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Las ventajas de la competitividad para combatir la visión a corto plazo
Martes, Junio 26, 2012 - 16:49

Suzanne Rosselet es Subdirectora del Centro de Competencia Mundial en la IMD de Suiza.

Al día de hoy, no sólo estamos viviendo tiempos difíciles, la visión de corto plazo está en todos lados y en parte, es responsable de la recesión global de esta época. No tenemos que ir muy lejos para ver los individuos que buscan retornos de dos dígitos en precios de acciones e inversiones en propiedades; los brokers que realizaron transacciones de alta frecuencia, empresas que alardearon resultados trimestrales para cumplir con las expectativas de los accionistas o políticos que promovieron "acciones inmediatas" y a menudo populistas para ganar elecciones.

Aunque las acciones a corto plazo pueden generar resultados rápidos y lucrativos, las consecuencias a largo plazo pueden ser devastadoras. Desde la crisis financiera de 2008 hasta el actual movimiento de protesta "Occupy Wall Street", tenemos evidencia que muchas sociedades han sufrido por la visión de corto plazo.

¿Cómo llegamos a esto? Desafortunadamente, el impulso de la competitividad es a menudo confundido con una batalla a muerte entre las firmas o guerras monetarias entre las naciones que conllevan a tomar decisiones a corto plazo. Pero para cualquier empresa o nación, el enfoque restringido a la competitividad de los costos, precios y las exportaciones no es suficiente para impactar profundamente en la rentabilidad sustentable o en el desarrollo económico.

Para poder ir un paso adelante, la competitividad sustentable debe ser el objetivo principal de la estrategia de desarrollo de un negocio o país. Y si lo entendemos correctamente, la competitividad sustentable pudiera ser el remedio al cáncer de la visión de corto plazo.

Generando las condiciones para la competitividad sustentable

Pero ¿qué es la competitividad sustentable? Aunque la sustentabilidad es la clave, no debe limitarse al desarrollo sustentable. La competitividad sustentable es mucho más que una estrategia para el entorno; implica alcanzar la competitividad actual sin comprometer el futuro.

Ya que la competitividad requiere que se haga algo mejor de lo que lo hace alguien más, la ventaja competitiva es ajustarse constantemente y apoyarse en las fortalezas y talentos propios. A nivel individual, puede ser un joven gerente que obtiene una maestría en administración que proyectará sus oportunidades laborales o un atleta que resiste los entrenamientos y privaciones para poder estar en el podio y en primer lugar.

Para una empresa, la competitividad sustentable es mucho más que la rentabilidad a través del costo o la diferenciación. Conlleva las ventajas competitivas sustentables por medio de una constante actualización e innovación y seguir estando a la vanguardia por delante de los demás.

Para las naciones, la competitividad involucra la forma en que los países administran sus recursos (territorio, trabajo, capital y conocimiento) y sus competencias (habilidades, infraestructura, tecnología, etc.). Pero la competitividad sustentable es aprovechar las ventajas y mejorar las debilidades para alcanzar una mejor prosperidad para la población, incrementando los estándares de vida y el desarrollo humano (salud, educación, capacitación, bienestar).

No importa si el nivel es individual, corporativo o nacional, el argumento para erradicar las tendencias a corto plazo debe lograrse por medio de la competitividad sustentable. Pero alcanzar esta meta toma tiempo y esfuerzo e involucra diversas etapas, analógicamente como construir una casa.

Al igual que las edificaciones se construyen desde los cimientos, la competitividad sustentable no es la excepción. La estabilidad macroeconómica y la apertura al exterior son el primer peldaño que ayudarán a un país o negocio a subir por la escalera de la competitividad. Aún así, estos factores son meramente la obra negra y no son por ningún motivo suficientes para garantizar la competitividad sustentable. Al observar la crisis financiera mundial, muchas economías desarrolladas han mandado a volar la estabilidad macroeconómica, dañando la base de la sustentabilidad a largo plazo.

Una vez que se ha dispuesto una base, la competitividad sustentable requiere de columnas sólidas que la soporten. Esto incluye un marco institucional y legal eficiente, infraestructura (básica, financiera y social) y una cultura nacional y corporativa que sustente la competitividad. Entre más profundas sean estas estructuras clave, mayor será el potencial de crear prosperidad.

Las instituciones deben ser eficientes, transparentes, confiables y las leyes coherentes y predecibles. El entorno no necesariamente debe ser "amigable con el negocio" pero los inversionistas deben conocer las reglas del juego.

La infraestructura física requiere de un constante mantenimiento y desarrollo, combinando acceso a los mercados y aprovechando la tecnología para promover transporte y redes de comunicación de primera clase. La infraestructura financiera requiere de servicios eficientes y mercados de capital que sean accesibles, económicos y diversificados, y que motiven a los emprendedores, a las nuevas empresas y a las PYMES. La infraestructura social requiere de inversión en desarrollo de capital humano desde los servicios de salud hasta la educación y protección al medio ambiente por medio de un efectivo control de la urbanización.

La cultura nacional y corporativa se caracteriza por el grado de apoyo al sistema de valores de la nación hacia la competitividad y que tan abierta es su cultura nacional. Algunas investigaciones revelan que existen importantes correlaciones entre la competitividad de un país, su imagen en el exterior y su sistema de valores. Otros componentes importantes son una sólida dirección corporativa en términos de prácticas éticas, responsabilidad social, salud, seguridad y cuestiones ambientales, relaciones laborales constructivas y un énfasis en la capacitación de los empleados y la satisfacción del cliente.

Con sólidos cimientos y estructuras uno puede llegar lejos pero el factor de equilibrio que mueve a las naciones hacia adelante y que proporciona los medios para que las empresas mejoren su productividad en la cadena de valor es la tecnología y la innovación. Los entornos altamente competitivos conllevan a la promoción de la capacidad innovadora y, al igual que un techo, la tecnología e innovación son los componentes necesarios para estar un paso adelante en la carrera y alcanzar nuevas fronteras.

¿Cómo podemos lograr la competitividad sustentable?

Ya que la competitividad de las naciones se construye bajo la premisa de que sólo las empresas crean riqueza y no los países, los gobiernos deben promover un entorno que favorezca la competencia entre las empresas. Para lograrlo, es necesaria una visión a largo plazo. Los gobiernos deben dedicarse exclusivamente a gobernar, es decir, garantizar la seguridad, estabilidad y largo plazo de las inversiones en recursos necesarios para las empresas: educación, habilidades, infraestructura, investigación y desarrollo, capital financiero, energías alternas, etc. La legislación empresarial debe motivar la transparencia y penalizar la corrupción; las regulaciones deben implementarse y aplicarse efectivamente; las leyes deben garantizar una prácticas de competencia leales y evitar una excesiva concentración de poder o las prácticas de otorgar los puestos públicos a familiares y/o amigos. Una estrategia de competitividad nacional que promueva la sustentabilidad también atiende las áreas de vulnerabilidad como los datos demográficos, brechas en las habilidades, acceso a la tecnología o el agotamiento de los recursos.

Esto suena muy obvio pero cuando se debe elegir entre la política a corto plazo y la prosperidad a largo plazo, muchos políticos optan por la primera.

La competitividad sustentable implica hacer sacrificios el día de hoy para alcanzar mejoras a largo plazo en los estándares de vida y bienestar. Incluso, si se obtienen metas a corto plazo, existe un riesgo de que pudieran comprometer la competitividad y prosperidad de futuras generaciones. Ahora es el momento de un cambio de paradigmas.

Autores

Suzanne Rosselet