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Argentina: ¿inflación y depresión?
Jueves, Abril 21, 2016 - 10:46

En Argentina -el país con más psicólogos del mundo- las crisis económicas y la incertidumbre dejaron huellas profundas.

Los argentinos afrontan por estos días la tercera experiencia de alta inflación en 14 años. En 2002, cuando el desempleo superaba el 20%, el índice de precios al consumidor (IPC) alcanzó el 41%. En 2014, cuando la falta de trabajo afectaba al 7%, la inflación también llegó al 41% en el peor momento del año. En 2016 se ha desatado una ola de despidos, pero además el IPC en Buenos Aires ya alcanza al 35% y va a por más. Tantos sacudones de precios dejan sus huellas emocionales y psicológicas, según los expertos.

En Argentina -el país con más psicólogos del mundo y donde el pensamiento de Sigmund Freud sigue influyendo en los profesionales- Andrés Rascovsky, expresidente de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA), opina que la repetición de la experiencia de vivir con alta inflación “tiene un impacto enorme en cuanto a la pérdida de creencia”. Rascovsky advierte de que hay personas que ante estas situaciones “toman el camino de la violencia contra el propio individuo, hay más suicidios, somatización, se incrementa la drogadicción, se buscan paraísos donde afloja el resentimiento que generan estos gobiernos”. El expresidente de APA se refiere tanto al del presidente Mauricio Macri como al de su antecesora, Cristina Fernández de Kirchner.

La incertidumbre causa “desestabilización psíquica”. “Estas situaciones generan mucha ansiedad y desarticulación del afecto del yo, es decir, el yo, que es el eje donde uno se siente bien, se fragmenta y se replantea todo lo que se hace”, analiza, por su parte, el presidente de la Asociación de Psicólogos Sociales de Argentina, Carlos Margiota. “La gente no sabe lo que va a ocurrir, tiene miedo al ataque de lo de afuera, el desempleo, la inseguridad, y entonces hay desestabilización psíquica. No hay plata (dinero) para salir una vez por semana o cada 15 días, y eso termina involucrando la psiquis de cada uno, porque la gente deja de reunirse, se repliega sobre sí misma”, continúa Margiota.

Nora Coulón, jubilada de 63 años, ya vivió muchas más que tres crisis en Argentina. Vecina de Florencia Varela, en el Gran Buenos Aires (periferia de la capital), sigue colaborando tres veces por semana en un estudio contable para sumar unos pesos más. “Por mi carácter, soy 100% optimista, pero en realidad me preocupa la inflación, y mucho”, confiesa Nora, que aún no ha sufrido los aumentos de las antes baratas tarifas de electricidad, gas y agua, que entre febrero y abril han subido hasta el 500%. “Pero ya sentimos el aumento (de precios) de los alimentos. Estamos pensando con mi marido, mi hermano y mis tres hijos en hacer compras de verdura y productos de almacén al por mayor. El problema es que los sueldos no se incrementan como deberían, siempre van por detrás de la inflación”, se queja Nora.

“A mi familia no le afecta (la inflación) porque tenemos los recursos para sobrellevarlo, pero sí a la población con la cual trabajo”, comenta Fernando Flores, vicedirector de un centro de pedagogía y terapéutica de la diversidad en Rosario. Fernando, kinesiólogo de 39 años, casado y con dos hijos, cuenta que mantiene la ilusión: “No siento agobio. Intento disfrutar y valorar las pequeñas cosas de la vida. Tengo esperanza de que las instituciones comiencen a funcionar y que cada uno se dedique a hacer lo que le corresponde. Tenemos un país maravilloso, pero las instituciones no funcionan y es fundamental cambiarlo”.

Sobreviviente de la hiperinflación. El psicoanalista Rascovsky opina que estas crisis "generan angustia, hay un miedo no consiente, es difícil vivir de la ilusión, que se derrumba con mucha facilidad”. “Salvo para los adinerados, el tema económico se transforma en significativo, uno lo ve en los consultorios, porque está en juego si se tendrá que restringir el presupuesto, si podrán ir a comer afuera o ir al cine. Claro que para los de clase baja está en juego el sobrevivir, pero ellos no llegan a nuestros consultorios”, añade el expresidente de APA.

Inés Regonat, de 42 años, casada y con un hijo, reconoce que la desmejora económica la afecta, pero tampoco la agobia. “Gracias a Dios, soy propietaria, lo que me da una ventaja, aunque admito que el pago de impuestos y servicios demanda más dinero a fin de mes, pero pago todo”, cuenta Inés, empleada del Ministerio de Seguridad que recibe una beca escolar para su hijo. Nota que cada vez gasta más y compra menos en el supermercado, que debe recargar la tarjeta de transporte público con más frecuencia y que el efectivo se les escurre con más rapidez. “Tengo esperanza de que la tormenta va a pasar, aunque recién comienza a llover y creo seguirá un poco más”, comenta Inés. En su memoria están guardados “dos malos recuerdos económicos”: la hiperinflación que sufrió Argentina en 1989, cuando era una niña, y la crisis de 2002. “Sobreviví a ambas. He superado a mis padres en educación y en lo económico”, se siente satisfecha.

Los argentinos, acostumbrados a las crisis. “Como tengo un trabajo en blanco (formal), no sufro tanto el efecto de la inflación porque se actualiza mi sueldo por paritarias (negociaciones colectivas de sindicatos y patronal)”, cuenta Andrea Festa, que a los 36 años dirige un servicio social en Buenos Aires. “Entiendo que los ajustes de los servicios debían hacerse, pero me parece que podrían haberlos hecho más paulatinamente”, opina Andrea. Pero lo que más le “molesta” es el encarecimiento de los alimentos: “Es increíble, ha habido un abuso excesivo. Vivo los aumentos con asombro, realmente no puedo creer que antes con 100 pesos llenaba un carrito del súper (supermercado) y hoy solo puedo pagar un par de paquetitos de yerba (mate). Más que por mi familia, me preocupa la gente que tiene menos oportunidades, sobre todo por estos últimos aumentos (de tarifas) de transporte y servicios. Tengo incertidumbre, realmente no sé qué va a pasar... Quiero tener esperanza, ojalá se solucione todo y la economía mejore y podamos sentir el impacto positivo”, plantea Andrea.

El psicólogo social Margiota opina que si se agrava la crisis, aumentarán las consultas. “Por ahora aparece el temor”, cuenta este profesional de 69 años. “Yo he pasado muchas de estas crisis. Este país vive con ciclos, periodos de consumo y de restricción, pasamos de un extremo al otro. El que está acostumbrado sabe que se termina algún día, pero los más jóvenes lo viven como más amenazante”, concluye Margiota.

Autores

Deutsche Welle