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El tigre y el dragón: India y China aprenden el uno del otro
Viernes, Septiembre 7, 2012 - 17:11

Con sistemas políticos y económicos muy diferentes, China e India han sacado de la pobreza a millones de personas, pero a costa de una mayor desigualdad del ingreso y degradación ambiental.

China e India son los gigantes del mundo emergente. Con más de un tercio de la población mundial, estos dos países influirían enormemente en las tendencias mundiales aún si no estuvieran creciendo con rapidez. Pero en los últimos 10 años China e India se han situado entre las economías más dinámicas del mundo. Desde 1995, el ingreso medio de China ha aumentado casi 10 veces, mientras que el de India casi se ha cuadruplicado.

Con sistemas políticos y económicos muy diferentes, ambos países han sacado de la pobreza a millones de personas, pero a costa de una mayor desigualdad del ingreso y degradación ambiental. Dada la magnitud de los cambios, el surgimiento de estos dos países ha tenido profundas implicaciones en el resto del mundo.

Pero China e India han seguido rutas de desarrollo muy diferentes. El modelo económico chino se centra en un sector manufacturero orientado hacia las exportaciones mundiales. India también se ha integrado cada vez más al resto del mundo, pero con un modelo más basado en la demanda interna y los servicios. Este proceso ha convertido a China en la fábrica del mundo.

El crecimiento de India ha sido menos espectacular, pero en sectores que van desde el petroquímico hasta el informático. India ha tenido éxito a escala mundial. Los productos chi-
nos —desde camisetas y equipo de aire acondicionado hasta componentes de iPod y muebles— se venden en casi todo el planeta. Pero en India, los ingenieros automatizan procesos de oficinas, los centros de llamadas resuelven fallas de software y las farmacéuticas producen medicamentos genéricos para todo el mundo.

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¿Cómo es que dos países con condiciones iniciales aparentemente similares —ingresos muy bajos, grandes poblaciones rurales, décadas de exilio económico autoimpuesto y fuerte control central— hayan trazado rutas de desarrollo tan diferentes? Y dadas estas diferencias, ¿qué podrían aprender el uno del otro para el futuro? ¿Cómo empezaron las reformas?.

China emprendió su reforma no construyendo fábricas y rascacielos deslumbrantes sino con reformas agrarias. En 1978, abnegados campesinos de granjas colectivas constituían un 80% de la población. La tierra comunitaria se arrendaba a hogares, a los que se les permitía elegir los cultivos y vender en el mercado la producción que excediera de la cuota estatal. Las reformas agrarias —que elevaron drásticamente la productividad agrícola y permitieron que gran parte de la actividad económica y la mano de obra centralizadas pasaran al sector industrial— sembraron las semillas de la transformación económica de China. Después el país empezó a reconectarse con el resto del mundo, estableciendo zonas económicas especiales en la costa este en 1980.

Estas zonas, dotadas de poderes discrecionales de recaudación, reglas empresariales simplificadas e infraestructuras modernas, atrajeron inversión extranjera a gran escala, y de ahí el experimento se propagó en poco tiempo a otras zonas. Mientras tanto, la reforma de las empresas estatales a mediados de los años noventa propulsó el crecimiento, relevando a las empresas de responsabilidades sociales y autorizando la inversión en nuevas tecnologías y la búsqueda de mercados.

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Apoyadas por diversas políticas públicas, las empresas exportadoras se volvieron muy eficientes compitiendo en el mercado mundial. Así, siguiendo el modelo exportador de Asia oriental propugnado por Japón y Corea, China logró canalizar el exceso de mano de obra hacia el sistema de producción mundial. Tras ingresar a la Organización Mundial del Comercio (OMC) en 2001, el comercio total de China (exportaciones más importaciones) se disparó de menos del 10% del PIB a finales de los años setenta a casi 50% hoy en día, y la inversión extranjera directa de prácticamente cero a comienzos de los años ochenta a más de US$150.000 millones anuales en los últimos cinco años.

En India la reforma empezó en 1991. Dada la menor necesidad de centrarse en los derechos de propiedad y la menor supervisión estatal, las reformas iniciales procuraron flexibilizar la economía tras una crisis de balanza de pagos. Primero se levantaron las restricciones sobre la manufactura y el comercio.

