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El primer año de Lula en Brasil: el repunte de la economía a expensas de un gasto público discutible
Viernes, Enero 12, 2024 - 18:00
Fuente: Reuters

El desempleo, y la inflación en el gigante sudamericano han descendido más allá de las proyecciones iniciales, mientras que los programas sociales buscan repetir los éxitos del pasado. Sin embargo, el déficit público aumenta a paso firme y esta vez el boom agrícola se tambalea ante las consecuencias del fenómeno de El Niño.

Brasil recibió el Año Nuevo con el cumplimiento de los primeros 12 meses de gobierno de Lula da Silva. El retorno al poder del ex sindicalista y líder del Partido de los Trabajadores (PT) fue turbulento al inicio, luego que el 8 de enero de 2023, una multitud de simpatizantes del expresidente Jair Bolsonaro intentase un golpe de Estado al asaltar las sedes de los poderes del Estado en Brasilia. Poco después, las principales proyecciones apuntaban a que el gobierno socialista cerraría el año con una economía estancada, sin visos de crecimiento.  

Sin embargo, estos malos augurios no se materializaron y el PIB brasileño logró crecer un 0,9% en el segundo trimestre de 2023, respecto al primero, y un 3,2% en los 12 meses que finalizaron en junio. Y si bien para el tercer trimestre, el crecimiento económico descendió a un 0,1%, mantuvo su tendencia ascendente, pese a las tasas de interés altas, según expresó el Instituto Estadístico Brasileño (IBGE). 

¿MILAGRO O ESPEJISMO ECONÓMICO?

Otras cifras que superaron las previsiones originales incluyen una disminución del desempleo nacional hasta el 7,6% en lo que se considera la cifra más baja desde 2015. Mientras que la inflación anual pasó de un 5,79% al cierre de 2022 a un 4,68% para el año siguiente. Incluso, se superó la meta original del 4,75% que había establecido el gobierno. Sobre el papel, las aspiraciones de progreso de Lula da Silva se han cumplido: poco después de asumir el cargo, el presidente brasileño aseguró que su país crecería “de forma sólida, confiable y distributiva”. 

Para lograrlo, Lula ha impulsado los programas de subsidios para las familias vulnerables, el alza del salario mínimo y los proyectos de vivienda popular como ya lo hiciera durante sus dos gobiernos anteriores (2003-2011). Según Esteban Viani, economista chileno, académico de Postgrados de la Universidad Autónoma de Chile y Máster en Economía de la Escuela Austriaca por la Universidad Rey Juan Carlos (España), esta tendencia a nivel macro refleja que las finanzas brasileñas no han sufrido cambios estructurales. Esto se debe en buena parte a que el Ejecutivo carece de una mayoría parlamentaria. 

Aunque esto no ha impedido ciertas concesiones. Pues poco antes de asumir el cargo, Lula logró negociar con el Congreso un aumento del presupuesto destinado a los 38 ministerios del gobierno brasileño para promover su plan económico de corte socialdemócrata. “Lula le ha dado un rol mayor a las empresas públicas, al punto que detuvo el proceso de privatización que estaba impulsando Bolsonaro. Por otro lado, también está apoyando reformas tributarias para obtener una mayor recaudación interna y con ello, sostener el gasto público”, declaró Viani para AméricaEconomía

Para Lívio Ribeiro, investigador asociado del Instituto Económico Gétulio Vargas y socio de la consultora  BRCG, la inyección de presupuesto a los ministerios es una muestra del ideario clásico del PT. “No es una sorpresa. El partido de Lula percibe al Estado como un actor inductor del desarrollo, por lo tanto tiene que gastar. Ahora hay dos discusiones que son relevantes. Primero, si es seguro que una expansión del gasto público implica mayor desarrollo económico, lo cual no queda claro”, sostuvo para AméricaEconomía

Para Ribeiro, la segunda discusión consiste en averiguar si es necesario un nuevo aumento de impuestos para financiar la expansión del gasto estatal. En Brasil, esto es especialmente relevante, ya que es uno de los países con mayor carga tributaria en el mundo. Cabe destacar que el año pasado, se aprobó una reforma tributaria en el Congreso que unifica cinco impuestos al consumo, adopta dos Impuestos al Valor Agregado (IVA) y exonera de tributos a los productos de la canasta básica. 

