuevos acuerdos de comercio con Asia, las importaciones de productos americanos por parte de los países asiáticos cayeron en el porcentaje total de importaciones de esos países en el transcurso de la década pasada. Por ejemplo: en el caso de Indonesia, las importaciones de productos americanos pasaron del 10% del total de importaciones de aquel país en 2000 a un 7,3% en 2009; ya en el caso de Filipinas, la caída fue de un 19% a un 12% a lo largo del mismo periodo; respecto a Corea del Sur, el porcentaje cayó del 18,2% a sólo un 9%.

Para los exportadores americanos, la TPP debería abrir nuevas oportunidades de mercado en algunos países que, anteriormente, no habían cumplido todas las exigencias necesarias para la elaboración de un acuerdo de libre comercio con EEUU. Malasia, por ejemplo, aún impone tarifas elevadas sobre los productos importados de EEUU. Durante el Gobierno del presidente George W. Bush, EEUU intentó negociar un ALC con Malasia, pero las negociaciones fracasaron cuando el Gobierno malayo se mostró "reacio a asumir algunos compromisos" referentes a la eliminación de barreras no tarifarias que aumentarían el acceso de las empresas americanas en el país, dice Goudie. Al señalar su disposición de unirse a la TPP, Malasia "ahora, al parecer, está dispuesta a asumir" aquellos compromisos específicos, añade.

-¿Qué tamaño tendrá la TPP en el futuro? Los gobiernos de Canadá, Japón y México ya anunciaron que les gustaría participar en la TPP en algún momento en el futuro. "Aún no se sabe", dice Goudie, si habrá una segunda etapa formal en el proceso de admisión al grupo que facilite la entrada de esos países. El futuro de la TPP pasa por China, que podrá presentarse para ocupar un lugar en el proyecto en el futuro, según algunos analistas. Brasil podrá también plantear algún tipo de relación, aunque no tenga salida al Pacífico. Aunque China se haya convertido recientemente en el mayor mercado para las exportaciones brasileñas, Brasil quiere también fortalecer sus lazos comerciales con Perú y con Chile, futuros miembros de la TPP, dice Monteiro.

Al asociarse en alguna medida a la TPP, Brasil podría usar la relación que tiene con las naciones suramericanas del Pacífico para aumentar el acceso de las empresas brasileñas en los mercados de Asia-Pacífico tales como Australia, Malasia, Nueva Zelanda y Japón. "Brasil no quiere ser totalmente dependiente de China", dice Monteiro. Si un acuerdo tan amplio y multilateral como la TPP tiene éxito, ¿será esa la sentencia de "muerte" oficial de las negociaciones internacionales de la Ronda de Doha, patrocinada por la Organización Mundial del Comercio ya moribunda? No necesariamente, dice Frank Vargo, vicepresidente de asuntos económicos internacionales de la Asociación Nacional de Fabricantes de EE.UU.

"Nadie está dispuesto a admitir la muerte de la Ronda de Doha", añade, sugiriendo que la Ronda reciba el nombre original: Agenda de Desarrollo Doha. "La OMC también debe tener agendas propias", en vez de ver en la agenda Doha su único proyecto importante, dice Vargo. "Ya es hora de que admitamos que ya no se trata de una Ronda", algo que él definió como "un enorme caldero dentro del cual se meten todos los intereses y negociaciones, y donde uno gana y otro pierde".

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