Antes de 1991, se requerían permisos en casi todos los casos en India, la competencia extranjera en la mayoría de los sectores era mínima o nula, y la intervención estatal —desde
el transporte hasta las finanzas— asfixiaba el espíritu empresarial y el crecimiento. En los años noventa se eliminaron los permisos en muchos sectores, bajaron los aranceles y los mercados financieros del país empezaron a abrirse al mundo.


Los flujos financieros aumentaron de casi cero a comienzos de los años noventa a casi 8% del PIB en 2007, el año previo a la crisis financiera mundial. El sector manufacturero de India creció rápidamente desde comienzos de los años noventa, pero el crecimiento de los servicios fue aun mayor, gracias a que el gran contingente de ingenieros indios anglófonos bien preparados logró adaptar los modelos empresariales occidentales a un entorno de bajo costo.

Las exportaciones de servicios aumentaron de 2% a 7% del PIB entre 1994 y 2011. La tercerización de tareas sencillas, como atención al cliente y programación de software, evolucionó hacia el desarrollo de nuevos procesos empresariales y software, la gestión de procedimientos jurídicos y médicos de rutina y otros servicios. India también encontró segmentos en otros sectores de uso intensivo de conocimientos, como la farmacéutica. Si bien las exportaciones de India no crecieron al mismo ritmo que las de China, para 2011 las exportaciones de bienes y servicios representaban un 24% del PIB, apenas por debajo del 28% de China.

¿Cuál es la situación de India y China en la actualidad? Gracias a que las reformas comenzaron antes y a que el crecimiento ha sido más rápido, China tiene un nivel de ingreso superior al de India. Como principal exportador mundial, China produce más juguetes, zapatos, repuestos y computadoras que cualquier otro país y emplea a más de 100 millones de personas en manufactura. Pero el modelo chino puede estar perdiendo sostenibilidad debido a que la crisis mundial está debilitando la demanda externa y a que el envejecimiento de la población reducirá la fuerza laboral.

En la última década, las reformas en gran medida han ido quedado relegadas incluso a medida que la estructura económica de China ha ido desequilibrándose. La inversión aumentó hasta casi 13 puntos porcentuales del PIB y ahora representa casi la mitad del producto, mientras que el consumo privado ha bajado de 45% a 35% del PIB. Si este desequilibrio se prolonga mucho, la fuerte inversión podría descarrilar el crecimiento de China al incrementar la capacidad excedentaria, reducir la productividad y dejar a los bancos con un gran caudal de préstamos incobrables.

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Los altos niveles de contaminación y demanda de energía son otras razones para modificar el modelo. Como se reconoce en el más reciente plan quinquenal de China, se precisa un mejor equilibrio interno entre la inversión y el consumo para sustentar el crecimiento en los próximos años. Para lograrlo, hay que corregir el costo de inversión artificialmente bajo, incrementando hasta los niveles internacionales el costo del capital y el precio de otros insumos clave (tierra, energía, agua), y protegiendo mejor el medio ambiente.

Para incentivar el consumo hay que apuntalar el ingreso de los hogares —expandiendo el sector de servicios de uso intensivo de mano de obra y fomentando el empleo en actividades de
mayor valor agregado y uso de capital humano—, y hay que reducir el ahorro de los hogares y las empresas, reforzando la red de protección social y aplicando reformas financieras para remunerar más equitativamente a los hogares y racionalizar la asignación de capital. Lo alentador es que el gobierno chino ya ha previsto la mayoría de estas reformas, pero será clave
que se implementen de manera oportuna.

En India, el vibrante sector de servicios ha dado al país algo muy inusual para una economía de mercado emergente: muchas empresas privadas líderes en sectores de mucho valor agregado, como las informáticas Infosys, Wipro y TCS.

Pero se estima que el sector de tecnología de la información en India emplea solo a 2,5 millones de personas, o menos de 0,5% de la población activa. Y el ingreso medio de alrededor de US$1.500 anuales significa que los salarios siguen siendo bajos para la mayor parte de la población.

El rápido crecimiento de la población activa de India en las próximas décadas implica una expansión sin precedentes de la fuerza laboral. Para crear buenas oportunidades de empleo
se necesitan varias reformas: mejorar la educación y la salud y modernizar la regulación de sectores de uso intensivo de mano de obra, en particular el manufacturero; corregir los obstáculos al crecimiento, desde la capacidad insuficiente de puertos y carreteras hasta la deficiente asignación de derechos de minería y apagones; mejorar el clima de negocios simplificando las reglas y los trámites y reduciendo las barreras comerciales; mejorar el sistema financiero para que los particulares puedan ahorrar y acceder al crédito y para que las empresas puedan invertir a largo plazo.

