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La trampa de la indemnización
Martes, Noviembre 15, 2016 - 09:47

Por Ignacio González Lacoste, gerente general Grupo Mandomedio.

Escena uno: un ejecutivo no está contento en su trabajo, pero no se cambia, porque está esperando que lo despidan y le paguen una indemnización por años de servicio que asume como suya a priori. Escena dos: el jefe de ese ejecutivo no está conforme con su desempeño, pero está esperando que la persona renuncie, porque no está en condiciones de asumir el costo del despido. ¿Cómo se llama la película?, yo la denomino: la trampa de la indemnización.

La desvinculación o renuncia de un trabajador siempre es compleja. Para las empresas es costosa, ya que dicho gasto va aumentando anualmente y en el caso de las pymes, su flujo de caja no es capaz de absorberlo.  En la vereda del frente, el costo de oportunidad de estar mejor en otro empleo se pierde.  La persona, cae fácilmente en la trampa de un supuesto ingreso que deja de percibir si renuncia; mientras la desmotivación y la falta de eficiencia y desencanto por la empresa o el trabajo mismo, aumenta.

Esta mirada es ciertamente cortoplacista. Además tiene un componente altamente emocional que genera una parálisis en las decisiones. Nadie gana el gallito  y más allá de la situación  de despedir o renunciar, se vive la mediocridad de marcar el paso.

Se suelen oír excusas de todo tipo; pero al final del día el empleador y el profesional se enredan con el valor presente de los flujos futuros. Debido a que no se hace el análisis de estos flujos futuros en distintos escenarios, sino que sólo se hace en el ahora. Por ejemplo, un ejecutivo calcula que su indemnización en cinco millones de pesos, pero no evalúa que producto de un cambio efectuado hoy en los próximos cinco años podría generar un ingreso por 10 millones, en un mejor cargo, más motivado y con desarrollo profesional.

Volvamos a la película. Escena tres: no existe la indemnización por años de servicios. No saco a la persona, primero busco dónde genera valor y el ejecutivo renuncia, para no dejar pasar oportunidades.

Si queremos tener empresas más eficiente y personas más felices, es necesario evitar esta trampa de la indemnización y contar con una normativa donde las relaciones laborales protejan a quien realiza la tarea, pero también a quien genera el empleo para no desalentar la inversión y la productividad; sobre todo en un país como el nuestro en que las micros, pequeñas y medianas empresas (Mipyme), que según datos del SII son más de 600 mil y generan cerca del 80% del empleo formal a nivel nacional.

 

Autores

Ignacio González