Lo que hasta ayer podía taparse con un dedo, hoy es incuestionable: en Argentina está en marcha una devaluación.
Si hasta la semana pasada se le consultaba a algún economista kirchnerista, manifestaba su optimismo en que la economía argentina solucionaría sus tres problemas principales: inflación, pérdida de reservas y retraso cambiario.
Hasta la semana pasada el dólar oficial estaba a $6,7 y el blue tocaba los $11, es decir una brecha de un 75%; para Agustín D’Attellis, miembro de la agrupación de economistas kirchneristas La Gran Makro, señalaba que antes de levantar el cepo cambiario había que reducir esa brecha al 40%.
Y no sólo eso, sino que debía esperarse el resultado de las negociaciones con el Club de París (formado por 19 países), al que Argentina debe US$10.000 millones. Para eso viajó esta semana el ministro de Economía, Axel Kicillof, a Francia con una propuesta de pago en diez años.
Sin embargo, la recepción no fue la esperada, ya que este miércoles la secretaria del organismo señaló que era “muy pronto para dar alguna respuesta o reacción a Argentina”. Una pronta acogida era la señal que el gobierno argentino necesitaba para frenar las especulaciones, que presionaban especialmente sobre el dólar blue; ya que, de acordar con el Club de París, Argentina podría volver a pedir créditos y así ingresarían dólares a la economía.
Sin embargo, ayer el dólar oficial trepó sobre los $8 y el blue alcanzó los $13. La altísima sensación térmica de ese momento, cercana a los 48 grados, era el indicio de lo que estaba ocurriendo: una fuga de dólares a través del “contado con liqui” que, según el ministro de Economía, alcanzaba los US$15.000 millones.
Sin la señal del Club de París y con esa cantidad de dólares menos, era obvio que la presión sobre el blue se intensificaría. De nada ayudó que el equipo económico decidiera dejar flotar libremente el dólar oficial para ver en qué banda se estabilizaba. Ahora, gracias a las explicaciones del ministro de Economía a una radio, se sabe que esta alza fue “un ataque especulativo muy fuerte”. ¿Era eso solamente?
Como el mercado del dólar se maneja con especulaciones y expectativas, el gobierno decidió minimizarlas. Para ello -y después de reforzar los controles para evitar la fuga de dólares (esta semana se limitaron las compras por internet, a dos por año)-, el jefe de gabinete, Jorge Capitanich, escoltado por un callado ministro Kicillof, anunció que desde el lunes se autorizaba a las personas la compra de dólares para “tenencia y ahorro”, y explicó la medida debido a que “el gobierno considera que el precio de la divisa ha alcanzado un nivel de convergencia aceptable para los objetivos de la política económica”.
Aún queda pendiente cuál será la reglamentación para la compra de divisas, se sabe que la Administración Federal de Ingresos Públicos (AFIP) deberá autorizar la compra, pero aún se ignnora los montos y si todos podrán adquirir.
De este modo, lo que hasta ayer podía taparse con un dedo, hoy es incuestionable: en Argentina está en marcha una devaluación.
El economista Carlos Melconian, de la Consultora M&S, cree que lo sucedido “es sólo la profundización de un deterioro. Ahora, ¿hacia dónde va esto? No lo sé, el gobierno lo dirá cuando explique bien, por el momento todo sigue igual”. Pese a esta incertidumbre, pronostica que es muy probable que el impacto de esta devaluación sea que “tengamos una inflación más alta que la del año pasado”.
Pablo Tigani, gerente general de la Consultora Hacer, es más cauto que Melconian, y cree que detrás de la decisión de devaluar o depreciar (que, según él, es el término más correcto) está, por un lado, la inexperiencia de Axel Kicillof y -por otro- una corrección necesaria.
Lo claro, para él, es que “el gobierno entendió que era el momento de corregir el tipo de cambio, dos meses antes de la liquidación de la cosecha” y así invitar a los empresarios sojeros a liquidar ahora: “esta medida es, sin duda, promercado, y aclaro esto para todos aquellos que acusaban a Kicillof de promarxista”.
En términos contables, el dólar al que podrán acceder las personas, a partir del próximo lunes, será de $9,6 ($8 más el 20% como adelanto al impuesto a las ganancias) y el blue se estacionaría en torno a $11, lo que daría una brecha del 20%.
Tigani advierte que el gobierno intentó evitar esta medida, porque no quería que sufrieran los sectores de ingresos fijos, que viven de un sueldo. De ahí que la última palabra la tendrán los sindicalistas cuando empiecen a negociar las paritarias sobre cuánto será el aumento de sus salarios.
En este sentido, aclara que “al trabajador le importa bien poco cuánto vale el dólar, le importa que el dinero le alcance para comprar lo que necesita”.
En relación con la inexperiencia que ha demostrado esta última semana el ministro de Economía y el nuevo equipo económico, Pablo Tigani señala que en general es gente “muy joven, inexperta en temas internacionales (como quedó demostrado con la negociación con el Club de París), son a la vez muy académicos, y no saben la dinámica del sector privado. De hecho, creo que Kicillof es ante todo un político que estudió economía”.
Muestra de su inexperiencia, señala cómo se manejó el ministro cuando un ejecutivo de Shell hizo un pedido de compra por US$3,5 millones a un precio de $8,7; en vez de salir a vender dólares (el Banco Central tiene en reservas US$30.000 millones), dejó que el mercado hiciera trepar su cotización casi a ese precio: “Cuando te hacen esas pulseadas desde el mundo privado, hay que entender que es como el ajedrez: si Shell quiere dólares a $8,7, yo se los vendo a $7,7, y si los quiere a $7,7, se los vendo a $8,7, así hasta que echen al que hizo el pedido”.
Pero la mala semana de Axel Kicillof incluso alcanzó a su casa. Anoche en el barrio donde vive hubo un corte de luz, que curiosamente no afectó a su hogar. La temperatura durante buena parte del día había sido insoportable y a esa hora de la noche llovía; hastiados, unos vecinos se manifestaron frente a la puerta del ministro. Lo único bueno de esto es que la semana negra del ministro está por terminar.