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El management toca las puertas de la ciencia
Jueves, Mayo 12, 2011 - 15:10

Con menos de un siglo de vida como disciplina, esta actividad ha logrado desarrollarse a través de la ciencia, pero sin lograr todavía construirse plenamente en una ciencia en sí. Además, vale la pena preguntarse ¿es eso necesario?

Cada año se gradúan cientos de MBA en América Latina, de los que la mayoría, por no asegurar que todos, verán aumentados sus sueldos y varios serán ascendidos. Su trabajo consistirá en decidir aplicando sistemáticamente lo aprendido en el programa. Pero no siempre estos conocimientos tuvieron un aura académica, incluso -tiempo atrás- se pensó que ni siquiera deberían ser parte del currículo de una universidad.

Hoy las escuelas de negocios proliferan y nadie discute el campo profesional de los administradores. Sin embargo, subyace un antiguo debate sobre si el management es o no una ciencia.

Algunos defienden su pertenencia al quehacer científico, diciendo que corresponde a una rama de las ciencias sociales que estudia las organizaciones humanas, y sus relaciones y acciones, lo que se dilucida a través del método científico. Sin embargo, otros desconfían que ese objeto de estudio sea tal, y también de que las prácticas del management sean regentadas por criterios científicos, siendo más bien una disciplina profesional con métodos propios, pero no científicos, como lo son las artes o las humanidades.

Dilucidar esta controversia no es una tarea que vaya a resolverse en lo inmediato, sin embargo, es posible sembrar algunos puntos que llevan a pensar que el management no es aún científico, pero que está camino a serlo. Está, entonces, tocándole las puertas a la ciencia.

¿Tiene el management un objeto de estudio?

¿Es el management una ciencia o es el objeto de estudio de una ciencia que aún no tiene nombre? o simplemente ¿es una disciplina que se vale de otras ciencias distintas? Estas son las preguntas fundamentales de Cuauhtémoc Molina, de la mexicana Universidad Veracruzana, quien tras pregúntarselo, propone esta controversial tesis:

“Hay un mito entre los administradores, centrado en sostener a toda costa que la administración es una ciencia. La administración es un campo epistemológicamente vacío. No existe. La administración como tal es sólo actividad, pero supone saberes que los administradores deben poseer para hacer esta actividad más eficiente. En este sentido no es una ciencia”, sentencia en su blog.

Es un argumento que se refrenda en la observación -por ejemplo- de las mallas curriculares de los programas MBA, los que básicamente reproducen las estructuras organizacionales de las empresas; el organigrama. O sea, a un curso del programa, una gerencia como el mismo nombre: Finanzas/Finanzas, Estrategia/Estrategia, Márketing/Márketing.

¿Qué tienen en común esas sub disciplinas? ¿Pertenecen al mismo campo de conocimientos?.

Para los defensores de la ciencia del management, la respuesta es sí, pues en lo fundamental la administración es una disciplina que proviene de las ciencias sociales, que como éstas, se ha compuesto por distintas fuentes y que ha creado una metodología propia y distinta para entender el fenómeno que estudia: la organización, y más específicamente la organización económica-productiva, y más específico aún, si se asume como una ciencia aplicada, como la medicina: el mejoramiento de la organización económico-productiva.

Paul Danos, decano de Tuck School of Business, es defensor del carácter científico del management. "Si la administración, como alguna gente sostiene, es más un arte que una ciencia, entonces es un arte altamente informado, un arte que no se puede practicar sin una sólida base de las ciencias y las ciencias sociales que tocan sus componentes”, dice.

En tanto, William Loyola, profesor de Espae-Espol y PhD(c) de Esade, es de la opinión de que el carácter científico del management es cuestionado por los mismos prejuicios que llevan a dudar de ese estatus para las ciencias sociales. “Las unidades de análisis utilizadas como las personas, grupos, organizaciones, son agentes que piensan, actúan y se adaptan; lo cual lo hace difícil de predecir, que es el propósito de la ciencia. No son como las unidades inertes del laboratorio", argumenta.

