Pasar al contenido principal

ES / EN

¿Cuál es el efecto del dólar en la economía colombiana?
Martes, Diciembre 29, 2015 - 09:04

Colombia es el país más afectado por la rápida devaluación de su moneda frente al dólar en la región, debido a su dependencia del petróleo.

Si considera ir a algún local de Chilli’s en Colombia a comer chips con salsa, deberá reconsiderarlo. Desde hace varias semanas, la cadena puso un letrero que dice ‘agotado’ a ese plato, por contener ingredientes importados, los cuales han experimentado un alza considerable de precio en los últimos meses. La cadena Wok hizo lo propio con algunos platillos por el mismo motivo, al tiempo que algunos supermercados han comenzado a subir el precio de los productos foráneos de mayor demanda.

Sucede que el peso colombiano está pasando por el peor momento en la historia de sus devaluaciones frente al dólar. En el último año, la moneda cafetera ha perdido 36% de su valor frente a la estadounidense, en una escalada en la que pasó de tener una cotización cercana a los $1.990 a más de $3.000 por cada dólar.

Esta pérdida de valor –solo superada en el mundo por el kwacha de Malawi (África) y el rublo ruso– no solo afecta a todos los sectores económicos del país, sino que también comienza a tener efectos negativos sobre los consumidores finales. Según el gerente del Banco de la República, José Darío Uribe, el alto precio del dólar no solo presiona la inflación, sino que ya elevó las proyecciones de costo de vida para este año, que subió de 2% y 4% a 4,5%.

Para Guillermo Botero, presidente de la Federación Nacional de Comerciantes (Fenalco), el comercio interno ha sido el mayor afectado por la devaluación excesiva de la moneda. “Todos los productos importados, y los que se manufacturan en el país con materias primas importadas, han tenido un incremento significativo en sus costos. Este incremento quiere decir un menor volumen de ventas”, comenta.

De acuerdo con el ejecutivo, este fenómeno afecta desde los bienes más básicos, como el pan y la pasta, que requieren trigo, maíz, soya y huevos importados, hasta productos de alta gama, como vehículos, motocicletas y productos electrónicos. “Una computadora que costaba $1.800.000 hace unos meses, hoy en día ronda los $3.000.000. Eso tiene un impacto grande sobre esta industria”, dice.

En este sentido, la importación en vehículos, partes y accesorios bajó 24% en junio pasado respecto a 2014, según información de la Asociación del Sector Automotriz y sus Partes. En agosto pasado, la importación de vehículos de Estados Unidos registró una caída de 19,3%, frente al año anterior. Los automóviles de origen chino cayeron 15,3% y los coreanos 8,1%.

Juan Carlos Archila, presidente de Claro Colombia, sostiene que la actual devaluación del peso es una fuente de preocupación para las empresas que realizan grandes inversiones en infraestructura y tecnología, como pasa con las telecomunicaciones. “Hemos hecho un esfuerzo muy importante no solo para mantener los niveles de precio a los usuarios, sino además para conservar nuestro ritmo de inversiones, que supera los US$ 1.000 millones anuales”, comentó.

[[wysiwyg_imageupload:6365:]]

Un problema holandés. A juicio de los analistas, Colombia está sufriendo las consecuencias de la llamada ‘enfermedad holandesa’, al concentrar sus exportaciones en los hidrocarburos ante los precios atractivos en el mercado internacional, hecho que, al sufrir un revés en su cotización internacional, terminó afectando negativamente a todos los sectores. El petróleo representa cerca del 55% de las exportaciones y cerca del 16% de los ingresos fiscales de la nación.

Mientras el crudo mantuvo un precio mayor a los US$100 por barril, el país tuvo un importante flujo de capitales que ayudó a mantener la moneda estadounidense ‘a raya’, con una cotización entre $1.900 y $2.400.

El problema comenzó a finales de 2014, cuando los precios de los hidrocarburos cayeron rápidamente en todo el mundo, ante la sobreoferta de países como Arabia Saudita y Rusia, que buscan desestimular a Estados Unidos en su uso de técnicas de explotación como el fracking  (extracción de gas natural mediante la fracturación de la roca madre, como pizarras y esquistos). A esto se unieron la incorporación de Irán nuevamente al mercado mundial y la caída en la demanda de países como China y Brasil.

