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Exceso de optimismo en Chile
Lun, 16/08/2010 - 10:44

Carlos J. García.

Exceso de optimismo en Chile
Carlos J. García.

Ph.D. en Economía, UCLA (EE.UU.). Actualmente es profesor de la Facultad de Economía y Negocios, en la Universidad Alberto Hurtado (Chile).

Según el Nobel de Economía, Paul Krugman, esta disciplina es la ciencia de la desesperanza. La labor de los macroeconomistas consiste en presentar al país las opciones reales de crecimiento económico, gusten o no.

A todos nos alegraría que la economía chilena se recuperara rápido y mantuviera un ritmo de crecimiento sano, robusto y sostenido. Sin embargo, enfrentamos severos desafíos en el escenario internacional que pueden enfriar las positivas y quizás acaloradas expectativas para este año y el próximo. El problema que se tiene cuando las expectativas son irreales o sobredimensionadas es que las decisiones que se toman en relación a ellas necesariamente serán incorrectas, y por lo tanto, la situación puede empeorar aún más.

Revisemos las expectativas domésticas. Los analistas -incluido el Banco Central- sitúan el crecimiento económico entre 4 y 5% para 2010, cifra esperanzadora después de la caída de 1,5% del año pasado. ¿Pero qué fue lo que evitó una caída mayor en el PIB dentro del contexto de la gran recesión mundial del 2009? La respuesta: una política monetaria y fiscal expansiva. Un estímulo keynesiano estándar: el gasto del gobierno consolidado creció 18% para sostener la caída de la demanda agregada interna y evitar un desplome de la economía chilena.

Tal cual enseñó el legendario John M. Keynes a los economistas: los espíritus animales arruinaron la inversión privada, y se generó una masiva falla de mercado que debió ser subsanada por una adecuada política fiscal. Así, tal cual, nuevamente el Estado -poco reconocido, considerado a veces lento y hasta ineficiente- debió nuevamente socorrer al sector privado, considerado dinámico, eficiente e innovador. Sin embargo, como los economistas sabemos, asegurar una recuperación y crecimiento sostenido escapa de la labor estabilizadora de la política fiscal. Esta puede lograr una adecuada estabilización en el corto plazo, pero los resultados de mediano y largo alcance están influenciados por elementos de oferta, como la productividad, y determinantes externos, como la inversión extrajera y la demanda del mundo por nuestros productos.

En efecto, el Estado puede colaborar con las mejoras de productividad a través de políticas sociales, reducción de la burocracia, mejoramiento de la infraestructura y el apoyo a la innovación tecnológica. Pero estas son medidas que no producen resultados inmediatos. Por tanto, por mucho que el Estado utilice los medios de que dispone para estabilizar la economía, la recuperación de la misma queda limitada a la dinámica propia de la demanda e inversión externa, en el fondo, a la recuperación del mundo de la gran recesión del 2009, que por su virulencia sólo es superada por la gran depresión de 1929.

En consecuencia, no es tarea fácil la recuperación de la economía chilena, en especial si los países industrializados tienen quebrado su sistema financiero, hay falta de confianza en los negocios, pocas ganas de endeudarse y gastar por parte de las familias, el sector real exhibe resultados discretos y el mercado laboral está repleto de desempleados.

Un crecimiento entre el 4 y 5% se obtiene con un exigente crecimiento del mundo del orden del 3 al 4%. Es decir, la economía chilena se recuperará solo si el mundo también lo hace en forma adecuada. Sin embargo, este nivel de crecimiento mundial es exactamente lo que podría no ocurrir, o por lo menos no a esas tasas.

Desde el presidente de la Reserva Federal de los Estados Unidos, hasta medios respetados como el Financial Times, indican los riesgos de una doble recesión en las economías industrializadas o una recuperación más lenta de lo esperado. Economistas como el mismo Krugman, Nouriel Roubini (predijo la crisis del 2009) y Joseph Stiglitz (también premio Nobel de Economía) señalan que la recuperación en el mundo industrializado puede ser lenta, e incluso recomiendan seguir manteniendo las políticas expansivas aun al costo de aumentar la deuda pública a niveles importantes.

Lo preocupante del análisis de los economistas mencionados es que en el corto plazo, sin políticas macroeconómicas expansivas en las economías industrializadas, el mundo puede volver a tropezar, y con eso la recuperación de la economía chilena estaría claramente en entredicho. Con todo, quizás se pueda crecer en Chile cerca del 4% en 2010, pero claramente el 2011 la economía podría volver a tasas discretas de crecimiento… muy por debajo de la meta del gobierno del 6%. Así, los resultados en el Imacec en los últimos meses pueden ser solo registros más bien esporádicos que no marcan una tendencia definitiva.

