Pasar al contenido principal

ES / EN

José Jacinto Muñoz, sociólogo y coach: "Cuando vives con propósito, una de las primeras cosas que logras revertir es la desorientación"
Jueves, Junio 11, 2020 - 09:44

El autor de "Gente con propósito" participará en un seminario online que se realizará en la plataforma Partner 360 Pro, del miércoles 17 al viernes 19 de junio, donde se darán a conocer las claves para alcanzar un estado emocional óptimo y así poder lidiar con el caos que se vive por efecto de la pandemia.

En un escenario como el que estamos viviendo, donde las consecuencias sociales y económicas producto del COVID-19 han afectado a miles de personas, aparece la idea de aferrarse a pensamientos positivos que nos ayuden a enfrentar lo que está pasando.

Pero, ¿somos capaces de no caer en la negatividad con tantas malas noticias? ¿Es posible motivarse, ser productivo y creativo en medio de la pandemia? Para el sociólogo y coach internacional, José Jacinto Muñoz, el optimismo es una decisión y se puede construir. Este será parte de los temas que explorará en el seminario online “Gente con propósito", que se realizará del 17 a 19 de junio, donde, además, abordará cómo desarollar el talento y la confianza, independiente del lugar de origen.

Para él, ser optimista depende bastante de si hemos descubierto nuestro propósito de vida, pero por desgracia son varios lo que se sienten desorientados al no encontrar su misión.

"Hay mucha desorientación y desesperanza, pero creo que cuando alcanzas vivir en propósito una de las primeras cosas que logras revertir es la desorientación, porque vivir en propósito es como tener en sintonía y en funcionamiento tu GPS personal", indica Muñoz.

Para el sociólogo y coach, no todas las personas tienen el mismo grado de optimismo, pueden estar o no conscientes de esto. Sin embargo, es decisión de cada uno ser un poco más optimisma. El sociólogo asegura que hay varios aspectos que influyen en esto y que moldean cómo las personas perciben la vida. Acá está la crianza, la relación con la familia y con los padres e, incluso, cómo se vinculan con los agentes socializadores clásicos como la escuela, la Iglesia y los medios. "El optimismo es la capacidad que se tiene para juzgar la realidad de manera favorable y positiva", indica.

La construcción de una visión positiva se puede hacer "a través del conocimiento al que me someto, mientras tengo la información más adecuada, balanceada y correcta de mi realidad. Esto me permitirá desarrollar una visión, una lectura de la realidad lo más favorable posible". Y añade, además, que el optimismo también se construye en la medida que se tiene una buena relación con los momentos donde las cosas no han salido como se esperaba.

"A veces, el optimismo de algunas personas depende de lo bien que les pueda estar yendo. Pero cuando comienza a irles mal, el optimismo se disipa porque no tiene una raíz fuerte", dice.

Disfrutar el presente y tener un propósito

Muñoz señala que en el optimismo también influyen la capacidad de aprovechar el tiempo presente y tener un propósito en la vida. Esto último, indica, es relevante: "Recordemos que el optimismo es uno de los frutos más importantes del propósito. Cuando vivo en propósito, genero optimismo porque la matriz, la fuente primaria del buen ánimo, del estado emocional óptimo y del optimismo, es el propósito. Para esto se debe tener conciencia de lo que quiero y la dirección que tengo".

Pero atención para quienes piensen que el optimismo es poco realista. Se trata de todo lo contrario, ya que las personas positivas "tienen los pies sobre la tierra, no se engañan ni tratan de crearse falsas expectativas, son más conscientes. No dejan que la realidad condicione toda su ilusión y proyección con respecto a lo que esperan favorablemente del futuro", revela Muñoz y agrega que "esa es la gran diferencia entre un optimista genuino y un optimista ingenuo. Por un lado, el optimista ingenuo se ilusiona y se frustra muy rápido, porque se crean expectativas de cosas que no existen, mientras que el optimista genuino es más racional, realista, esperanzado y con un optimismo inteligente".

Para abordar más sobre este tema, hablamos con José Jacinto Muñoz, quien abordó la importancia del propósito y cómo encontarlo, y, además, comentó cómo tener una mejor relación con el fracaso y el dinero.

-¿Cuánto pesan las creencias de las personas en ser más o menos optimista?