Un argumento fuerte, más ahora que los paradigmas científicos están en revisión a propósito de los avances en física cuántica, que determinaron la incidencia del observador en el fenómeno observado, es decir, la imposibilidad relativa de observar el fenómeno puro.

Sin embargo, para Loyola, pese a las inexactitudes, la gestión mantiene su rigor científico, “porque sus contribuciones están basadas en metodologías cuantitativas y cualitativas, que requieren de la revisión y aceptación de la comunidad académica”.

Para este académico, el management es “una ciencia social altamente interdisciplinaria, con componenetes subyacentes que contienen un importante nivel interpretativo, como la psicología y la sociología, y otros como las matemáticas y la economía que tratan de darle un brillo de ciencia dura”.

Sin embargo, una de las condiciones que una disciplina debe cumplir para ser considerada científica, es que haya elaborado una teoría general. Esto es “un conjunto de declaraciones o principios establecidos para explicar un conjunto de hechos o fenómenos”, según la definición de Heritage Dictionary (2000).

La administración está lejos de tener un modelo general y tiende más bien a sumarse por los paradigmas de otros ámbitos del conocimiento. Por ejemplo, la neurociencia es hoy la vedette en cuanto a la explicación del comportamiento humano, y no tarda entonces en aparecer modelos de management que simplemente se suman, como el neuromárketing o el neuromanagement”, dice Ricardo Martínez, profesor de lingüística de la Universidad de Chile, y editor del portal Tercera Cultura, dedicado a “juntar” ciencias y humanidades.

Una ciencia inmadura

Roy Zúñiga, decano de Formación Ejecutiva de Incae Business School y Ph.D en Management por el Manchester Institute of Science and Tecnology, recomienda revisar el libro “La estructura de las revoluciones científicas” de Thomas Kuhn. “De ahí que se pueda afirmar que la administración es una ciencia inmadura, no dura como la física o la química, sino que se deriva de la sociología, la psicología, se mete la estadística, y toma el poder de las computadoras”, dice Zuñiga.

Según explica Zuñiga, las primeras escuelas de negocios se llamaban business administration y no estaban bajo el paraguas ni el estatus de la academia, pues fueron creadas con fines prácticos, escencialmente comerciales. Luego, cuando entidades como MIT Sloan o Stanford le dieron cabida a mediados del siglo XX, se produjo el cambio hacia lo que hoy conocemos.

Fueron las facultades de ingeniería las que permitieron el origen de escuelas de negocios académicas, con lo que el enfoque se torna científico, pues llegan profesores entendidos en sistemas, algoritmos y modelos”, dice Zuñiga.

Una travesía nada fácil y reciente para cualquier disciplina. Más si se considera que el management también debió pasar por lo que algunos llaman “la guerra de las ciencias” en los 90’, cuando principalmente sociólogos de la Escuela de Edimburgo afirmaron que el conocimiento científico no era más que un constructo cultural que debía abandonar las pretensiones de objetividad.

En particular esto impactó porque se cuestionó la validez de ciertas disciplinas por el simple hecho de ser científicas y porque las ciencias sociales cuestionaron la superioridad de las llamadas ciencias exactas, como las matemáticas, por el hecho de que sus experimentaciones de validación y falsación son reproducibles.

Así, en su breve trayectoria, el management aún no ha logrado autonomizarse como disciplina científica, aunque sea aplicada, dependiendo mucho de otras que le proveen de herramientas y modelos, debiendo además soportar el cuestionamiento a las ciencias mismas, lo que ha retrasado la llegada de sus pantalones largos: una teoría general. Pero ¿son éstos necesarios?

¿Por qué no el management como arte?

