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Lo nuevo de Calamaro: las canciones sinceras y crudas de Volumen 11
Lunes, Diciembre 5, 2016 - 14:44

El disco tiene 19 temas que el artista argentino ha dotado de una atmosfera muy cuidada, sin desperfectos ni pifias y con un gran sonido.

"Volumen 11" recupera al Andrés Calamaro más verborrágico y en lo musical en su lado más cercano a Lou Reed, además de tenerlo homenajeando a su manera al blues y a Norberto Pappo Napolitano, a Luis Alberto Spinetta y también a su afición por la rancheras mexicanas.
 
Este nuevo disco es similar a "Grabaciones Encontradas", pero más prolijo, con las canciones y sus conceptos bien cerrados, sin pasajes o cortinas musicales breves, con un instrumental en vivo de casi ocho minutos con su banda tocando jazz latino casi como un homenaje a Raíces, su primer grupo.
 
El disco tiene 19 canciones que Calamaro junto a su tecladista Germán Wiedemer y los ingenieros de sonido Uriel Dorfman, Guido Nisenson y Javier Verjano fueron dotando de una atmosfera muy cuidada, sin desperfectos, sin pifias y con un gran sonido.
 
A lo largo del disco aparecen canciones que formaran parte de la banda de sonido de "El Bar", el próximo filme del director español Alex de la Iglesia, el homenaje a Pappo con el "Blues de Santa Fe", a Spinetta con "Como el viento voy a ver".
 
Hay otro cover sorprendente, Calamaro y Wiedemer como pianista presente en todo el disco convierten en un bolero cortavenas a "Mareo", un rockito medio tempo de Babasónicos, incluido en el disco "Infame", además versionar delicadamente la ranchera "Que te vaya bonito" de José Alfredo Jiménez, como hizo con "En el ultimo trago" hace casi 20 años.
 
Hay canciones que Calamaro grabó junto a la banda que lo acompaño en la gira de "Bohemio" compuesta por los guitarristas Julián Kanevsky y Baltasar Comotto, el tecladista Wiedemer, el bajista Mariano Domínguez y el baterista Sergio Verdinelli.
 
Otras están trabajadas con un viejo colaborador como el guitarrista Diego García, "el tanguero", otras con diferentes bateristas y siempre con Wiedemer como pianista, grabadas en la quinta que posee en Benavidez.
 
 
El álbum se abre con "Apocalipsis en Malasaña" que será utilizada por Alex de la Iglesia y que es un blues sucio, cañero, podrido con la voz tapada por la crudeza de las guitarras. La sigue "Frio y barro" donde Calamaro juega con un falsete soulero, mientras Diego García puebla la canción de guitarras limpias, juguetonas y mimosas, ilustrada por su estribillo "el opio ya no es el opio del pueblo, no es opio, ni es del pueblo".
 
El lado más Lou Reed de Calamaro aparece en "Rock y Juventud" canción que formó parte de "Canción de amor por un día" un proyecto del mexicano Javier Corcobado, una canción de 24 horas grabado por diferentes y prestigiosos músicos.
 
Calamaro pone su voz grave y recupera su rol de decidor sobre un loop de percusión y un inicio suave con una melodía embellecida por el nuevo Mellotron que uso Wiedemer para embellecerlo, mientras Andrés va tirando frases como "con clavos verdaderos y sed verdadera y dos en una misma pecera de rock y juventud".
 
El espíritu del blues y de Pappo aparece en un blues campesino casi country "Tan triste no es el blues", donde Calamaro haciéndose cargo de guitarras, bajos y pianos y acompañado por Wiedemer, hace un lectura sobre lo que para él significa el blues como "no obstante lo cual, a mi soledad le sobra lastimada un bandoneón"
 
La sigue el rock ralentizado de "La Noche", el primer single del disco, con una letra larga, donde Calamaro mezcla elementos de la noche tanguera con la noche moderna. La sigue una canción portuaria, de pescadores y piratas, como "Atunes y ballenas".
 
Luego Calamaro toma el órgano y las guitarras con sonidos crudos para una versión del clásico Pescado Rabioso y Spinetta "Como el viento voy a ver", donde el cantante vuelve a recitar como Lou Reed, con excepción del estribillo.
 
"Mareo" de Babasónicos es convertida por Calamaro y Wiedemer en un hermoso bolero cortavenas con los pianos como instrumentos principales. Casi de inmediato regresa el blues y el espíritu de Lou Reed para la hermosa y bluseada "El huevo y la gallina", con una larga letra, como Calamaro llevaba tiempo sin escribir, cargada de señales, enseñanzas y anécdotas en una de las canciones más interesantes del disco.
 
Para "El blues de Santa Fe" de Pappo, Calamaro elige una versión dura, podrida grabada en soledad y esa línea se mantiene en "Las almas agradecidas" donde el vocalista recita otra gran letra con el blues como estilo musical elegido. Ambas canciones fueron grabadas en la Quinta de Benavidez.
 
 
"Pánico en Benidorm" muestra a un Calamaro más cañero, rockero, con riffs a los New York Dolls, mientras que "Cazador de Ateos" habla de una vida vampírica con la batería al frente y otra interesante letra cargada de citas no solo a Bram Stocker o Anne Rice sino también al autor de "Moby Dick", Herman Melville.
 
Pappo recibe un nuevo homenaje con el blues cantado en el estilo de Lou Reed "Hasta el cielo", donde Calamaro recurre a sus dotes de decidor para una letra muy bien lograda.
 
Wiedemer vuelve a utilizar su mellotron para armar una orquesta en torno a Calamaro para la hermosa "Blues y Orquesta", un blues sin guitarra con otra gran trabajado de la poesía, desde la lírica por parte del creador de "Honestidad brutal".
 
Calamaro recupera, para placer de miles de sus fans, el gusto por las rancheras de José Alfredo Jiménez para una hermosa versión de "Que te vaya bonito".
 
El cierre es con la zapada "Trujillo Libre", grabada en vivo en la ciudad peruana del mismo nombre, con la banda que lo acompañó durante la gira de "Bohemio", como parte de las jams que sucedieron a lo largo de ese tour. En este caso el ritmo elegido es un jazz latino al estilo de lo que Calamaro curtía en Raíces, su primero grupo al que fue convocado por el bajista Beto Satragni.
 
Toda la banda se luce con grandes momentos instrumentales, mientras Calamaro va tocando una gaita hembra, un aerófono andino.
 
El disco se cierra con Calamaro acompañado por su amigo, el reportero gráfico Jorge Larrosa, integrante junto al Cuino Scornik de aquellos episodios de canciones tumberas, justamente para un crudo instrumental sobre lo que puede sucederle a un reo al salir de la cárcel y volver a las calles.
 
Así cierra "Volumen 11", un disco más salvaje, menos estructurado, que recupera a un Calamaro más abierto, que deja salir sus gustos y vicios musicales, dispuesto a mostrar sus cicatrices y heridas de combate, pero más prolijo y ordenado que en los anteriores volúmenes de "Grabaciones Encontradas".

Autores

Adrián Mouján/ Télam