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El año que los uruguayos perdieron la confianza
Domingo, Enero 3, 2016 - 11:18

La desaceleración impactó en el mercado laboral y barrió con las expectativas

Montevideo. En economía, el 2015 fue el año del bajón. No de un bajón de la actividad económica, que a pesar de un contexto externo más complicado siguió expandiéndose, sino un bajón en el sentido anímico. Uruguay acaba de agregar un nuevo año al ciclo de crecimiento más largo de su historia –son 13 años de expansión y son una minoría los expertos que piensan que esa racha llegará a su fin en 2016–, pero la percepción que hay en la calle es muy distinta y se confirma en las decisiones de consumo, un motor del crecimiento que este año se apagó.

Según el relevamiento que realizan en conjunto el Departamento de Economía de la Universidad Católica y Equipos Consultores, entre octubre de 2014 e igual mes de este año, la confianza de los consumidores uruguayos pasó del terreno de "atendible optimismo" al de un "moderado pesimismo". El indicador que refleja la percepción de los consumidores respecto a la economía en general y su propio bolsillo, se redujo 29,1% durante ese período, lo que implica un fuerte deterioro de las expectativas en un período muy corto de tiempo.

De esta manera, la cautela primó entre los hogares uruguayos a la hora del gasto. Durante dos trimestres consecutivos, el consumo cayó en relación a 2014 y eso no pasaba en Uruguay desde el final de la crisis económica de comienzos de este siglo.

¿Qué llevó a los consumidores a pasar de un ritmo acelerado de crecimiento del gasto a una cautela repentina? Son varios los factores que empujaron a los uruguayos a moderar su comportamiento asociado al gasto.

El alza del dólar, de 23% en el año, no fue fácil de digerir para los hogares uruguayos, particularmente sensibles a la suba del tipo de cambio. El problema no solo es que se encarecen los bienes importados y eso reduce la capacidad de consumo, sino además esa asociación instalada en la idiosincrasia uruguaya entre la depreciación del peso y el devenir de los problemas económicos.

Es cierto que las crisis económicas del pasado trajeron consigo, entre otras cosas, fuertes aumentos en la cotización del dólar. Sin embargo, no hay nada en los manuales de Economía que vincule la depreciación del a moneda con una calamidad.

En paralelo, el mercado uruguayo veía por primera vez en 2015 un deterioro significativo, que alimentaba esa sensación de que la cosa dejó de ir bien. El salario real dejó de subir y el desempleo dio un salto no menor. Mientras que en el cuarto trimestre de 2014, 6,7% de los uruguayos que estaban dispuestos a trabajar no encontraban un empleo, los analistas encuestados por El Observador en diciembre esperan que en igual período de este año hayan ascendido a 8%. De acuerdo a los pronósticos de la mediana de los analistas, el año terminó con 61 mil empleos menos que 2014.

Por si esos no fueran motivos suficientes para el pesimismo, la superposición de un cambio en el ciclo económico se superpuso de la peor manera con un cambio en el ciclo político. En 2014, en momentos en los cuales el gobierno debería haber moderado el gasto y torcer el discurso hacia el terreno de la cautela y la prudencia de manera gradual, el gobierno antepuso el objetivo electoral, acentuó el optimismo en su discurso y aceleró gastos e inversiones.

No fue hasta que asumiera la nueva administración que se dio el viraje en el discurso oficial, con el ministro de Economía Danilo Astori como principal exponente de la visión más conservadora, principalmente enfocada a la negociación presupuestal.

Ese giro brusco alimentó el pesimismo de los uruguayos y la sensación de que la situación económica ya no es la que era. A comienzos del año, el economista Gabriel Oddone, socio de CPA Ferrere, señalaba que uno de los principales desafíos para la nueva administración sería lidiar con "expectativas desancladas de la realidad".

El temor de los expertos era que el gobierno no pudiera realizar los ajustes necesarios en tiempos de desaceleración, presionado por los sindicatos y su fuerza política para mantener un ritmo de aumento del gasto y los salarios que en el nuevo contexto económico podría agravar los problemas, principalmente en materia de empleo.En los hechos, el Ejecutivo enfrentó el año de mayor conflictividad laboral desde 2002, según el relevamiento que realiza el Instituto de Relaciones Laborales de la Universidad Católica.

El gobierno mantiene un objetivo que hoy en día reviste una creciente complejidad: evitar grandes desequilibrios en la totalidad de las variables macroeconómicas. El equipo económico discrepa con cada una de las voces que le reclama atender mejor alguna de las variables en detrimento de otras, ya sea la competitividad en precios, la inflación o el déficit fiscal. La apuesta es al todo, a evitar grandes desequilibrios en cualquiera de los frentes, aunque eso suponga un progresivo deterioro general.

En ese sentido, el choque entre el equipo económico y los analistas privados en el debate público fue una constante a lo largo del año. Con una inflación proyectada de 9,6% para el cierre de 2015, llevaba a algunos de los expertos a pedir un esfuerzo adicional en el combate al alza de precios, aunque eso implicara un déficit circunstancial más alto.

Otros economistas miraban con preocupación la fuerte devaluación de la moneda brasileña –el dólar en el vecino país subió 43% en el último año– y en el último mes, la unificación cambiaria de Argentina, que hizo converger el tipo de cambio oficial casi a la cotización del paralelo, con una suba de 32%. Esto encareció a la plaza uruguaya frente a dos mercados importantes para el país, el primero en el comercio de bienes y el segundo, principalmente por el turismo y los bienes sustitutivos de producción local.

Desde otro frente, llegaban demandas al Ministerio de Economía de que el ajuste previsto en el Presupuesto Nacional, que bajaría un punto del Producto Interno Bruto (PIB) el déficit fiscal para el final del quinquenio, era insuficiente para enfrentar con holgura el nuevo contexto económico.

De esta manera, el gobierno de Tabaré Vázquez enfrentó un primer año de gobierno signado por las demandas, los conflictos, los desencuentros y los contrapuntos. Tanto desde los sindicatos como desde los empresarios, desde la oposición como desde el propio Frente Amplio.

La negociación por el Presupuesto y la ronda de Consejos de Salarios fueron los espacios que en 2015 acapararon esos reclamos al gobierno. Con su popularidad en baja y las condiciones económicas externas en deterioro, el gobierno salió golpeado.

El gran desafío para 2016 será establecer un rumbo para lo que resta de la administración y con él las prioridades en materia económicas. Pero sobre todo, recuperar la confianza de los consumidores e inversiones. No con una negación de los problemas y dificultades, sino con un plan fundamentado y creíble, que demuestre una comprensión de los desafíos por delante de parte de las autoridades y explicite los costos que traerá aparejado el nuevo escenario para todos los actores involucrados, asumiendo también los costos políticos propios.

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OBSERVA.COM