Sin reformas sostenidas, la creación de empleo podría estancarse. Y mientras tanto, el gobierno y el Banco de Reserva de India tendrán que controlar la inflación, que en años recientes ha alcanzado niveles altos, y el déficit presupuestario, que ha sido persistentemente alto desde la crisis financiera mundial y podría desplazar a la inversión y frenar el desarrollo del mercado de capitales.

Desafíos en común. India y China también tienen algunos retos en común. Concretamente, el crecimiento tiene que ser más inclusivo. Ambos países han logrado reducciones sin precedentes de la pobreza. En India, el número de personas por debajo de la línea de pobreza se redujo de 36% a 22% entre 1993 y 2009.

Desde el inicio de las reformas en China, más de 400 millones de personas han salido de la pobreza. Pero aun así, muchas personas han quedado rezagadas. En India, 250 millones de personas permanecen en la pobreza, y para muchos la calidad de los servicios públicos de salud y educación, sobre todo en las zonas rurales, sigue siendo muy mala. En China, la productividad rural se ha estancado en los últimos años, y hay que adaptar los servicios públicos para colmar las aspiraciones de mejor educación y salud de una clase media creciente.

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Además, la desigualdad ha aumentado rápidamente en ambos países. Los salarios de los grupos de alto nivel educativo, particularmente en zonas urbanas, han aumentado mucho más rápido que los de los pobres, especialmente en el campo.

La diferencia entre las condiciones de vida de la clase media urbana, que se parecen cada vez más a las de países desarrollados, y las de muchas personas aún pobres en el campo y en regiones al margen del rápido crecimiento, ha generado tensiones sociales en ambos países.

Enseñanzas mutuas. Para preservar el dinamismo del crecimiento, China e India tienen que adoptar una estructura económica que equilibre mejor la demanda interna y externa, así como la manufactura y los servicios. Las estrategias de desarrollo de los dos países han sido muy diferentes, pero para lograr este equilibrio cada país podría aprender algo del otro.

Primero, ¿qué puede aprender India de la trayectoria de reforma de su vecino, que es más prolongada? Un aspecto que se suele olvidar es cómo las reformas agrarias y rurales incentivaron el desarrollo inicial de China. El aumento de la productividad agrícola liberó mano de obra para la industria y también la demanda reprimida de diversos bienes industriales.
India tuvo su propia revolución verde en los años sesenta y setenta, pero aún están por resolverse temas más generales relativos a los precios y la inversión pública.
Para aprovechar
las reformas en curso, India ha de promover la sinergia entre la agricultura y la industria, como lo hizo China para despegar.

Después de todo, la mitad de los trabajadores de India y un sexto de su producto dependen de la agricultura. Otros aspectos en que China ha tenido mucho más éxito son el comercio exterior y la atracción de inversión extranjera, lo cual ayudó a crear empleo. China se ha convertido en un eje del comercio al abrir su economía a las importaciones y a la inversión extranjera directa, si bien a menudo con condiciones, y al ayudar a las empresas nacionales para que se adapten a la fuerte competencia extranjera.

Este éxito obedece al establecimiento de zonas económicas especiales flexibles y un régimen liberal de inversión extranjera, un entorno empresarial y regulatorio que apoya a las industrias exportadoras, políticas macroeconómicas estables y reforma de las empresas estatales. Ninguna experiencia es perfecta, pero India podría tener en cuenta cómo China abrió los mercados internos a la competencia y cómo las políticas públicas pueden ayudar a fomentar la manufactura y el empleo. Además, lo que en India ha sido un obstáculo en China se ha convertido en un motor del crecimiento: desde hace mucho China es el mayor inversionista mundial en infraestructura, y ha construido carreteras, a veces donde aún no eran necesarias.

El interés en las exportaciones llevó al país a invertir mucho en ferrocarriles (de carga y después de pasajeros), puertos y aeropuertos. La infraestructura urbana de China se ha desarrollado con rapidez, con sistemas de metro en Shanghái y Beijing que están entre los más extensos del mundo. La inversión de China en energía —tradicionalmente en carbón pero ahora también en toda la gama de fuentes renovables— también es la mayor del mundo.

