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Cómo afecta la percepción en las decisiones de inversión y la conducta de riesgo
Miércoles, Mayo 20, 2015 - 09:07

Existe una gran necesidad de incluir factores psicológicos, como variables de explicación del comportamiento de los inversionistas.

Distintos estudios han demostrado que el comportamiento de los inversionistas, incluso de aquellos que cuentan con más experiencia y conocimiento, no se rige por condiciones objetivas equiparables para todos y estrictamente técnicas.

La percepción que tienen respecto de las decisiones financieras que enfrentan, pero también del contexto en el que toman dichas decisiones, incide de manera individual en el resultado en las acciones concretas que deciden emprender. La percepción de los inversionistas repercute de manera directa en sus decisiones de inversión en la Bolsa o en activos financieros y, de manera particular, en su comportamiento relativo al riesgo.

La conducta individual de aversión al riesgo (o la falta de ella) determina puntualmente las decisiones que los inversionistas están dispuestos a tomar, y diferentes estudios han mostrado claramente que cuando los inversionistas tienen una marcada y elevada orientación hacia el riesgo en la búsqueda de mayores retornos de inversión, tienden a tomar decisiones en las que sobreestiman las ganancias posibles y minimizan los riesgos implícitos en sus decisiones.

En una nueva investigación publicada en este año, titulada “How Investor Perceptions Drive Actual Trading and Risk-Taking Behavior”, académicos de la Universidad de Maastricht analizaron cómo los factores de percepción inciden en las prácticas de inversión.

Grandes inversionistas toman pequeños riesgos. Encontraron que uno de los factores que afectan la percepción y consecuentemente las decisiones de los inversionistas es su nivel de riqueza. Los inversionistas con portafolios de inversión de gran valor tienden a buscar realizar operaciones de inversión menos frecuentemente que aquellos que tienen portafolios de menor nivel de riqueza.

Una explicación de lo anterior es que los inversionistas que se perciben a sí mismos con riqueza menor de la que creen que pueden alcanzar toman decisiones en las que promueven una más frecuente participación en procesos de inversión y toman un riesgo mayor.

Adicionalmente, por lo que se refiere al riesgo, la percepción afecta la frecuencia con la que realizan operaciones y el nivel de riesgo que asumen en cada una de las mismas, incidiendo además en el tiempo de exposición al riesgo que asumen, por ejemplo, ante condiciones de volatilidad del mercado.

Más allá de las explicaciones tradicionales de estudios previos, este experimento trata de demostrar la necesidad de incluir factores psicológicos como variables de explicación del comportamiento de los inversionistas. Aquellos inversionistas que tienen una percepción de búsqueda de mayor rendimiento (porque su visión de la realidad los lleva a creer que ello es posible y alcanzable) tienden a demeritar los indicadores de riesgo, lo que en ocasiones afecta sensiblemente el nivel de retorno deseado.

Tratándose de inversionistas, el conjunto de creencias que construyen su percepción da forma a sus creencias de lo que ocurrirá en el futuro, y ello tiene un impacto fundamental en sus decisiones, afectando incluso su nivel de aversión al riesgo.

Estamos —tanto en México como en otros países— por empezar a salir del ciclo de tasas reales, incluso negativas, en muchos instrumentos de inversión, con niveles tan bajos que para muchos inversionistas resultaban poco favorecedores para mantener una conducta de ahorro que fuera productiva.

Pero hoy que estamos muy cerca del fin de este ciclo largo de tasas bajas, una percepción exagerada en los inversionistas que sobredimensione las expectativas futuras de crecimiento de las tasas y su impacto sobre los instrumentos de inversión puede llevarlos a tomar decisiones que no consideren adecuadamente los riesgos persistentes de volatilidad en los mercados financieros.

Comprender que lo que percibimos no necesariamente corresponderá con la realidad nos debe llevar a decisiones que consideren los riesgos reales del contexto y eviten el deterioro de nuestro patrimonio futuro.

Autores

El Economista (México)