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La calle más increible de El Cairo islámico brilla con el rescate de su legado histórico
Sábado, Septiembre 13, 2014 - 09:20

Aunque no se promociona al nivel de maravillas como las Pirámides de Guiza o el tesoro de Tutankamón, Al Moez es una de las vías antiguas de la urbe egipcia que mejor conserva su esencia.

La calle Al Moez de El Cairo es más que un largo escaparate de joyas, antigüedades y pipas de agua: se trata de una ventana al rico legado histórico del barrio islámico de la ciudad, que ahora vuelve a brillar con su propio juego de luces.

Aunque no se promociona al nivel de maravillas como las Pirámides de Guiza o el tesoro de Tutankamón, Al Moez es una de las vías antiguas de la urbe egipcia que mejor conserva su esencia, pese al caos, el ruido y la contaminación que la acompañan.

Los últimos trabajos de iluminación y restauración, que han costado unos US$2,5 millones y fueron presentados esta semana, pretenden rehabilitar la zona y aumentar el atractivo turístico por la noche, señala el secretario general del Consejo Superior de Antigüedades de Egipto, Mustafa Amin.

"Hemos puesto luces y arreglado las tiendas y casas que dan a la calle para que la gente no piense solo en vivir aquí o tener un negocio, sino que también entienda que es su responsabilidad recibir bien a los extranjeros", afirma.

De esta forma, dice, el visitante podrá apreciar a todas horas los elementos de las fachadas y los monumentos en el kilómetro de largo que tiene la calle.

Su nombre completo, Al Moez Ledin Alá al Fatimi, se corresponde con el del cuarto califa fatimí y el primero que gobernó Egipto en el siglo X, haciendo de El Cairo la capital de sus dominios.

Otros pueblos también dejaron su impronta: tal fue el caso de la influencia de los mamelucos (1250-1517) en el palacio Barquq o en el complejo de mausoleo y escuela de Naser Ibn Qalawon.

Además de mezquitas como la deslumbrante Al Hakim o la de Al Aqmar, en el entorno perviven singulares edificios como la Casa Al Suheimi o los llamados complejos "sabil-kuttab" (fuente y escuela, ideados para proporcionar agua a los sedientos y educación religiosa a los ignorantes).

Los arquitectos no desperdiciaron la ocasión de revestir sus obras con lujosos mármoles, azulejos, maderas o con metales como el cobre.

Hasta hoy ha llegado la tradición de los artesanos que trabajan el cobre, que durante largo tiempo fueron la seña de identidad de la calle.

Ahora comparten sus talleres con joyerías y tiendas de especias u objetos decorativos, entre otros.

"Hay muchos que trabajan en distintos sectores, pero yo me he especializado en los metales antiguos y el cobre", afirma el anticuario Ahmed Yusef, que heredó de su padre la tienda que regenta, fundada hace medio siglo.

Esos negocios, traspasados normalmente de generación en generación, sobreviven pese a la caída del turismo y el deterioro que ha sufrido la zona tras la revolución que derrocó a Hosni Mubarak en 2011.

Vecinos y trabajadores como Walid Dardiri, vendedor de lámparas, lamentan que los vehículos sigan pasando por la calle empedrada, congestionándola y molestando a los transeúntes.

"La calle debería ser para pasear, para los turistas; por eso queremos cerrarla al tráfico", apunta Dardiri, que no oculta el apego a su barrio.

El vendedor de joyas Mustafa Mohamed recuerda con nostalgia los días en los que -según dice- había "silencio" y no existía "tanta competencia desleal" entre compañeros del gremio.

Y, aunque no vivió esa época, también evoca cómo en el pasado las puertas del casco antiguo se cerraban y solo los vecinos se quedaban en su interior.

Coronada en sus extremos por las puertas de estilo medieval Al Futuh y Zuweila, la calle Al Moez inspira ese tipo de pensamientos y da alas a la imaginación sobre esa época compleja de la historia egipcia.

Los nuevos en el lugar también caen bajo el embrujo de sus luces.

"Es la primera vez que la visito y me parece muy histórica y limpia, comparada con las demás calles egipcias. No sé por qué, pero el ambiente es mágico y pacífico", destaca Ayah el Adi, una estudiante de Alejandría con curiosidad por la vida de El Cairo islámico.

* Fotografías interiores Yasser El Rasoul

Autores

Belén Delgado