En India, en cambio, la infraestructura es un obstáculo. La inversión en ferrocarriles se ve complicada por la propiedad estatal directa. Algunas privatizaciones de aeropuertos han sido exitosas, pero la inversión en puertos está rezagada, y la generación y transmisión de energía se enfrenta a modelos de precios y regulaciones que encarecen las inversiones. Por lo tanto, India puede mejorar mucho la ejecución de sus planes de infraestructura para fomentar el desarrollo, incrementar la conectividad y reducir el costo de las exportaciones. Quizás otros países no puedan reproducir cabalmente el rápido desarrollo de la infraestructura de China, pero la lección es que la inversión en infraestructura debe estar vinculada a metas de desarrollo.

¿Y qué podría aprender China de India? Un aspecto clave es el sector financiero de India, relativamente más avanzado y con orientación de mercado. Pese a un nivel de ingreso relativamente bajo, India tiene un mercado bursátil muy sofisticado y transparente. La apertura a la inversión extranjera significa que las empresas que cotizan en bolsa tienen acceso a capitales del exterior. Esto no solo ha sido una importante fuente de financiamiento para empresas indias, sino que también ha propiciado una cultura empresarial transparente y abierta.

Los requisitos de divulgación de información exigidos para que una empresa india cotice en la bolsa son similares a los de las economías desarrolladas. Esto ha mejorado la disciplina del mercado y la confianza en las grandes empresas. Y si bien en ambos países los sistemas financieros aún están dominados por el Estado y las oportunidades de inversión extranjera son limitadas, el sistema indio tiene una orientación más de mercado. Las tasas pasivas de los bancos están completamente liberalizadas, lo cual hace más rentable el ahorro. Los bancos públicos y privados compiten por prestar servicios a grandes empresas, y eso mejora la eficiencia y la asignación de recursos. En cambio, la bolsa china está mucho más cerrada a los inversionistas extranjeros y es relativamente menos transparente.

Con una mejor supervisión de la bolsa y con la participación de extranjeros, los inversionistas dispondrían de más información y la disciplina del mercado y la asignación de capital mejorarían. Las empresas a las que les es difícil participar directamente en operaciones de inversión conjunta con empresas extranjeras podrían captar capital más fácilmente. Un sistema bancario más competitivo aportaría ventajas similares, además de potenciar el ingreso financiero de los hogares.

Además, a medida que la economía china se reequilibra podría extraer lecciones de cómo India desarrolló el sector de los servicios. El sistema financiero indio está lejos de ser perfecto, pero tiene una orientación más de mercado y asigna capital a las empresas con menos interferencia del gobierno y menos distorsiones. De igual manera, dada la creciente inquietud acerca de la capacidad de innovación de su sector manufacturero, China podría aprender de la “infraestructura humana invisible” de India. Apoyando la educación vocacional y los parques de tecnología para la exportación que han fomentado el crecimiento de centros industriales, el gobierno indio ha logrado promover y consolidar las industrias que China necesitará para evitar caer en la trampa del ingreso medio.

En este sentido, la fuerte protección de la propiedad intelectual en India ha sido crucial. Con políticas acertadas, la importancia de los dos países en la economía mundial no hará sino aumentar a medida que mantengan su rápido crecimiento y sus poblaciones se interconecten con el resto del mundo. Ambos países han avanzado mucho desde que abrieron sus economías hace una generación. De ser países con poblaciones enormes pero pobres y casi desvinculadas del resto del mundo, China e India se han convertido en la segunda y tercera economía mundial, respectivamente, en términos de paridad del poder adquisitivo.

Los diferentes modelos económicos demuestran que no hay una sola estrategia de desarrollo, y plantean diversos desafíos para preservar el crecimiento a mediano plazo. Sin embargo, en ambos países mucha gente todavía tiene acceso limitado a servicios públicos de buena calidad y pocas perspectivas económicas. India podría acelerar el crecimiento y hacerlo más inclusivo mejorando la infraestructura y permitiendo la competencia en el sector manufacturero. China sabe bastante al respecto. Por su parte, China debería reemplazar la manufactura y las exportaciones con servicios y consumo y dar una orientación más de mercado al sistema financiero como forma de sustentar el crecimiento y ampliar sus beneficios. En este aspecto, India tiene buenos antecedentes.

China e India han recorrido largos caminos muy diferentes, pero es mucho lo que un país puede aprender del otro para escribir el siguiente capítulo de su asombroso desarrollo.

*Fotografías: Xinhua.

**El texto fue elaborado por Murtaza Syed quien es Representante Residente Suplente del FMI en China. y James P. Walsh quien es Economista Principal en el Departamento de Asia y el Pacífico del FMI.

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Finanzas & Desarrollo