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Los efectos de las políticas argentinas en la economía uruguaya
Domingo, Abril 29, 2012 - 17:07

Las medidas del gobierno de Cristina Fernández se han traducido en que más argentinos cruzan la frontera para comprar productos como electrodomésticos e informáticos. Sin embargo, el sector inmobiliario uruguayo no saca cuentas alegres.

"En cualquier momento nos quedamos sin yerba”, se rió Carlos García Santos, presidente de Destino Punta del Este, que reúne a operadores turísticos. No es más que una exageración pero lo cierto es que las medidas proteccionistas del gobierno argentino hicieron que los habitantes de la otra orilla buscaran en las góndolas uruguayas lo que no encuentran en las suyas.

La escasez de productos hizo que cambiara la historia según la cual los uruguayos le envidiaban a los argentinos la variedad de modelos en cualquier plano. Pero la felicidad no siempre puede ser completa. Mientras que las casas de electrodomésticos y los free shops venden un poco más gracias a las limitaciones a las importaciones del país vecino y la plaza bancaria sigue siendo elegida para sus depósitos, las operaciones inmobiliarias en Colonia y Maldonado sufrieron una parálisis por las restricciones a la compra de dólares que impuso el gobierno kirchnerista.

No obstante, el empuje argentino –ya no sólo porteño– en el campo y en el turismo continúa en el país. Basta un dato: 13 argentinos por semana recibieron su residencia legal en 2010, según el último dato proporcionado por la Dirección Nacional de Migración. La cifra es similar a la registrada en 2002, año siguiente al estallido de la crisis económica en Argentina. La mayor cantidad fue concedida en 2008 con un total de 1.056 residencias (20 semanales).

Locos por la plancha. Gonzalo Suárez, gerente general de Barraca Europa, dijo a El Observador que las ventas de electrodomésticos a visitantes argentinos son “adicionales”, pero no por ello despreciables. No han parado desde hace varios meses −aunque fueron más fuertes en verano−, en las sucursales de Montevideo, Paysandú y Punta del Este.

En los locales de Motociclo se registró una situación similar. Si bien las casas del ramo no se benefician por el volumen de ventas, sí lo hacen con la compra de los saldos de importación que están –como dijo Suárez– “arrumbándose en el puerto” de Buenos Aires. “Se aprovechan esos productos para traerlos sin la demora que supone una importación”, aseveró el empresario. No obstante, Motociclo no participó de este tipo de negocio dado que –según su director, Leonardo Rozemblum– “sirven los tiempos, pero no el precio”.

Los clientes argentinos se llevan pequeños electrodomésticos −en especial, planchas, ventiladores, licuadoras, batidoras y cafeteras−, aparatos de aire acondicionado, televisores, productos informáticos −notebooks e iPads− y teléfonos celulares –no hay iPhones en Argentina–, puesto que en su país tienen limitada la importación. Muchos de estos artículos son comprados en los free shops. También llevan instrumentos musicales.

A Suárez lo que más le sorprende es que compren heladeras de dos puertas, por dos razones: su precio oscila entre los US$ 1.400 y los US$ 3.500 y, por lo tanto, supera el límite de los US$ 300 impuesto por la aduana para el turismo aéreo y de US$ 150 para el turismo terrestre y acuático; y, además, por el tamaño. “No sé cómo se las llevan pero esas heladeras no quedan en la carretera”, señaló. Este producto no se consigue en el país vecino desde hace más de un año.

En algunos casos existe mercadería nacional pero esas marcas no gustan a los consumidores. Eso pasa con las planchas que fueron el electrodoméstico más requerido en Motociclo durante el verano. “Parece ridículo”, se rió Rozemblum. En Argentina hay stock de planchas secas fabricadas en Rosario por US$ 24, pero la gente prefiere las Philips a vapor que, si se encuentran en plaza, cuestan US$ 71. En Uruguay valen US$ 36. “Cruzan el puente, pasean y se las llevan”, relató Suárez.

Lo mismo sucede con los aparatos de aire acondicionado porque aquí encuentran marcas chinas económicas que no ingresan a Argentina. El aparato más económico de fabricación argentina vale US$480; un equivalente chino en Uruguay ronda los US$350.

Uruguay ofrece mejores precios porque, ahora, en Argentina el margen de rentabilidad es más bajo porque no disponen de productos chinos que se vendían en las góndolas al doble de su costo.

Los argentinos también padecen la escasez de artículos para bebés de las marcas Chicco (Italia) y Nuk (Alemania), juguetes de la línea Barbie (Estados Unidos), champús de la marca Pantene (Estados Unidos) y hasta fiambres y pescados importados. Las casas de sushi argentinas se quedaron sin salmón rosado chileno y cuando se consigue, deben pagar 15% más. El gobierno argentino ha restringido hasta la importación de pasta de dientes.