Las creencias son la semilla del optimismo, porque recordemos que el optimismo es la capacidad que tiene alguien de juzgar lo más positivo y favorable a una realidad, es la lectura que tiene alguien de la realidad. El problema no son las cosas, sino la visión que tengamos de ella. Mi visión e interpretación de lo que pase conmigo y mi alrededor tendrá mucho que ver con las creencias que yo tengo.

Cuando tengo un buen propósito, puedo tener la posibilidad de desarrollar un ánimo e intención de hacer las cosas lo mejor posible. Esto, porque hay una creencia rectora superior que me dice que si trabajo, persevero, me comprometo con un proyecto, una idea y no cedo, insistiendo y corrigiendo los errores, algo positivo pasará conmigo. Todo lo que sembramos lo cosechamos, y si lo que sembramos es trabajo, creatividad e innovación, aparecerá algo positivo para mi vida. Entonces, la forma cómo pensamos es clave.

-Considerando el contexto que estamos enfrentando en estos momentos, con estallidos sociales en varios países de América Latina y la crisis por el COVID-19, ¿a qué recursos las personas pueden recurrir para ser más optimistas?

Para mí, lo interesante del optimismo es que es algo que cuando es genuino no depende de lo que está ocurriendo fuera de ti, sino de lo que ocurre dentro de ti. Eso para mí es la gran revelación del concepto de la idea del optimismo. Si estuviese sujeto a lo que está pasando afuera, es prácticamente imposible ser un optimista permanente, ya que dependeríamos de lo bien o de lo mal que estén las cosas en los contextos a los que pertenecemos.

Por eso hablo del optimismo racional, genuino e inteligente, porque es creado desde lo más profundo del espíritu, de la racionalidad y de las emociones de la persona. Es un optimismo que tiene que ver con la capacidad que tenemos de leer la realidad, de juzgar lo más favorable y positivo posible, sin que eso signifique que me iré al extremo de negar lo que está sucediendo.

Entonces, cuando ocurre algo como el COVID-19, -que llegó sin avisar e irrumpió de manera violenta, extrema y sin distinguir clase, color, posición social, etc- y estás anclado a un optimismo genuino, de inmediato vas a tener la capacidad de interpretar lo que está sucediendo y serás capaz de reconocer que los problemas son normales, lo que es fundamental para poder sostener el ánimo o el optimismo en medio de la crisis.

Teóricamente, cualquier persona puede entrar en pánico: se puede suspender su actividad económica o correr peligro su vida. Si yo estoy en ese extremo, voy a ser muy susceptible a perder el ánimo y las ganas de continuar en mi proyecto de vida. Ahora, si estoy anclado a otro tipo de creencias que se ajustan más al optimismo racional y al optimismo inteligente, voy a reconocer lo que está ocurriendo. El optimismo racional te permite tener una justa interpretación de las habilidades y el talento en las que confías para poder hacer frente a esa circunstancia que se te va a presentar.

-Al parecer, la perspectiva con que se observan los hechos es importante, pero ¿es posible para una persona pesimista cambiar su percepción y construir pensamientos positivos? Si es así, ¿cuánto tiempo puede tomar comenzar a pensar diferente y qué se debería hacer para cambiar?

Sí, claro, por supuesto que una persona pesimista crónica puede hacer un cambio a una visión más optimista de la vida. Tiene que apostar al desarrollo de un optimismo racional: dejar atrás el optimismo ingenuo y tratar de no permitir que el pesimismo crónico invada su vida, porque éste siempre dibujará lo más fatalista que pueda ocurrir.

Es importante entender si la persona se da cuenta de lo que está pasando, a raíz de sus actitudes y conductas. Entonces, se comienza a catalogar como tóxico. Sería bueno preguntarles a sus cercanos - pareja, hijos o amigos- cómo ellos lo perciben. Y entonces, desde ese punto de vista, identificar si es que hay muchos rasgos de pesimismo que pueden estar intoxicando a la persona.

Es importante ser consciente de que algo se debe modificar y tomar la decisión, evitando toda relación con esa actitud, proceso y estado emocional, decidiendo pasar al siguiente nivel. Luego, es bueno crear un hábito que permita ver la vida de una manera distinta, practicar e incorporar la creencia que se quiere y repetirla, porque de tanto repetir algo se vuelve un hábito en nuestras vidas.

