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Consumidores cambian sus rutinas ante la escasez y la tensión social en Venezuela
Lunes, Febrero 17, 2014 - 09:09

Los fines de semana la gente se pone al día con diligencias pendientes. La vida se ha vuelto más compleja y el tiempo libre es menor. Centros comerciales son los favoritos

Los cambios en las rutinas de los venezolanos que ya caracterizan los días de semana se están extendiendo a los sábados y domingos.

A los problemas de falta de productos en los anaqueles, ahora se suma las movilizaciones políticas que complican aun más los planes de los consumidores.

La tensión social, entra como nuevo elemento de peso y según analistas la polarización también termina condicionando las rutinas de consumo.

El tiempo de lunes a viernes queda corto entre el tráfico intenso, los trámites, las diligencias para compras de alimentos en varios establecimientos y el trabajo diario; este último muchas veces relegado ante las otras urgencias.

Las empresas están siendo tolerantes. Permiten que algunos integrantes del personal “se escapen” en horas de la mañana si se enteran de que llegó la leche o el aceite en el comercio de la esquina de la oficina, o autorizan que se vayan un poco antes de las 5:00 pm, dado que después puede ser fatídico el regreso a casa.

Los asesores de gerencia recomiendan, precisamente, que ante esta coyuntura compleja de país, con desabastecimiento, tensiones, marchas y vías congestionadas, los jefes sean flexibles con el personal.

Más de una compañía ha perdido profesionales o técnicos valiosos en sus filas, porque estos no podían cumplir con las formalidades de estrictos horarios.

El fenómeno se ha acentuado en el último par de meses y ahora los venezolanos dedican gran parte de los sábados a completar el mercado, a chatear más con sus amigos para pasarse datos de a dónde ir para paliar la falta de surtido (o cuándo será la próxima marcha), o han puesto a sus hijos en actividades extracurriculares ese día, dado que entresemana no les es posible. Lo cierto es que la gente no se da abasto.

Según Francisco Coello, profesor de sociología política en la Universidad Católica Andrés Bello (Ucab), el país cayó en el “estado de naturaleza” del que hablaba el filósofo Thomas Hobbes. Se refiere al concepto sobre la forma original del ser humano que tiene a la fuerza y a las necesidades básicas por norma, y en la que se está expuesto a situaciones básicas de supervivencia.

En ese estado, el ser humano está preocupado más que nada por la alimentación y la seguridad, y la posibilidad de conflicto está siempre presente.

Para Hobbes, el estado de naturaleza es un “estado de guerra”, de competencia y se requieren nuevos contratos sociales para que las sociedades evolucionen.

Tiempo libre limitado. A los venezolanos les gusta dedicarse al esparcimiento, pero ese tiempo se ha limitado. Por lo pronto, los sábados son destinados casi enteramente a “diligencias pendientes”.

Los domingos también se ven afectados por los preparativos para la semana siguiente, ya que resulta muy caro comprar comida en los colegios o trabajos, y en las casas se preparan las viandas en el supuesto “día libre”.

Las dinámicas de las familias se han vuelto complejas, al ritmo de los resultados de enero, que evidencian 56,3% de inflación anualizada y un índice de escasez en 28%, el nivel más alto desde el año 2008, según el Banco Central de Venezuela (BCV).

Bien es sabido que la gente prefiere llegar temprano a casa. “La inseguridad y violencia del entorno elimina la posibilidad de vida nocturna, lo que afecta a ese tipo de negocios y a los más jóvenes. Hasta las instituciones de enseñanza están recortando sus horarios este año”, reafirmó Coello.

Centros comerciales. Los malls siguen siendo los lugares preferidos para los fines de semana, por la comodidad de las instalaciones y la seguridad física que ofrecen.

Sin embargo, muchos venezolanos están relegando las compras a un segundo plano ya que, si bien la liquidez es aún alta en el mercado, la inflación hace estragos en los bolsillos de la gente.

La mayor parte del presupuesto se va en alimentos, con “expectativas regresivas”; es decir, las personas creen que no conseguirán bienes y adelantan sus compras. Mucha gente recorre los centros comerciales para entretener a sus familias y comparan precios. La rebaja decretada a fines de 2013 se nota en algunos locales más que en otros, con grandes distorsiones.

El comportamiento estable típico de los meses de enero por las ofertas de la época se ha alterado este año. “Se ha incrementado la sensación de empobrecimiento. El Gobierno dice que los sectores populares han mejorado su situación, pero se ha perdido la libertad de elegir los lugares donde pasear o las marcas que comprar. El estar pensando en la reposición de alimentos también quita calidad de vida a la gente, en especial cuando se sabe que comprar nuevamente alterará el presupuesto”, observó Coello.

El profesor nota un nuevo fenómeno: personas del interior del país, sobre todo mujeres, que vienen a Caracas a comprar alimentos y repuestos, con la intención de abastecerse lo más que pueden para ellas y sus vecinos. “Vienen por turnos a pasar el día. Es una logística que se ha desarrollado y se ve en centros comerciales y mercados”, agregó.

Cine, restaurantes y viajes. Comparado con otras alternativas de entretenimiento, el cine está entre las más accesibles, aunque si se agregan las cotufas y bebidas (tradición en los hábitos del venezolano), resulta oneroso.

El teatro, por su parte, se ha vuelto especialmente caro para la mayoría, y descartado como actividad recurrente, de acuerdo con los analistas consultados.

Los precios de los restaurantes están entre los que más subieron en enero (4,8% de inflación ese mes, según el BCV).

Otras limitaciones afectan los paseos durante los fines de semana largos y vacaciones, como es la falta de pasajes al exterior y las restricciones de divisas.

“Las mayorías no se sienten afectadas por la insuficiencia de divisas, y no todos ven la relación de estas con la escasez. A diferencia, la clase media está de luto por el recorte de los cupos para viajeros. Esa gente sentía que los viajes, al menos una vez al año, eran un escape, y han perdido esa posibilidad”, señaló Fátima dos Santos, psicóloga social y profesora de la UCV.

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