Pese a la incerteza de la identidad científica del management e incluso la incerteza sobre la identidad de la ciencia misma, en el período que va desde la caída del Muro de Berlín hasta ahora, el management de todos modos se valoró socialmente como disciplina, por su creciente relevancia en una sociedad global en los que los estados cedieron protagonismo internacional, ante organizaciones inmensas, algunas más grandes que los estados más pequeños.

Sin la necesidad del rótulo de ciencia para validarse, tal vez sea el momento de asumir que el management tiene mucho de arte. Un arte que emplea herramientas científicas -algunas propias y otras ofrecidas por otras disciplinas- pero que no por ello deja de ser un arte.

“Si bien puede llegar a haber un management científico, creo que la mayor cantidad de esfuerzos se encaminan a encontrar las mejores recetas para lograr ciertas cosas. En ese sentido, por más que uno haga el esfuerzo de connotar científicamente una actividad, quienes trabajan en el área no andan buscando hacer ciencia, sino que buscan cómo la ciencia los puede iluminar para tomar ciertas decisiones y hacer las cosas mejor”, dice Martínez.

Al menos eso revelan muchas prácticas del management, cuyas decisiones no provienen del un diagnóstico obtenido a través del método científico, sino de la intuición informada.

A la hora de entender lo científico de la gestión, debemos establecer que haya un método para que se trate de una disciplina científica”, dice Zuñiga. “Si bien en las escuelas de negocios se intenta instruir a los alumnos para que desarrollen metodologías, normas, reglas, recetas y combinaciones que deberían funcionar en la práctica, no siempre esto se lleva a cabo”.

Para el profesor de Incae, la aplicación de metodologías en el management varía según el área, distinguiéndose una parte más cercana a la ciencia (como Finanzas, Estadísticas) y otra más al arte (como Recursos Humanos, Coaching, Mentoring).

“Aquellos que creen científico al management recurren a estadísticas y buscan determinar con precisión que una cosa es cierta, pero otros evalúan hipótesis de manera más analítica sin preocuparse por la evidencia pura y dura”.

Danos agrega un ámbito del quehacer de la administración que se asocia más bien a las ciencias sociales, como Economía, Comportamiento Organizacional y Márketing.

Zúñiga sintetiza la situación así: “Los que ven la administración como arte, pueden argumentar que no es necesario ir a una escuela de negocios, porque lo suyo es una habilidad innata que se puede desarrollar en la práctica, en cambio los que la ven como ciencia, dicen que es necesario cursar la carrera para aprender las técnicas que permiten separar la evidencia y los datos, de la bulla”.

En su experiencia práctica, este académico evalúa lo científico del management a través de su trayectoria: “Cuando estudiaba el PhD entendía que la administración era una ciencia, pero fue trabajando como CEO en empresas que me di cuenta de que esta era insuficiente. Había que lidiar con manejos políticos, frustraciones y personas. Sin resolver esto, nunca se van a tener los resultados esperables”.

Según Danos, los énfasis entre lo artístico y lo científico también se dan según los sectores en que operan las empresas. “Es lógico que más científicas sean las industrias farmacéuticas, de defensa, telecomunicaciones o TICs, y es de esperar que para que prosperen deban recurrir a un gran conocimiento científico”.

Pese a ello, Danos compara el management con la ciudadanía. “Un ciudadano debe informarse sobre cuestiones científicas si quiere hacer buenos juicios, así el acto ciudadano implica decisiones holísticas integrales y acciones tan complejas como lo es la vida humana”.

Según Martínez, más allá del legítimo debate sobre el carácter científico del management, su madurez y lo cercano o lejano que está de tener una teoría general, vale la pena preguntarse por las razones por las cuáles surge este debate.

Para él las pretensiones científicas del management, y de muchas otras disciplinas cuestionables, como las “ciencias” jurídicas, las “ciencias” de la información o la historiografía, “responden a la fuerza simbólica de la ciencia como garante de la verdad, y como la credencial de un quehacer como algo serio”.

En suma, un equívoco al identificar al 100% la ciencia con el conocimiento.

Autores

Daniela Arce y Mariana Osorio