Además, un pensamiento genera una emoción y éste una conducta. Si mi pensamiento está anclado a la fatalidad, negativismo a ultranza, frustración permanente, victimización, miedo crónico; obviamente que las emociones que voy a fabricar van a responder a ese tipo de pensamiento, y yo lo he vivido en mi consulta, lo vivo en mis asesorías y mis seminarios.

-¿Cómo la familia, los pares y la sociedad pueden influir en esta percepción del mundo?

Tal vez son cuatro de los agentes socializadores clásicos que tienen un rol fundamental en el desarrollo de la mentalidad de cualquier persona. Está demostrado científicamente que entre los 4 y 8 años, cuando es el momento cumbre para formar la mentalidad y la percepción de un niño, este absorbe absolutamente todo. Incluso, desde el vientre de la madre y cuando nace comienza un proceso de aprendizaje sometiéndose a estímulos, percepciones e ideas que comienzan a alojarse en su inconsciente. A medida que va creciendo, va creando un estado de conciencia y cuando llega a adulto es el resultado de esa historia, siendo la conclusión de esa experiencia.

Por eso es que es irresponsable decir que simplemente somos el resultado de lo que decidimos hoy. Por supuesto que la última palabra sobre nosotros la tenemos nosotros mismos, pero el pasado no lo podemos negar. Por eso se dice que somos proceso, consecuencia de una experiencia cultural, porque somos producto de una historia. Es decir, los agentes socializadores (y este es un llamado a los padres, educadores, medios de comunicación, etc.) que interactúa con nuestros niños son fundamentales en esa percepción, con esa inteligencia emocional que ese niño vaya a tener el día que sea un adulto.

Por eso hay que hacer énfasis en la importancia del desarrollo, del optimismo, del equilibrio, de las emociones, de la paz. Tenemos que crecer emocionalmente y eso forma parte de ese proceso socializador que muchas veces no se da. Nuestros niños no lo tienen, carecen de esa experiencia y después, cuando se convierten en adultos, son personas profundamente pesimistas, ancladas a emociones encontradas, y esto no les permitirá convertirse en su mejor versión.

Hay gente que quisiera ser más optimista y ver la vida con un poquito más de positivismo, pero no puede porque hay un velo en su estructura emocional. Su experiencia de vida tiene que ser desarmada, es ahí cuando ayudan los especialistas. Entonces, la persona decide invertir en educación y formación. Esto lo llamo despojarnos de nuestros cachivaches y sacarlos de nuestra cabeza. Una vez que se gane espacio, cambiará la perspectiva de lo que hay en la mente. Eso permitirá a las personas tener un proceso de innovación y de creatividad, incluso, poder sentir mejor. Est, porque el estado de ánimo y confianza en sí mismo mejorará.

-¿Hay que aprender a tener una nueva relación con el fracaso y con las situaciones de crisis?

Si la relación con el concepto del propósito es clave, la relación con el concepto del fracaso es determinante. Tener una buena conexión con la idea del fracaso va a mejorar de inmediato la confianza y eso permitirá mostrar todas las capacidades y habilidades.

En el mundo se exigen eficiencia y eficacia, pero los resultados siempre van acompañados de errores y fracasos, las cosas no siempre salen como queremos que salgan.

Por ejemplo, cuando el deportista lo entiende (voy a colocar el deportista, que es un área que domino muy bien) logra proporcionarse una paz que le permitirá ser más considerado consigo mismo cuando lo tenga que volver a intentar. Si no gestiona correctamente el fallar o el fracasar, ese deportista no va a trascender. Cuando alguien entiende que el fracaso es tan legítimo como el éxito, podrá tener unos niveles de enfoque de concentración distintos al que no lo entiende. Eso lo he descubierto en deportistas y también profesionales de otros rubros.

Vivimos en un sistema que premia e idealiza al que gana, pero que rechaza el que pierde. Imagínate una sociedad en donde comenzáramos a premiar a las personas simplemente porque lo intentan, como lo hacen en países asiáticos donde las celebridades no son solo los deportistas, sino que también son científicos o de cualquier otra profesión. Hay universidades en donde se está recompensando y felicitando a estudiantes por el simple hecho de estarlo intentando desde el punto de vista científico.

Cuando una persona, indistintamente de la profesión a la que se dedica, legitime el fracaso y entiende que simplemente es un resultado infeliz y parte natural de la vida, podrá evolucionar, crecer y convertirse en su mejor versión.