Si bien los avances han sido notables para un país donde no existía el IVA, se estima que la ley complementaria que reglamente los nuevos impuestos alcance un porcentaje final de entre el 25 y 27%. El resultado sería que Brasil obtenga uno de los IVA más altos del mundo. 

Por su parte, Juan Carlos Ladines, docente de Negocios Internacionales de la Universidad del Pacífico (Perú) advierte que la apuesta de Lula por los subsidios podría ser contraproducente. “Una política de este tipo no es sostenible en el largo plazo si la economía no crece y se fortalecen aspectos como la recaudación y, sobre todo, dar el espacio necesario para que la inversión privada pueda ser motor de dinamismo”, expresó para este medio. A su vez, Ladines considera que una reforma tributaria, como propone la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD), sería la mejor opción para facilitar la captación y canalición de recursos que permita sostener los programas sociales que ofrece el gobierno brasileño. 

No obstante, el crecimiento inesperado de Brasil también dispone de factores externos. De acuerdo a Viani, el alza en la demanda de agroexportaciones por la guerra de Ucrania tiene mucho que ver. “La decadencia del sector agrícola en Argentina ha beneficiado a Brasil, sobre todo al Estado de Río Grande do Sul. Recordemos que antes de la llegada de Milei, había límites para las exportaciones de carne y varios productos agrícolas en Argentina. Este punto, así como el alza del precio del dólar a nivel internacional han sido clave en el repunte de la economía brasileña. 

Viani considera que aunque el retiro de retenciones al agro impulsado por Milei mejore la situación del sector en Argentina, esto no cambiaría el buen posicionamiento de Brasil. “Es simple. Brasil tiene más población y terreno, que al ser abundante, es más barato por un lado. Y por el otro, el clima también favorece a la producción de granos similares a los que exporta Argentina como la soja”, explica Viani. Aun así, el economista sostiene que este aumento considerable de ingresos por exportaciones no sería suficiente para compensar el fuerte déficit público estimulado por los programas sociales. Existe la premisa de que ningún país latinoamericano mantiene actualmente un equilibrio fiscal y que todos los gobiernos suelen gastar sumas mayores a sus ingresos anuales. 

REFORMAS CON VISIÓN A LARGO PLAZO

Ante este panorama, Viani sugiere que Lula debería introducir un nuevo plan de reformas, enfocado en el largo plazo. “Debería impulsar el sector industrial de Brasil y darle un empujón a nivel tributario a las empresas para que sea más rentable invertir en el país”, opina. Por ahora, los indicadores de la deuda son alarmantes: si el déficit fiscal nominal cerró 2022 en el 4,68% del PIB; para septiembre de 2023, alcanzó el 8% incluyendo los intereses de los préstamos. 

Mientras que la deuda pública bruta, contabilizada en 73,5% para 2022 tras un periodo de descenso, ya ha crecido hasta un 74,4% del PIB. Aun así,  el gobierno brasileño se ha impuesto la meta osada de que el déficit primario (la diferencia entre ingreso y gasto públicos sin contar intereses) llegue a cero para fin de año. Pero Lula, usualmente optimista en sus cálculos, ha expresado que es difícil que alcancen tal objetivo.

Para Ladines, un apoyo en la deuda externa debería funcionar únicamente como medida a corto plazo y destinada para gastos puntuales que impacten en la economía de los sectores menos favorecidos. Pero la búsqueda de otras alternativas de mediano y largo plazo que permita generar recursos es importante sin importar el color político. “Brasil debe seguir una ruta que le permita generar competitividad. 

Antes de la pandemia, en 2019, se registraban brechas en varios sectores como el de transporte, energía, saneamiento, e incluso desarrollo digital. Entre 2018 y 2023, el gobierno apostó por reducir barreras para poder ser atractivos a inversionistas. Por lo que alternativas al endeudamiento hay, solo que el factor político pesa para impulsar reformas en favor de dinamizar la economía”, señala el economista peruano. 

