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Givenchy, el último gran "couturier"
Domingo, Octubre 26, 2014 - 08:26

Hubert de Givenchy , 'Le Grand', como se le conoce en el mundo de la moda, escribe un relato de sus vivencias en la época dorada de la alta costura. Todo acompañado de una gran retrospectiva en el Museo Thyssen de Madrid.

Hubert de Givenchy es, con 87 años, uno de los escasos representantes de la alta costura, memoria viva de la edad dorada de la moda que rechaza: "La pasarela de ahora es muy vulgar".

Para el diseñador, que imprimió en sus diseños el gusto por las líneas arquitectónicas y las formas puras, el tiempo de la alta costura ha terminado. "Vivió su tiempo, pero llegó a su fin. Yves Saint Laurent fue el último de los grandes, luego vinieron las modas, que no la moda".

El diseñador, uno de los últimos "couturier" vivos, con un trabajo íntimamente ligado al trabajo artesanal y elevado a la categoría artística, viste estos días las paredes del Museo Thyssen en el centro de la capital de España, en una retrospectiva que supone la primera incursión del centro madrileño en la moda.

A través de cien prendas

La muestra cuenta con un centenar de prendas elegidas personalmente por el diseñador, que pertenecieron a clientas famosas como Audrey Hepburn, Jackie Kennedy o la duquesa de Windsor, y a otras anónimas que adquirieron sus diseños, hasta su última colección presentada en 1995.

Con Hepburn mantuvo una intensa relación maestro-musa, que quedaría plasmada en películas como "How to Steal a Millión" o "Sabrina", en las que la actriz vistió creaciones realizadas por el diseñador y entre las que se encuentran en el museo la que llevaba en  la primera secuencia de "Desayuno con diamantes".

"Ella sabía llevar un traje mejor que nadie. Además de guapa, era íntegra y profesional, sigue siendo alguien muy presente para mí", dijo el francés sobre su amiga.

En la exposición existe una sala dedicada a sus grandes clientas, en la que se puede ver un traje en satén crudo con bordados de flores -uno de los motivos preferidos de Givenchy- que llevó Jackie Kennedy, cuando todavía era primera dama de Estados Unidos, o el abrigo que Wallis Simpson, duquesa de Windsor, llevó durante el funeral de su marido.

Además de prendas, la exposición establece un dialogo entre la obra del diseñador y piezas maestras del propio museo, de modo que las pinceladas de Delaunay, Zuloaga, Rothko, Bosschaert o De Staël, conversan sobre colores y siluetas con las prendas del diseñador francés.

Junto a estos cuadros conviven ahora en las paredes del Thyssen, vestidos de noche cuajados de lujosos abalorios, pedrería o plumas, y trajes de novia, todos ellos acompañados por una amplio y variado elenco de complementos, ya que, sin ellos, el diseñador consideraba que una mujer no estaba "completamente vestida".

Modernidad y clasicismo

"La moda debe evolucionar lentamente, sin ninguna revolución (...) Solo de ese modo un vestido podrá ser querido y perdurar. No lo digo para vanagloriarme pero, al ver mis diseños, uno se da cuenta de que no han pasado tanto de moda", decía en una entrevista el creador.

A pesar de su lenguaje clásico y conservador, la modernidad estuvo presente desde el comienzo de su trayectoria cuando, en 1955, presentó "Separates", su primera colección, en la que avanzó el nacimiento del "prêt-à-porter".

En ella, en vez de elegantes vestidos de noche, Givenchy propuso una línea de cuidadas prendas más desenfadadas, como blusas, camisas y faldas, entre las que se encontraba la "blusa betina", un modelo realizado en tela de algodón de camisa de hombre, con volantes en las mangas, que terminó siendo una de sus piezas más icónicas.

"Si tuviera que volver a empezar, haría eso mismo. La ropa para la calle es el futuro. La clienta puede elegir dos o tres prendas y combinarlas como ella quiera", señala con una lúcida visión de negocio.

En sus últimos diseños introdujo materiales como el plástico o las flores secas, aunque nunca abandonó su amor por las líneas puras y el oficio artesanal, dos pilares que heredó de su gran mentor, Cristóbal Balenciaga.

"Me apoyó y me asesoró, igual que hizo con muchos otros, siempre estaba dispuesto a dar consejo y ayudar. Era una excelente persona", recuerda Givenchy, que preside la Fundación Balenciaga y que, desde la muerte del modista español (1972), ha dedicado sus esfuerzos a poner en valor su gran obra.

Capítulo importante de la alta costura y protagonista de su ocaso, Givenchy considera a la moda "parte del arte y de la vida misma" y, como tal, ha ido cambiando a lo largo de la historia, "a veces para bien, otras no tanto", señala uno de los creadores fundamentales de su tiempo, que trabajó con Elsa Schiaparelli, Lucien Lelong o Jacques Fath.

Con la perspectiva y la serenidad que dan 87 años, el diseñador se confiesa satisfecho de haber vivido y desarrollado su carrera en el mundo de la moda, una experiencia que le ha proporcionado una vida "muy feliz", y por eso, recomienda a los jóvenes diseñadores lanzarse con valentía a ese complicado negocio, pero les aconseja, ante todo, hacer una moda "bien pensada".

* Reportaje EFE

Autores

Celia Sierra