-En lo anterior, el factor monetario pesa bastante porque muchos temen que producto de las crisis pierdan el trabajo, lo que significa reducir sus gastos, no poder pagar deudas o hasta la pérdida de sus casas. ¿Es momento de cambiar la relación con el dinero y su administración?

Una de las cosas que vengo reflexionando desde que arrancó la pandemia es que tal vez muchas personas y familias a partir de ahora comiencen a tomar más en serio el tema del ahorro, tener una reserva económica.

Hay un esquema con el que yo me manejo financieramente, lo aprendí de esta forma y me ha funcionado. La ecuación financiera es ingresos, ahorro, inversión y simplificación. Si yo quiero invertir, ahorrar, gastar y tener dinero, tengo que tener ingreso. Entonces, mi primer objetivo es aprender a hacer dinero: a crecer económicamente y poder tener un ingreso que me permita tener la posibilidad de ahorrar para poder invertir. Lo que quede de mi ingreso - luego de cubrir mi estructura de costos- será mi ahorro. De ese ahorro, se puede sacar una porción del dinero para invertirlo en cualquier proyecto. Pero ese ahorro no se puede ir todo en inversión. Se debe crear una reserva, y esa es la reflexión que le hago a la comunidad latina. Tienen que acostumbrarse a tener una reserva para cualquier eventualidad que pueda ocurrir.

Hay gente que dice que no puede tener reservas porque no le alcanza para ahorrar. Entonces, tienes que corregir buscando la forma de trabajar y ser más productivo para tener excedentes en tus ingresos que te permitan ahorrar. No olvides distribuir una parte para invertir, seguir creciendo y otra parte para las reservas. Eso es como el concepto de reserva.

Yo diría que se necesita aprender a formarse financieramente, aprendiendo cómo manejar el dinero de forma disciplinada. Se debe tener una reserva obligatoriamente. El trabajo que cualquiera tenga hoy, nadie le garantiza que lo va a tener mañana. Esa es la realidad de la globalización de este momento.

En promedio, hoy en día ninguna persona hay dura más de siete u ocho años en un trabajo. Eso era antes, cuando nuestros padres y abuelos estaban orgullosos de permanecer hasta 30 y 40 años en un trabajo y se jubilaban en la misma empresa. El hombre y mujer profesional buscan espacios seguros y eso es cada vez más difícil. Creo que esta pandemia nos ha puesto a reflexionar con respecto a la relación con la economía. A lo mejor muchos han entendido que deben generar más ingresos para poder tener reservas y proteger a su familia para algo tan básico como cubrir la renta de la casa, la alimentación o la salud, etc. Y si eso significa que cambiará su relación con el dinero, porque decidieron educarse financieramente, por supuesto que hay preocupación. Si no se tiene para cubrir los gastos que se venían haciendo en la estructura de gastos básicos, se puede generar preocupación y ansiedad.

Si tienes un negocio fijo que te genera un ingreso fijo, entonces, debes ser muy responsable con tu estructura de costos. Si quieres tener una mejor vida, pues tienes que generar más dinero. Para eso puedes poner a funcionar tu creatividad o explorar en qué eres bueno y qué iniciativa tienes. Puede ser útil investigar, asesorarte, estudiar y aplicar.

La recomendación es vivir con lo necesario, no tratar de cumplir el patrón o el estereotipo de otros. Viva con lo que su ingreso le permite vivir y vaya aumentando su calidad de vida en base a la mejora de sus ingresos. No sirve de nada crear un tipo de vida o gasto financiero que no responde a la capacidad de ingreso, sino que se está apalancando en deudas malas, que están quitando dinero de tu bolsillo. Y un último consejo: busquen asesores financieros, dedíquense a estudiar el tema de finanzas y tomen el control del manejo de su dinero. Recuerden que la clave está en poder generar más ingresos. No se trata de cuánto gastas, se trata de cuánto produces. Cuando se trata de gastos hay que ser conscientes, porque si no lo somos, a pesar de lo mucho que puedas ganar, se va a desbalancear tu vida financiera y la de tu familia.

-¿Qué tan importante ahora es tener un propósito de vida y de carrera? ¿Cómo es posible trazar un plan para alcanzar ese propósito?

Tener un propósito de vida es importante. Uno de los mayores problemas que tenemos como sociedad es la desorientación. Hay mucha desorientación y desesperanza. Creo que cuando alcanzas a vivir en propósito una de las primeras cosas que logras revertir es la desorientación, porque vivir en propósito es como tener un GPS personal en sintonía y en funcionamiento. El GPS es el propósito.