Si bien la expansión del déficit puede ser un problema visible, Esteban Viani descarta que Brasil termine afrontando una deuda externa impagable. “Brasil sí tiene la espalda financiera para prescindir de los grandes préstamos internacionales al nivel de lo que pasó con Argentina y la renegociación de toda su deuda. Pero Brasil sí emite instrumentos de deuda pública y dentro de su mismo mercado tienen socios que les compran la deuda”, explica Viani. 

Es así como Lula y sus predecesores suelen recurrir a acreedores más pequeños, en lugar del Banco Mundial o el FMI. Además, el hecho que Brasil no dependa de uno o dos grandes actores para refinanciar su deuda, le permite adoptar una mayor independencia en materia de política fiscal.  “Hay que partir del principio de que tenemos más reservas internacionales o activos en dólares que deudas en dólares. Creo que eso no cambiará en este gobierno. La estructura de endeudamiento de deuda, deudamiento brasileño, es prácticamente toda interna”, resalta Lívio Ribeiro. 

Ya mirando hacia el largo plazo, cabe preguntarse si podría repetirse un boom de commodities a nivel global como el que hubo en la década de 2000 y logró impulsar la economía y programas sociales de Lula en su primera administración. Viani opina que el ajuste suave o soft landing de las tasas de interés de la Reserva Federal de EE.UU. no auguran un mejor panorama para este año. “Quizás para  2025. Pero todo depende de cómo China resuelva su crisis inmobiliaria, porque toda la capacidad instalada del mundo está allá. Y como en los últimos trimestres hemos visto que en China la situación no está mejorando, no cree que tengamos un boom de commodities, al menos por ahora”, descarta Viani.

EL NIÑO AMENAZA EL BOOM AGRÍCOLA

Por otra parte, Ribeiro señala que el crecimiento económico de Brasil en 2023 estuvo fuertemente influido por condiciones globales que podrían cambiar radicalmente este año. “El crecimiento se vio muy influido por el alza de las exportaciones que tiene una conexión directa con el boom agrícola. Eso no sucederá en 2024 en mayor magnitud”, sostiene el investigador brasileño. Además, Ribeiro destaca que la balanza comercial positiva que tuvo el gigante sudamericano estuvo más relacionada con una caída de las importaciones. “Este fenómeno tiene una correlación directa con el PIB cíclico, es decir, con el PIB que se conecta con las decisiones fiscales y monetarias. Este indicador no registra mejores cifras que el PIB general”, advierte.

Para el economista, este es un factor claro de que la economía brasileña en realidad no dispone de tanta solidez como los números agregados en el PIB general podrían asegurar.  El Ejecutivo brasileño y los gobiernos regionales deberán afrontar la dura herencia del fenómeno de El Niño que en 2023 ocasionó inundaciones en los Estados sureños de Paraná y Río Grande de Sul, así como sequías en las regiones Norte y Centro-Oeste. En consecuencia, el Instituto Brasileño de Geografía y Estadística (IBGE) ha pronosticado que la producción agrícola caerá en 2,8% para este año. 

Será un marcado contraste ante el crecimiento del 19,8% que el sector obtuvo en 2023. Al igual que Viani, Ribeiro reconoce que el alza en la producción agrícola de Brasil lo ha puesto en ventaja con respecto a sus competidores, pero los desastres naturales son imbatibles. “La distribución del campo brasileño ha sido normalmente una historia de éxito, pero no podemos escapar a cuestiones coyunturales como el cambio climático”, asegura.

Finalmente, la polarización política se muestra como un posible ancla para el progreso de Brasil. Pues si bien el gobierno de Lula logró contener las protestas conservadoras en su contra y el propio Jair Bolsonaro ha sido inhabilitado de postular a cargos públicos hasta 2030, la aprobación del presidente izquierdista continúa estancada en un 40%. Aunque desde su perspectiva, Viani considera que las tensiones políticas solo podrían afectar el flujo de inversiones si regresan manifestaciones violentas y masivas como las vistas en enero del año pasado. “Pero más allá de este desencuentro político que atraviesa Brasil, creo que la principal amenaza que atraviesa el país es su legislación vigente, porque es muy burocrática y esto obstaculiza la producción”, aclara el economista chileno. 

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Sergio Herrera Deza