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Cambio de tendencia
Jue, 29/07/2010 - 13:33

Alejandro Fernández

Cambio de tendencia
Alejandro Fernández

Ingeniero Comercial de la Universidad de Chile y Master of Arts en Economía de University of Rochester. Profesor de la Facultad de Ciencias Económicas y Administrativas de la Universidad de Chile, de la Universidad Adolfo Ibañez y de la Universidad Finis Terrae. Fue consultor del Banco Mundial, y ex asesor del ministerio de Economía Fomento y Reconstrucción. Actualmente es presidente y director de Gemines Management Consulting, filial de Gemines S.A.

En una decisión un tanto sorpresiva, el Banco Central de Chile decidió elevar la tasa de política monetaria (TPM) de 0,5% a 1% en la reunión del 15 de junio pasado, transformándose en el tercer Banco Central en América Latina, después de Brasil y Perú, y uno de los pocos en el mundo, que ha llegado a la conclusión de que las condiciones internas ya no justifican una política monetaria ultra expansiva como la aún vigente.

En el comunicado oficial en que informó de la decisión, el ente emisor toma nota de la turbulencia externa, principalmente en Europa, pero asume que sus efectos sobre el resto del mundo serán acotados, al tiempo que, en el ámbito interno, se reconoce una rápida recuperación de los efectos del terremoto que sufrió el país el 27 de febrero y un significativo dinamismo de la demanda, aunque enfatiza que las expectativas de inflación siguen siendo consistentes con la meta de 3%, y advierte que seguirá administrando la política monetaria con flexibilidad.

Si bien la decisión de elevar la tasa de política monetaria (TPM) era ampliamente esperada, el consenso apuntaba a un alza de sólo 25 puntos base, en vez de los 50 aplicados, y la verdad es que el tono del comunicado no difiere mucho de aquel del mes anterior, cuando la decisión fue de mantener la tasa.

La decisión del Banco Central fue la correcta y necesaria para evitar que la fuerte aceleración del gasto interno y, en particular, del consumo, se traduzca en un incremento de la inflación que la lleve a ubicarse por sobre el rango meta el próximo año. Para esto hay que tener en cuenta que la política monetaria afecta con un rezago no inferior a los seis meses a la actividad y la inflación, y que el nivel absoluto de la TPM era, y sigue siendo, demasiado bajo.

En particular, lo relevante desde la perspectiva del control de la inflación es la TPM real, de manera que con una inflación que se está acelerando gradualmente, por mucho que aún se ubique por debajo del piso del rango meta (2% a 4%), es necesario subir la TPM nominal de una forma que compense la mayor inflación, sobre todo si se recuerda que su nivel neutral probablemente no es inferior a 5%.

Es cierto que hay volatilidad en el exterior y que la posibilidad de una crisis y recesión en Europa no se pueden descartar. Pero tal escenario puede demorar meses en concretarse y la política monetaria no puede quedar rehén de una eventualidad que podría o no producirse. Además, incluso en un escenario negativo de la economía mundial, es difícil justificar la mantención de una TPM en el nivel actual, que sigue siendo extraordinariamente expansivo y justificado sólo bajo condiciones excepcionales, como fueron aquellas que hicieron temer la posibilidad de una nueva depresión global como la de los años 30.

En todo caso, más allá de lo que puede significar la magnitud del alza en la TPM, lo importante es que la decisión del 15 de junio representó el primer aumento en la TPM desde septiembre de 2008 y marca el inicio de un ciclo que reconoce que la actividad económica ya dejó atrás la recesión y, notablemente, las consecuencias más relevantes del terrible terremoto del 27 de febrero.

Considerando lo anterior, la política monetaria debe orientarse a la mantención de la credibilidad del Banco Central y el anclaje de las expectativas en torno a la meta de inflación de 3%. Las principales dudas respecto de la agresiva reducción de la TPM en el primer semestre de 2009 tenían que ver no con la conveniencia o justificación de dicha reacción, en un contexto extremadamente complejo, sino con la capacidad del Banco Central de desandar ese camino con la velocidad y oportunidad suficientes. Algo que históricamente estaba al debe de la institución monetaria, especialmente al recordar su vacilación y demora en elevar la TPM en 2007-08, lo que permitió que la inflación llegara a casi 10% en octubre de 2008, retrasando el inicio del ciclo de bajas necesario por la crisis internacional.

El Banco Central de Chile parece querer dejar atrás esos momentos de duda, mostrando una convicción muy clara de su compromiso antiinflacionario, pero el veredicto final sólo podrá emitirse mucho más adelante, con evidencia de un comportamiento futuro consistente con el analizado aquí y con resultados en materia de inflación coherentes con los objetivos que la propia institución se ha fijado. 

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