Hay gente que se niega a establecer y tener contacto con su GPS para recibir orientación. Este concepto te da orientación y ayuda a combatir la desesperanza, porque la base de vivir en propósito es que te da ánimo y fortalece tu estado emocional, optimismo y entusiasmo por avanzar en lo que estés haciendo.

Si no tengo un propósito de vida o no he conseguido las suficientes razones para poder avanzar, a pesar de las dificultades, es posible que me cueste mucho ser optimista, desarrollarme y crecer.

¿Qué pasará conmigo si siento que no estoy creciendo o no me estoy desarrollando? ¿Me voy a secar o me voy a paralizar? Allí comienza toda una angustia que lamentablemente nos volverá improductivos, sencillamente porque no tenemos una ruta que seguir. Eso para mí es la gran importancia. Yo no diría que necesitamos un plan para alcanzar el propósito, sino que más bien entender lo que pensamos, lo que estamos haciendo y lo que somos. Debemos tener consciencia de nuestro inventario personal, debemos hacernos preguntas.

No hay problema con hacerse preguntas como: ¿cuál es mi propósito y misión?, ¿cuáles son mis proyectos?, ¿cuáles son mis razones?, ¿qué es lo que me mueve?, ¿qué es lo que me entusiasma o lo que me hace sentir que todavía debo estar en este mundo? Esas razones debes traerlas a tu mente todos los días y estar ocupado en cosas que te interesan.

Una de las cosas que más angustia a la psiquis del ser humano es la muerte, y precisamente lo que logra aplacar y disminuir esa angustia es conseguir razones para seguir viviendo y para seguir invirtiendo el tiempo. Por eso es tan importante una mente ocupada, activa, con un rol y una función. Entonces, necesitamos tomar una decisión para conectarnos con nuestro propósito. Una vez que se tiene un propósito, una misión, se comienzan a definir planes, metas y objetivos.

-En general, ¿las personas saben cuál es su propósito? ¿Se lo preguntan?

Es un poco difícil poder medir eso de manera exacta. Pero, por ejemplo, cuando veo una comunidad o una persona con baja energía, poco entusiasmo, que se subestima, que no se da crédito, que todo lo posterga, que le cuesta tomar decisiones y que todo le da miedo, puedo inferir que ahí existe carencia de propósito. Y esa persona puede llegar a creer que todo le sale mal porque sobre sus hombros descansa una maldición o algo similar. Hay muchos indicadores que muestran que cuando la persona vive permanentemente con altos niveles de frustración, resentimiento, profunda victimización y siempre está fabricando excusas, también puede estar viviendo sin un propósito. Cuando las personas sienten que sus relaciones no prosperan, les cuesta relacionarse, compartir, ser empático, sostener procesos y terminar lo que empiezan, se puede inferir que ahí no hay propósito.

Si esa presunción, producto de todos estos síntomas que acabo de describir llegasen a ser ciertos, entonces, creo que hay mucha gente que no está conectada a su propósito. Por lo que acabo de describir es lo que más abunda.

Siempre son pocos los que están enfocados, los que se tienen confianza, que dan resultados permanentes, controlan su estado de ánimo, manejan sus frustraciones y las revierten en la posibilidad de seguir intentándolo. En este sentido, si lo midiera de esa forma, hay un desequilibrio entre el hecho de que son muchas más las personas que pareciera que no viven en propósito, porque tal vez no se lo han preguntado. Puede ser porque les da flojera o porque vivimos en un mundo y en un sistema en el que no le interesa a muchos lo que pensemos.

-Parece que entender cuál es el propósito, es complejo para algunas personas. ¿Estamos poco conectados con lo que somos, queremos y, por lo mismo, lo que deberíamos hacer para alcanzar nuestras metas?

Si tal vez es poco habitual y posiblemente mucha gente lo encuentra complejo, porque han asociado el propósito a una misión con algo como ayudar o cambiar el mundo. Pero no creo que sea así. De hecho, lo explico al comienzo de mi libro Gente con Propósito, en donde el hecho de que tu propósito no sea tan visible no significa que sea menos importante de aquel que tiene un propósito que sea muy visible. Son circunstancias de vida, roles y misiones que se nos encomiendan por nuestras cualidades, talentos y realidad de vida.

