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Futbolistas homosexuales juegan al ataque en Rusia
Miércoles, Junio 6, 2018 - 13:58

Pese a la difícil situación de la sociedad civil y las minorías, hay quien encuentra en el deporte una vía de activismo.

Alexander Agapov sostiene una bandera arcoíris sobre el escenario. En la entrada ha puesto unos dibujos en los que aparecen futbolistas haciendo manitas. También está presente el póster de Wonderkid, una película sobre un jugador de fútbol homosexual. "Lo hemos conseguido”, dice él. Un evento sobre gais y lesbianas en Moscú. ¿Lo han conseguido? Aparentemente, solo a primera vista.

Y es que fuera de esa sala, prácticamente nadie se ha enterado de nada. Desde 2013, en Rusia es ilegal hablar positivamente de la homosexualidad a menores de edad. El evento tiene lugar un domingo en el alemán Goethe Institut. Agapov ha enviado la descripción del trayecto personalmente a cada uno de los presentes entre el público. No hay carteles, tampoco se ha anunciado en internet. Desde hace tres años, este activista preside la Federación Rusia de Deporte LGBT (Russian LGBT Sport Federation, una organización deportiva rusa de la comunidad LGBTI (lesbianas, gais, bisexuales, trans e intersexuales). Su objetivo es abogar por un deporte donde no haya lugar para la discriminación. Pero tiene que evitar llamar demasiado la atención.

En Rusia, la sociedad civil funciona como un movimiento opositor contra el Kremlin. Y también como un escenario sobre el que este proyecta sus preocupaciones de pérdida de poder. En 2012, aún había 400.000 organizaciones no gubernamentales, a día de hoy solo quedan unas 220.000. Tras una reforma legal de julio de 2012, las ONG que recibían ayuda financiera del exterior fueron clasificadas como "agentes extranjeros”, lo cual dificulta considerablemente su actividad dentro de las fronteras rusas, o incluso puede llegar a imposibilitarla. El panorama puede parecer desolador, pero muchas no se plantean rendirse. La de Alexander Agapov es una de ellas: "Tenemos que ser creativos”.

Agapov, de 35 años, creció en una situación complicada en los suburbios de Moscú. Desde muy pronto se dio cuenta de que le gustaban los hombres y su vida tomó un rumbo solitario bien temprano. A través de las redes sociales, sin embargo, descubrió la Federación. Esta asociación deportiva tiene más de 1.700 miembros en más de cincuenta municipios. "El deporte es más que un placer y nos ofrece seguridad”, dice.

En 2014, con ocasión de los Open Games (Juegos Abiertos) se dio cuenta de lo difícil que es defender este espacio seguro. Alrededor de 300 deportistas de Rusia, Europa y América del Norte participaron en este festival que se celebraba en Moscú. Desde EE.UU. vino un invitado prominente: el exsaltador olímpico Greg Louganis. Otra figura relevante era la ministra de Deportes holandesa Edith Schippes. Estos abandonaron el festival prematuramente. Poco después llegó la policía rusa y desalojó el pabellón deportivo, presuntamente con motivo de un peligro terrorista. Otras instalaciones deportivas, así como hoteles, les retiraron el apoyo, argumentando exceso de contratación, cortes de luz o problemas de fontanería. En una sala, unos encapuchados hicieron estallar una bomba de humo. Desde entonces, Alexander Agapov siempre contrata un servicio de seguridad para los eventos más grandes.

Las razones de esta hostilidad son complejas, dice Ekaterina Kochergina, del Centro Lewada, un instituto de investigación de opinión independiente. El nacionalismo ha crecido desde la anexión de Crimea en 2014. Esta tierra gigante busca una identidad capaz de abarcar todos sus matices. Para 2050, la cifra de 143 millones de habitantes podría reducirse en 20 millones. El rechazo a determinados grupos apoya a compensar las preocupaciones financieras. Este se concentra sobre todo sobre los inmigrantes de Asia Central y sobre las minorías sexuales. En opinión de Kochergina, "la frustración y los prejuicios se descargan a menudo contra las minorías”.

La Federación Rusa de Deportes LGBT no quiere registrarse como "agente extranjero”. En el Este europeo, el deporte se ve como un campo despolitizado y nada sospechoso. Ante los inquilinos de las instalaciones deportivas se presentan como amigos de la infancia o como compañeros de trabajo. Y se esmeran en buscar los huecos en las tardes en las que los pabellones están menos concurridos.

En unos días, los aficionados del fútbol de todo el mundo estarán pendientes de la Copa Mundial de la FIFA que se celebra en Rusia en 2018. Alexander Agapov conoce los casos de amenazas de neonazis a aficionados homosexuales en Europa a través de las redes sociales, pero se queda con el mensaje de la organización. "Le hemos dado a la FIFA garantías de que será posible introducir banderas arcoíris en el estadio” dice el organizador jefe Alexej Sorokin. "Naturalmente, todo debe corresponderse con los estándares morales generales que, tal y como yo lo veo, no se diferencian de los del mundo occidental. Durante la celebración del Mundial no habrá ningún tipo de discriminación por motivos de orientación sexual o creencia religiosa”. ¿Pero cómo será posible que los participantes egipcios busquen alojamiento en Chechenia, donde los homosexuales han sido torturados y asesinados?

La asociación deportiva LGBTI necesita dinero para enviar a sus deportistas a competiciones internacionales, ya sea a Estocolmo o a Ámsterdam. Algunos jugadores temían recibir palizas de la policía, como ya les había pasado en Rusia. Su sorpresa no pudo ser mayor cuando fueron vitoreados. "Ese es un paso importante para la emancipación”, dice Agapov.

A pesar de todo, él espera que el Mundial atraiga a muchos visitantes y que su país no sea reducido a Putin. Las visitas podrían ayudar a estos activistas a hacer contactos. Hasta ahora no tenían cultura empresarial alguna. No obstante, les gustaría poder tener una oficina en algún momento. A pesar de que en la puerta no podrían poner su nombre.

Autores

Ronny Blaschke/ Deutsche Welle