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Después de la fiesta, el colapso y la limpieza
Martes, Noviembre 4, 2014 - 16:44

La fiesta de un ‘boom’ ecónomico en Latinoamérica se está acabando y muchos gobiernos están confundidos con respecto a qué dirección tomar.

Durante los últimos 10 años, América del Sur nunca lo ha tenido tan bien. El continente navegó una bonanza en los precios de los commodities, apoyado en un abundante capital mundial. Según la frase de marketing de sir Martin Sorrell, los 2010 deberían ser la “década de América Latina”. Los negocios de Maserati abrieron en Bogotá mientras Brasil creaba 22 millonarios al día. No eran sólo los ricos los que ganaban. La pobreza cayó y, de una manera única, la inequidad se redujo en el continente.

Sin embargo, como todas las cosas buenas, esta fiesta está terminando. Al tiempo que caen los precios de los commodities por la desaceleración de la economía de China, hay un nuevo sentido de la ansiedad. En todas partes, los países vibran con un pánico ligeramente suprimido, y el fin del relajamiento cuantitativo en Estados Unidos no ayuda a mejorar los ánimos. Al tiempo que el ciclo de la economía da una vuelta, muchos gobiernos están confundidos con respecto a qué dirección tomar. Dado todo lo que se ha logrado, a menudo hay desacuerdos con respecto a qué debe venir después.

El crecimiento ya está desacelerándose rápidamente a casi 1,2% para la región durante este año. Como ha advertido el Banco Mundial en su más reciente pronóstico regional: “No es claro si la desaceleración ha llegado a su fin”. La inversión que había llegado a niveles comparables a los de Asia, a causa del “superciclo de los commodities”, está cayendo. Entre tanto, la protesta social está en aumento, tanto en las urnas como en la dura disputa electoral de Brasil. También en la acción directa, como en las protestas de campesinos el año pasado en Colombia. En todas partes la región está sacudida por efervescencia social.

Este ánimo de agitación atraviesa las divisiones políticas. A un extremo del espectro está Venezuela, un país tremendamente mal administrado, que tiene la suerte de poseer las reservas de energía más grandes del mundo, pero que coquetea con el cese de pagos, a causa de un Estado tan incompetente que le da un nuevo significado a la palabra “lemming”.

En el otro extremo está Chile, que a menudo se toma como un ejemplo de administración económica sobria, pero que en tan sólo un año vio una caída de 5% hace un año a tan poco como 1,5% en el tercer trimestre de 2014, en el crecimiento de su economía dominada por el cobre. La atmósfera política de Santiago se ha vuelto venenosa y Michelle Bachelet ha visto cómo se derrumba su índice de favorabilidad luego de la victoria electoral.

Entre estos extremos hay un amplio rango de experiencias y una gran excepción: México. A diferencia de Suramérica, rica en commodities, este país sufrió la última década, más que disfrutarla. Sin embargo, el aumento de los costos de los salarios en China está aligerando la presión competitiva que había sobre su economía, liderada por las exportaciones, y los términos en que se hace comercio están girando a su favor. Con el tiempo, a pesar de los serios problemas de seguridad, debería arrojar crecimiento.

Quienes han observado por mucho tiempo a América Latina pueden sentir que ya han visto todo esto antes. Nada cambia. Las bonanzas de commodities van y vienen, y durante la bonanza la región siempre parece evolucionar. Las falsas esperanzas son una de sus debilidades particulares. Como decía el filósofo español José Ortega y Gasset: “Todos viven como si sus sueños del futuro ya fueran una realidad”. Sin embargo, ahora que el futuro ha llegado y tristemente, para países como Brasil, está cargado de deudas de consumidores y una prolongada dependencia en el crédito, el crecimiento será lento.

Se acaba la fiesta. Durante una década, muchos en la región se felicitaron por sus logros. Algunos orgullos nacionales crecieron a proporciones amazónicas. Sin embargo, era el falso orgullo de la mayoría de bonanzas: muchos de esos logros se debían a eventos por fuera de sus países.

Ahora los años fáciles están terminando. Como un ciclista que llega al fondo de una colina luego de un viaje largo y fácil, el crecimiento puede desacelerarse hasta llegar al punto de arrastrarse. Hay otra subida en el horizonte y será difícil llegar a la cima. Pero no es el fin del mundo. Simplemente así son las colinas.

Autores

ELESPECTADOR.COM