Lo que sí creo que ocurre es que existe un propósito superior al cual los demás se adhieren, o sea, hay algo muy grande en tu vida, que es lo que mueve toda tu realidad, y a eso se van a sumar pequeños propósitos, lo cual no significa que sean propósitos con direcciones diferentes, sólo que cumplen con un rol en momentos específicos.

-En relación a la carrera profesional, ¿es posible tener más de un propósito o es preferible apuntar a uno?

Yo creo que tenemos un propósito rector. Hay algo que te marca, que te caracteriza. Hay que tener cuidado con las etiquetas, pero una cosa es la etiqueta y otra cosa es mi núcleo, mi centro, mi fuente. A lo que le he dedicado años de mi vida, en lo que me he especializado profesionalmente, ahí está tu propósito.

Me voy a poner como ejemplo. Tengo 20 años estudiando la sociología, la psicología y comunicación. Yo sé que ese es mi centro y no voy a querer cambiar lo que durante 20 años he hecho con pasión, porque sé que me estaría alejando de mi propósito rector. Pero eso no quiere decir que es lo único que puedo hacer, no en medio de ese núcleo. Yo me he diversificado hacia los medios de comunicación, escritura, coaching deportivo y la investigación. Me diversifico en aquello en lo cual he invertido mucho tiempo de mi vida, entonces, ahí está mi propósito. Y en ese propósito principal, aparecen otros que son derivaciones, pero que no son paralelos al que vengo desarrollando como estructura principal.

Mi recomendación es que la persona se pregunte: ¿A qué dedico mi vida? ¿Me siento un especialista? Si la respuesta es sí, pues sigue enfocado en eso, con flexibilidad. Es decir, el hecho de que yo sea especialista en algo y me quiera dedicar a eso no significa que voy a cerrarme a la diversidad. Pero hay que tener cuidado con la dispersión, que es allí donde hay muchísima gente. Por eso la insistencia con la idea de propósito, porque el propósito nos protege de dispersarlos.

Recordar que el fin del hombre al final es el mismo, amar y ser amado, ser feliz y disfrutar. Y agregaría que se debe construir un método, Pareciera que la búsqueda es el equilibrio, el balance, como para poder llegar a la felicidad y el amor. No logramos disfrutar de un buen amor cuando hay desequilibrio, porque pasa a ser un mal amor. Pasa a ser un amor tormentoso o un amor tóxico a todos los niveles.

Creo que el mensaje es formarnos, capacitarnos para tratar de buscar más balance y equilibrio, para tratar de disfrutarlos al máximo, vivir con la máxima intensidad desde el balance y nuestros deseos. Vivirlos en el más amplio sentido de la palabra: desde lo psicológico, emocional, espiritual, sexual, laboral. Asimismo, conectarnos a las profundidades de nuestras estructuras hormonales, de nuestra estructura síquica, y eso se logra a través del entrenamiento y la capacitación.

Yo creo que atrás quedó la idea del determinismo histórico, porque entendimos que la vida no podía ser como la aguja de un reloj. Es más que eso, y por lo mismo el caos, la causa y el efecto, la dialéctica y la transformación, como lo dije al principio, tenemos que entenderlo.

Como mencioné anteriormente, es importante vivir en propósito. Cuando vives y conectas con éste, es el primer fruto de talento. El segundo es tener confianza en sí mismo, saber de que se es capaz. El tercer paso es regular la ambición, pero usarla al máximo y luego comenzar a competir. La idea de la competencia es fundamental porque es algo histórico en la civilización humana, nos hace sacar lo mejor de nosotros. Hay gente que huye del conflicto, pero es parte de la realidad y hay que aprender a manejar el conflicto y enfrentarse a aquello que atenta contra uno. Cuando se logra pasar ese conflicto y aprender a manejarlo en distintas fases de la vida, se pasa a la armonía.

En mis seminarios, la gente siempre lo vincula a lo emocional. Pero fíjate que no, la palabra que viene del latín harmonia significa acoplamiento, que en palabras más sencillas significa que cada quien cumple su rol, cada quien hace lo que le corresponde. En todo proceso aparecen los resultados en la vida de cualquier persona, cualquier ámbito. Todo este proceso, todo este mecanismo, es el que yo le explico a la gente en mis seminarios para que pueda tener los resultados que está buscando. La gente siempre quiere resultados y para eso hay que someterse a un proceso.

Autores

Daniela Arce