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La historia detrás del vino chileno Toro de Piedra
Viernes, Febrero 19, 2016 - 14:59

Esta línea de la viña Requingua cuenta con cinco vinos, a los que se sumará un sauvignon blanc que lanzarán prontamente.

Cuenta la leyenda que en la zona curicana de la Sagrada Familia, en el centro de Chile, los animales se tiraban de sus escarpadas montañas y se convertían en piedra. Rocas con formas especiales no hacían más que fomentar el mito.

Tomando como referencia esa historia, la viña Requingua, que desde 1961 produce vinos en ese valle, creó Toro de Piedra, una etiqueta con la que querían representar a esa localidad.

Para complementar mejor este concepto, los dueños se acercaron a un artista local, Pablo Lo Valdés, quien se dedica a juntar piedras de la zona y a unirlas con fierro sin alterarlas, con el fin de ocupar una de sus creaciones como imagen. "De ahí esta relación con el arte y la zona, donde hay muchas piedras en los riscos. Así nació el Toro de Piedra", reveló Santiago Achurra Hernández, presidente de la viña que tiene presencia en 30 mercados, como Chile, Brasil, México, Perú, Colombia, Estados Unidos, China, Bélgica, Malasia y Singapur.


Dentro de la historia de la marca, Toro de Piedra vino después de Puerto Viejo, un reserva de un nivel más bajo que no se comercializa en Chile, pero que tiene mucha presencia en Estados Unidos y China. Inmediatamente después del Toro de Piedra vino el Potro de Piedra, para luego sumarse un varietal llamado Santiago, que tampoco se vende en Chile, y Laku, su vino ícono.

El primer Toro de Piedra, producido hace unos 18 años, fue un cabernet sauvignon, dado que esa era la cepa que más producían en Curicó y la que aportaba mayor calidad. Al momento de pensarlo, la viña evalúo qué era lo que tenían, lo que querían producir y lo que estaba demandando el mercado. "Fuimos buscando un producto que fuera comercial, que tuviera barrica americana, algo de barrica francesa de segundo año, que fuese frutoso, suave, no agresivo, del gusto de mucha gente, además debía hablar un poco del caracter varietal de lo que tocara", especificó Achurra.

Fue así como esta viña comenzó a producir ese tipo de vinos que hoy están causando furor: vinos fáciles de beber, pero con personalidad. Por ejemplo, el Toro de Piedra del 2014, que tiene un 12% de petit verdot y que recién está entrando al mercado, es de un violeta intenso con ribetes púrpuras que refleja una nariz elegante, en el que predominan las notas del cabernet sauvignon. En boca es crujiente y aterciopelado.

"Posiblemente fuimos visionarios porque estábamos obligados a venderlo y buscamos que fuese algo jugoso, rico, entretenido y no agresivo. Hoy es eso lo que se vende, lo que todos promueven, pero nosotros empezamos hace mucho tiempo", puntualizó.

Evolución

Con el paso del tiempo la familia ha ido creciendo. "Después nos cambiamos a la zona de Colchagua y así han ido naciendo distintos Toros, los que hemos ido agregando a esta línea. Hoy son cuatro vinos tintos, un vino blanco y ahora estamos a punto de lanzar otro blanco", detalló el presidente de la viña.

Al momento de evaluar la evolución del Toro de Piedra, desde la viña dicen estar felices, dado que el vino tiene poco rechazo, aunque hay algunos países más complejos, especialmente en Europa, siendo un ejemplo Dinamarca.

"Este jugo no molesta y cuando algo no molesta uno quiere otra copa, otra botella y se ha transformado, al menos en Chile, en muy buen producto al alcance de muchos bolsillos. De hecho, estamos preocupados porque las ventas están creciendo mucho y nuestras plantaciones tienen que tener su tiempo, entonces tenemos que llevar todo esto junto, no queremos decir que no a las ventas pero tenemos que ir ordenados", confiesa Santiago Achurra

Fiel al parrón

Si se trata de aferrarse a las convicciones y apegarse a una línea, Requingua tiene algo más que aportar a través de sus vinos, algunos de los cuales se producen en base a uvas que provienen de parrones que son cosechados de forma tradicional. Mientras algunas marcas se avergonzaban u ocultaban este mecanismo, la viña seguía fiel a esa técnica.

"En Chile había una aversión hacía los parrones, como que no estaba bien visto. Quizás esto era porque en Francia no era así y los chilenos tratamos de ser como los franceses y por imitarlos muchas veces nos equivocamos. Creemos que más gente se va a ir sumando a esto. Lo primordial es que hay que ser auténtico", detalló Achurra.

Si bien, en un momento se replantearon ese sistema, desde el punto de vista imagen, Santiago Achurra Larraín, fundador y presidente de la viña, fue enfático en mantenerlo, pues decía "sigamos con parrones si nos va bien, total cuando el vino esté en la botella nadie va a saber".

"Hoy ya es una cosa abierta, creo que se está transformando en un plus, porque somos distinto y eso hoy está gustando. En cuanto a calidad decían que los parrones daban lo mejor. Estos parrones se plantaron hace muchos años, tampoco es una decisión de hace un año. Hoy nos sentimos más tranquilos, no tenemos nada que esconder, al contrario", afirmó Santiago Achurra Hernández.

San Simón es el cuartel más antiguo de la viña de donde provienen las uvas del Potro de Piedra. Allí se encuentran parras nuevas y antiguas de cabernet sauvignon y cabernet franc, las que datan de unos 50 años, las con más historia.

Una de las propiedades de este lugar, es que tiene un grado y medio menos que el promedio, lo que lo hace ser un gran clima para el cabernet sauvignon. Eso, más la forma de cosechar, permite que las uvas maduren más lento y concentren mayor acidez.

"En este sector el sol desaparece más temprano entonces está más fresco de más temprano, por lo que la planta puede descansar más y trabajar mejor", explicó el enólogo Benoit Fitte, quien mientras tomaba una hoja de las parras agregaba que "creo que hemos encontrado un equilibrio perfecto. Desde 2001 nos convecimos de por qué el cabernet sauvignon debe estar en parrón, están protegidos del sol, no lo reciben directamente. El micro clima que hay debajo de la planta, permite que esta trabaje de mejor manera".

En la casona de la familia, a unos cuantos metros del cuartel, Santiago Achurra padre se paseaba por lo jardines mientras un grupo de personas disfrutaba de sus vinos. De pronto, se paró en medio de la terraza de su casa con la tranquilidad de quién ha construido una historia y está satisfecho con el resultado. Mientras miraba a lo lejos el campo y los caballos que andaban libremente, él con su voz pausada afirmó que "acá hay mucho por contar y yo quiero invitarlos a vivir esta aventura". Luego, sonrió.

Autores

Loreto Oda Marín