En el mediano plazo, la carga de la deuda pública en la que los países industrializados han debido incurrir, puede mermar el crecimiento. Un escenario probable es que un mundo recuperado pueda generar el aumento necesario en la recaudación tributaria que permita enfrentar el pago de la deuda que se ha usado para financiar la expansión fiscal. Sin embargo, el exceso de deuda puede tener dos efectos negativos: reducir el período de la estabilización fiscal, porque enfría los ímpetus estabilizadores de los gobiernos (corto y mediano plazo), y la necesidad de generar superávit en el futuro para pagar la deuda puede ocasionar expectativas de menor crecimiento por alzas de impuesto y/o reducción del gasto (largo plazo). Ambos resultados, orientan a pensar que la recuperación mundial estaría lejos de ser robusta y sin mejoramientos sustanciales en la productividad, y como ha señalado recientemente Kenneth Rogoff -ex economista jefe del FMI y uno de los economistas más lúcidos en temas internacionales-, el despegue del mundo después de esta crisis es una incógnita.

Una nuez en el océano. China sigue funcionando cómo único motor para que el mundo no termine hundiéndose. Sin embargo, ¿cuanto más podemos confiar en este gigante económico si sus mercados de exportación siguen mostrando debilidades por todos los flancos? ¿Será cierto que su mercado interno es suficiente para que esta economía siga absorbiendo recursos y elevando el precio de las materias primas como el cobre, maíz, arroz o petróleo?

Un tema aparte es que la demanda dinámica de China está produciendo un efecto colateral: el alza en el precio de los alimentos. Las economías en todas las regiones no solo tienen que soportar un alto desempleo, sino también altos precios en los alimentos: una mezcla social y políticamente explosiva. El desorden en estos mercados puede llevar a los bancos centrales a confundirse por el aumento de la inflación y gatillar aumentos de tasas, y con ello más incertidumbre. Sin duda que es momento no solo de pensar en regular los mercados financieros después de la debacle, sino también en los mercados de materias primas, cuya volatilidad sólo puede empeorar el ya incierto escenario internacional.

Cuesta entender a veces este exceso de optimismo en las proyecciones, puesto que la economía chilena siempre ha sido una nuez en un océano turbulento. Más aún: los pronósticos de “blindaje” una y otra vez resultan ser la mejor proyección de que la economía entrará en los vaivenes de este océano. En cada una de las crisis, se ha argumentado que la economía chilena no se verá afectada. Y lo que ha ocurrido es que el ciclo económico internacional toma su tiempo, pero llega a Chile más temprano que tarde.

Así, un estudio (1) del Banco Central de Chile encuentra que el PIB de Chile estaría asociado contemporáneamente con el PIB de América Latina, China y socios comerciales. Un punto clave en este estudio es que se encuentra que el PIB de los Estados Unidos precede en forma significativa en dos trimestres a Europa, Japón y América Latina. Las cuentas son claras: si Estados Unidos cae, como en un dominó, lo sigue Europa, Japón, los socios comerciales y finalmente nuestra economía.

El dato clave consiste en entender que este proceso toma de dos a tres trimestres. Mis cálculos realizados con ALMA (2) indican que si la economía internacional crece un punto menos de lo esperado, la economía chilena puede reducir su crecimiento hasta en 0,5%. De esta forma, cualquier tropiezo de la recuperación mundial nos puede llevar a un crecimiento por debajo del 4%. Las regularidades empíricas señalan que la economía sufre en dos frentes: menos consumo y menos empleo.

En el pasado una caída de la actividad mundial llevaba a una caída de la tasa de política monetaria, y por tanto la economía tendía a recuperarse a través de un aumento del tipo de cambio y a mayor inversión por las tasas de interés más bajas. Pero los resultados de ALMA no consideran un elemento esencial de la última recesión: la falta de confianza de los agentes en nuestra economía. Este elemento aceleró el ciclo internacional sobre la economía chilena, tanto que la inversión se desplomó en 15,3% durante el 2009.

Para este año se espera un espectacular repunte de 23%, pero nuevamente estamos confiando en que las expectativas de los empresarios sobre el futuro de nuestra economía serán optimistas y esta percepción, como sabemos, se puede derrumbar y arrastrar a la economía hacia el despeñadero.

En resumen: una caída abrupta de las expectativas puede acentuar el ciclo económico y demorar la anhelada recuperación con menos consumo, inversión y -lo más doloroso- una tasa de desempleo alta y persistente. Por eso, la política fiscal y monetaria debe estar atenta y mantenerse en una postura expansiva, como ocurrió en 2009, hasta que los nubarrones sobre el escenario internacional desaparezcan.

Un exceso de optimismo puede llevar a pensar que la economía está sobrecalentada y con ello repetir algunos errores del pasado, como la reacción a la crisis asiática, que llevó a que la economía no sólo se deprimiera por el shock externo, sino también por una combinación de políticas contractivas que sólo agravaron la situación. La complejidad del escenario internacional y los niveles de incertidumbre son tan latos que es necesario actuar con cautela. Las autoridades de gobierno deben sin duda presionar al alza de las expectativas económicas, pero también tener mesura.

1.- García, Carlos J., Patricio Jaramillo G, Jorge Selaive C., “Regularidades Empíricas del Entorno Internacional Relevante para la Economía Chilena,” Economía Chilena, Vol. 10, No 1, Abril 2007.
2.- Modelo de Análisis de Políticas Económicas y Proyecciones para la Economía chilena de la Facultad de  Economía y Negocios de la Universidad Alberto Hurtado.

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