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Deudas, el obstáculo entre Colombia y Venezuela
Jueves, Mayo 29, 2014 - 07:46

Las cuentas atrasadas son la principal razón por la que los empresarios colombianos han disminuido sus envíos al vecino país.

Los accionistas de Avianca se despertaron este miércoles con una inmejorable noticia proveniente de Venezuela: después de varios años de tires y aflojes y de decepciones acumuladas, finalmente el gobierno de Nicolás Maduro aceptó cancelar una buena parte de la deuda que mantiene con las aerolíneas internacionales, en un esfuerzo por no espantar las divisas provenientes del sector turismo.

En el caso de la compañía colombiana, ese alivio incluye los costos facturados en diciembre de 2012, los cuales ascienden a US$12 millones. Una suma importante que, sin embargo, se queda corta ante la deuda total que aún mantiene el vecino país: US$302 millones.

Esa misma situación la viven los exportadores que desde 2008, año en que las relaciones diplomáticas y comerciales entre ambos países se vieron afectadas por sus disímiles posiciones políticas, han tomado el riesgo de venderle a un mercado que no cuenta con reglas claras de pago.

Según cifras oficiales, la deuda por las exportaciones facturadas en 2008 y 2009 asciende a US$218 millones, mientras que la cifra por el mismo rubro de 2012 y 2013 es de US$107 millones. Esos números rojos se mantienen a pesar de que Caracas ya canceló US$1.000 millones por obligaciones contraídas por sus empresarios entre 2007 y 2011.

Pero el ambiente se enrarece aún más al analizar la estructura de pagos que ha implementado el vecino país por cuenta de la escasez de dólares, producto de menores ventas de petróleo al mundo. Esta situación empeoró en 2013, cuando el gobierno se decidió a eliminar el Sistema de Transacciones con Títulos en Moneda Extranjera (Sitme), mecanismo que en el poco más de año y medio de su existencia negoció US$23.736 millones a una tasa de cambio de 5,30 bolívares fuertes por dólar.

En marzo del año pasado se estrenó el Sistema Complementario de Adquisiciones de Divisas (Sicad), que realizó 13 subastas por US$1.593 millones durante el año pasado con recursos provenientes del Banco Central de Venezuela, la estatal petrolera Pdvsa y varias entidades públicas. Para 2014 planea entregar US$11.220 millones a una tasa de cambio de 10,9 bolívares fuertes por dólar.

Sin embargo, un año después, en marzo de 2014, se implementó el Sistema Cambiario Alternativo de Divisas, o Sicad II, cuyas subastas rondan la tasa de 50 bolívares por dólar. Ha sido diseñado para que participen las empresas privadas, pero a partir de julio definirá la venta de pasajes aéreos, por lo que se proyecta un alza en su precio del 354%.

Los múltiples mecanismos para la liquidación de divisas han incidido en las exportaciones. Según datos del DANE, si bien durante el primer trimestre del año las ventas al vecino país ascendieron a US$544,12 millones, lo que supuso un crecimiento del 3,3% frente al mismo período del año anterior, en marzo el dinamismo comercial presentó un retroceso del 40,4%, pues la facturación pasó de US$190,64 millones en marzo de 2013 a US$113,58 millones en el tercer mes de 2014.

Ese comportamiento se explica por el recorte en los envíos de gas por cuenta de la inminencia del fenómeno de El Niño, lo cual indica la reticencia de la industria a mantener el ritmo de las exportaciones. “Ha habido acercamientos a los empresarios en ese sentido, pero siempre han dejado muy claro que un requisito esencial para hacer negocios con Venezuela es el pago de las deudas atrasadas”, aseguró el miembro de un gremio que prefirió no ser mencionado.

“No es un secreto que el comercio se ha venido reduciendo”, afirma Javier Díaz, presidente de Analdex, quien estima en US$300 millones la deuda que el vecino país mantiene desde 2012 con los empresarios colombianos. Ese ha sido el principal argumento para que el interés de aumentar las exportaciones no sea tan sólido: “Los intercambios han estado marcados por transacciones entre gobiernos, como energía y gas. Pero entre las empresas prevalece el sentimiento de que no se despacha mientras no se reciba el pago”.

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ELESPECTADOR.COM