El vicepresidente de Goldman Sachs para América Latina reconoce el complejo escenario, donde las economías latinoamericanas no podrán realizar, en el corto plazo, "una reingeniería de las economías". Pese a todo, es optimista...
Escasean las noticias buenas. Las informaciones económicas, hoy por hoy, se han transformado en una redundancia del mal sabor. Y las entidades multilaterales entregan datos y cifras oficiales que son cada vez menos auspiciosas.
Un ejemplo es el Fondo Monetario Internacional, que recortó su previsión de crecimiento global por cuarta vez en un año, basando su cálculo en la ralentización de China, los precios del petróleo persistentemente bajos y la debilidad crónica en algunas economías avanzadas.
Suficiente caudal para sobrerreaccionar y tomar medidas que en cadena podrían hundir más a la región: "Estoy contento de ver que esto no ha sucedido en los países andinos hasta el momento", destaca.
Preocupados por lo anterior, AméricaEconomía.com conversó con Tiago Severo, vicepresidente de Goldman Sachs para América Latina, sobre la coyuntura de la región.
-Si se compara con el promedio de los países emergentes, ¿cuál es su análisis de las economías de América Latina?
-El grupo de economías emergentes abarca un conjunto de economías muy diferentes, lo que hace que las comparaciones sean bastante difíciles de realizar. Tenemos suficiente diversidad dentro de la región para extraer algunas lecciones interesantes. América Latina en su conjunto es un gran productor y exportador de materias primas, y no debe ser ninguna sorpresa que la caída de los mercados de productos básicos, en los últimos años, haya tocado sustancialmente a estas economías. Sin embargo, los resultados finales difieren bastante. El conjunto de países que han seguido políticas macro ortodoxas y disciplinadas (Chile, Colombia, México y Perú) han sufrido, pero les ha ido mucho mejor que aquellos que han seguido las formas más heterodoxas y populistas, como Argentina, Brasil y Venezuela.
Mientras que las primeras están claramente en mejor posición para adaptarse a la nueva realidad y afrontar la coyuntura, las otras corren el riesgo de quedarse considerablemente atrás. Afortunadamente, Argentina ya ha comenzado a moverse en una nueva dirección.
-Los precios de las materias primas están cayendo, ¿qué pueden hacer las economías locales para hacer frente a esta coyuntura?
-Por desgracia, no mucho en el corto plazo. Indiscutiblemente, las ventajas comparativas de América Latina se concentran en los sectores productores de materias primas. Es muy difícil hacer una reingeniería de las economías en un corto período de tiempo, especialmente a la luz de las ineficiencias evidentes en los sectores industriales y de servicios. Los esfuerzos para diversificar la economía, para acumular capital humano, y para aumentar la productividad, son ciertamente bienvenidos, pero tienden a pagar sólo lentamente.
Las economías pequeñas y abiertas como Chile, Colombia y Perú deben reconocer que son estructuralmente más expuesta a los vaivenes del ciclo mundial de productos básicos, y deben prepararse. En consecuencia: crear colchones durante los años buenos, para soportar los impactos negativos. Él o los errores más grandes de las autoridades sería la de reaccionar de forma exagerada a la inevitable pérdida de dinamismo económico con políticas monetarias y fiscales demasiado activas en la coyuntura actual. Estoy contento de ver que esto no ha sucedido en los países andinos hasta el momento.
-¿Pueden las reformas estructurales, especialmente en Chile y Colombia, ayudar a reducir las desigualdades? ¿Por qué?
-La reforma fiscal y laboral de Chile debería ayudar a reducir la desigualdad en el tiempo, pero tal vez a un alto costo en términos de crecimiento económico. Hemos demostrado en la investigación que la naturaleza controvertida de esas reformas (junto con la reforma del sector de la educación y la perspectiva de una reforma constitucional) han pesado sobre la confianza y los resultados económicos.
En Colombia, en tanto, tenemos que ver la naturaleza y el alcance de la reforma fiscal. Es de suponer que un sistema tributario más progresivo ayude a mitigar la desigualdad de ingresos a través del tiempo. Pero la necesidad más apremiante de Colombia es elevar los ingresos fiscales adicionales. Las autoridades pueden tener que sacrificar otros objetivos para lograr cierto rendimiento de los ingresos de la reforma.