De acuerdo con Javier Díaz, presidente de la Asociación Nacional de Exportadores (Analdex), Colombia registra una reducción en sus exportaciones totales a partir de la caída de los precios del petróleo. “En volúmenes exportamos un poco más, pero en valor la caída es impresionante. La disminución de los ingresos no alcanza a ser compensada con las exportaciones de otros sectores”, comenta.

Al cierre de esta edición, el barril de referencia Brent perdía 50,76% de su valor respecto al año pasado y se pagaba a US$ 47 en el mercado internacional.

Esta situación también afecta a empresas exportadoras pertenecientes a otros sectores. Básicamente el boom petrolero de los últimos diez años originó una revaluación del peso, que las empresas manufactureras compensaron usando materias primas importadas, que resultaban más baratas.

“El primer efecto para las empresas exportadoras es negativo, porque los insumos importados tienen precios muy altos. Ahora deben buscar cómo sustituirlos con materias primas nacionales. Y eso tomará tiempo”, dice Díaz.

Junto al bajo precio del petróleo, el peso colombiano también se vio afectado por la posibilidad de que la Reserva Federal elevara sus tasas de interés, lo que habría conducido a un flujo de capitales desde los países emergentes hacia Estados Unidos, en busca de protección. El organismo decidió mantener sus tasas en un mínimo histórico ante la inestabilidad de los mercados financieros.

La industria reacciona. Las empresas colombianas han comenzado a buscar formas para combatir la fuerte devaluación del peso, sin perder competitividad y ofreciendo la misma calidad en sus productos y servicios. “Hasta ahora las empresas no han entrado en pánico ni han frenado sus inversiones. Una de las variables que ha ayudado es que el desempleo está controlado, entonces el motor del consumo interno ayuda a que el país se sostenga”, dice Juan Pablo Villegas, director para el norte de Latinoamérica de Citrix.

Según Guillermo Botero, presidente de Fenalco, el comercio está afrontando esta situación a través de dos mecanismos. El primero consiste en sacrificar sus márgenes de ganancias y mantener los precios de los productos en el mismo nivel de los meses pasados.

Por ejemplo, Autogermana, la mayor importadora de automóviles europeos, decidió vender sus vehículos con una tasa por dólar de $2.500 durante varias semanas, al tiempo que la aerolínea Avianca ofrecía sus pasajes para destinos nacionales con el mismo precio del año pasado. En ambos casos, la idea era mantener las ventas y reducir sus inventarios.

La segunda forma como las empresas luchan contra la devaluación consiste en ‘convencer’ a los proveedores en el exterior de la importancia de mantenerse en este mercado y buscar unos descuentos razonables mientras se nivela la tasa de cambios.

Por su parte, Javier Díaz, de Analdex, considera que las empresas exportadoras de bienes y servicios aún tendrán que esperar entre seis y ocho meses para ver los beneficios de la actual devaluación. “Las empresas exportadoras deben comenzar a salir, a golpear puertas, enviar cotizaciones, enviar muestras, convencer a los clientes de cambiar a sus proveedores actuales. Los efectos de la tasa de cambio los veremos el año entrante”.

Para este año, Colombia tenía por meta llegar a US$30.000 millones en exportaciones del sector no tradicional: US$ 21.000 millones en bienes y US$ 9.000 millones en servicios. “Es una meta alcanzable en la medida en que se haga la tarea. No basta con la tasa de cambio; hay que levantar variables que le restan competitividad, como el tema tributario, donde una empresa paga el equivalente al 75% de sus utilidades en impuestos, mientras el promedio de la región es 53% y el promedio mundial es 43%”, concluye Díaz.

Después de ayudar al crecimiento económico del país en los últimos diez años, el dólar se está transformando en uno de sus mayores opositores. Aunque el Gobierno podría intervenir con acciones puntuales en días específicos para disminuir la volatilidad, todos los expertos concuerdan en señalar que nadie puede detener las fuerzas del mercado.

Autores

Alejandro González