Los que cruzan el río. El censo de 1996 registró más de 27 mil inmigrantes argentinos. Todo apunta a que esta población aumentó desde esa fecha ya sea por expansión del área de influencia del sistema urbano del Gran Buenos Aires, por la expansión hacia el oeste de la frontera agrícola argentina o por el atractivo uruguayo en sí mismo.

Según cifras del consulado argentino en Colonia, hay 700 familias argentinas radicadas en esa ciudad uruguaya, y otras 1.300 establecidas en Carmelo y zonas aledañas. Si el Censo 2011 confirma estas cifras, el 5% de los hogares del departamento estará compuesto por argentinos. El consulado en Maldonado no concedió datos, pero estimaciones académicas hablan de 4.000 a 7.000 residentes.

En 2010 ingresaron al país 1,3 millones de argentinos y residentes legales; en tanto que egresaron 1,2 millones. El punto fronterizo de Colonia fue el que recibió más de la tercera parte del tráfico.

La presencia argentina en el campo uruguayo, en especial, en el litoral oeste, empezó como un goteo constante a partir de 2004. A los grandes grupos, como El Tejar y Los Grobo, que de forma individual plantan hasta 100 mil hectáreas, se sumaron medianos y pequeños productores que renunciaron a invertir en su tierra o dividieron su capital. Años después, los consultores del área estiman que cerca del 55% de las hectáreas agrícolas del país están en manos argentinas. El analista agropecuario Eduardo Blasina dijo a El Observador que, después de las fuertes oleadas de 2004-2005 y 2006-2007 que provocaron un salto en el precio de la tierra −hasta US$ 6.000 por una hectárea agrícola de mejor calidad−, se ha moderado la llegada de argentinos. “Algunos de los grandes grupos redujeron su área pero aparecieron productores chicos”, comentó.

Ladrillos en pausa. Las restricciones a la compra de dólares que estableció el gobierno argentino provocaron una postergación en la compra de inmuebles en Punta del Este y Colonia, según indicaron operadores inmobiliarios.

Para Carlos García Santos, presidente de Destino Punta del Este, la medida significó un “perjuicio” para la concreción de nuevas inversiones y para las construcciones que habían comenzado. “Esto provocó una inquietud importante y, en consecuencia, hubo una suspensión de algunas operaciones hasta que se clarifique la situación”, explicó.

Por su parte, Richard Brunelli, presidente de la Cámara Inmobiliaria de Colonia, manifestó que las trabas argentinas produjeron una “merma” todavía no cuantificada en las operaciones y, en consecuencia, temor en el sector por el destino de un mercado que depende casi en exclusividad de los vecinos. “Más del 80% de las inversiones corresponden a los argentinos”, apuntó.

En Punta del Este y el resto de la costa de Maldonado los argentinos son responsables del 65% de la inversión inmobiliaria. Alrededor de siete de cada 10 camas destinadas a la renta (en total más de 180 mil) pertenecen a argentinos. Y no solo a porteños, sino también rosarinos y, en menor medida, compradores de otras provincias.

En Colonia, una porción importante de las viviendas, restaurantes y cafés ubicados en el barrio Histórico son de argentinos. Mismo origen tienen los dueños de los campos que limitan con el Río de la Plata. La revista Propiedades publicó un informe en el que se afirmó que el destino de Colonia era consolidarse como un barrio incluido en la expansión urbana de Buenos Aires.

La presencia argentina en la costa de Rocha, a diferencia de Colonia y Maldonado, es minoritaria. Ricardo Pereyra, secretario de la Cámara Inmobiliaria de Rocha, relató que La Pedrera es el punto más elegido por argentinos para invertir, así como los llamados clubes de campo como Tajamares de La Pedrera y La Serena Golf, donde la hectárea puede valer US$50 mil. “El ingreso de argentinos es paulatino y lento”, expresó. Según el operador, los argentinos no cubren más del 20% del mercado, pero son responsables de las inversiones más grandes. Al igual que en Maldonado, Pereyra visualiza una creciente llegada de rosarinos que prefieren comprar terrenos.

Muchos lotes en los llamados “balnearios fantasmas” −por la casi total escasez de infraestructura− de Rocha pertenecen a argentinos. La mayoría fueron comprados en las décadas de 1930 y 1940. Los nuevos fraccionamientos en Pueblo Nuevo, Las Garzas u Oceanía del Polonio son vendidos en Argentina por la empresa Malva y Asociados en diferentes planes de cuotas. Sin embargo, un propietario de varios solares en Pueblo Nuevo dijo que muy pocos pueden edificar porque la Intendencia no otorga el permiso de construcción si se trata de un proyecto menor a 2.000 metros cuadrados, y el lote promedio es de 300 metros cuadrados.

El intercambio de pasajeros entre Montevideo y Buenos Aires es fluido. Solo Pluna transportó 112.957 personas entre las dos capitales durante 2011. Casi siete de cada 10 son pasajeros corporativos. El año pasado se registró una disminución del tráfico de casi el 20%. “El gobierno priorizó la operativa de Aerolíneas y eso perjudicó a Pluna”, dijo la fuente empresarial.

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